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EL ASEDIO

(5 x12)

 

Spike pensaba que Jason era patético gimoteando por aquella calientabraguetas de Shirley y que lo que tenía que hacer era tirarse de una vez a su amiga (la amiga de la calientabraguetas) que estaba más buena. Pero también estaba seguro de que si Jason seguía gimoteando durante unos cuantos capítulos más, los guionistas de Pasiones, que eran todos –fijo- unas feministas frustradas, pondrían a Shirley comiendo de su mano. (No era ésa la expresión que él había empleado, aunque también tenía algo que ver con comer)

 Joyce defendía que Jason era un chico sensible y que Shirley tenía derecho a no estar segura de sus sentimientos, pero que, si reflexionaba, comprendería que era a él a quien de verdad quería, porque, además, era muy buena persona y el hombre más adecuado para ella.

- ¿Pero cuándo una mujer ha reflexionado y ha elegido como novio a la mejor persona?- contraatacaba Spike- Doble contra sencillo a que en menos de tres episodios la muy zorra se ha metido en la cama del vecino guaperas, sólo por joder al pobre chaval. Me refiero a joder a Jason, porque al vecino no le va importar nada ser literalmente bien jodido. Y la verdad es que ese imbécil se lo merece, por idiota.

- A mamá no le gusta que emplees ese lenguaje delante de mí. –Spike miró de arriba abajo a Dawn que, de verdad, no se explicaba de dónde había salido. No es que pensara modificar sus modales sólo porque la cría estuviera cotilleando las conversaciones de dos adultos, pero, francamente, había olvidado su presencia y ése era un error que le molestaba haber cometido. Claro que tampoco estaba previsto que tuviera que estar constantemente en guardia en su propia cripta. Eso le pasaba por tener una cripta demasiado poblada.

- Se solucionaría…-Spike silabeó con calma, al tiempo que le dedicaba una gélida mirada por encima del hombro.- …si tú no estuvieras delante.

-Porque tú lo digas- Dawn alzó los hombros en un gesto displicente.

- No. Porque ésta es mi casa y porque, ya que he roto mi acrisolada costumbre de no admitir invitados, al menos deberías ser un poco más educada.

- Eres tú el maleducado –insistió Dawn – Dices unas palabrotas …

-¡Basta ya, Dawn! – Joyce fulminó a su hija con la mirada- Haces que me avergüence de ti. Spike ha sido muy amable acogiéndonos aquí. Pídele disculpas.

Dawn miró la punta de sus zapatos, luego retorció uno de sus largos mechones y finalmente, suspiró y levantó muy dignamente la barbilla para acometer la dura tarea que su madre le exigía.

-          Bueno… yo….

Spike no la dejó seguir. No soportaba tener que excusarse él, lo llevaba fatal como podía atestiguar una apachurrada caja de bombones que aún escondía en el sótano, pero tampoco se sentía cómodo con la idea de presenciar ahora la humillación de una niña que no había hecho más que seguirle el juego.

-    En realidad, he exagerado.- Fingió desentenderse de los apuros de Dawn para halagar con una zalamera sonrisa a Joyce.- Ésta es su casa ahora. Espero que se sientan a gusto.

Dawn les dio la espalda. Casi se sentía más molesta por aquella falta de atención a su persona que por los comentarios hirientes de Spike. ¡Y encima su madre le daba la razón a él! Claro, ¿cómo no? Spike desplegaba todo su encanto con la madre de Buffy y ella como que no contaba para nadie. Lo habitual.

 

 

 

Dawn tenía razón. Spike no tenía intención de ocuparse de “la cría” ni siquiera para pelearse con ella. Desde su punto de vista, el episodio no había acabado del todo mal para ser la primera discusión desde que Buffy le había dejado a su hermana y a su madre, con cara de asustadas, en la puerta de su cripta.

En verdad, Buffy debía de estar aterrada y las cosas con Glory debían de estar poniéndose realmente serias para que acudiera a él, la última persona en el mundo a quien la cazadora solicitaría ayuda. Spike aún no acababa de creérselo: Buffy había irrumpido en su cripta en mitad de la noche para pedirle un favor trascendental: confiarle a él sus dos seres más queridos. Aún recordaba la escena: las otros dos mujeres esperando en un segundo plano su decisión y él preguntándose si era un sueño o una burla, tan sorprendido que no acertaba a elegir entre su amplia batería de sarcasmos con cuál podía disimular mejor su sorpresa. “¿Sí o no?” apremió Buffy y Spike comprendió que la situación no estaba para bromas. Había asentido sin añadir ni media palabra. ¿Qué otra cosa podía hacer? Cuando ella se marchó, Spike se armó de paciencia para sobrellevar la situación. Para una cosa que Buffy le pedía, no iba a negárselo, pero estaba seguro de que la convivencia no iba a ser fácil.

Sin embargo se equivocó, por lo menos en un cincuenta por ciento. Joyce era un encanto. Cuando, a los cinco segundos, estaban sentados juntos viendo Pasiones y empezaron a intercambiar opiniones sobre cada personaje del culebrón, los dos supieron que aquello sería el comienzo de una larga amistad. De Pasiones pasaron a las películas en blanco y negro que Spike había disfrutado en su estreno y que a Joyce le habían encandilado en los pases por televisión de su casi infancia. Luego rememoraron las series olvidadas de la tele, desde Bonanza a Expediente X, pasando por Star Treck y La casa de la pradera (Spike afirmaba que tuvo ocasión de morder a la actriz que hacía de Laura Ingaels, pero que en el último momento desistió por temor a que se dispararan sus niveles de azúcar en sangre). Los gustos musicales, sin embargo, no eran muy compartidos porque a Joyce, pese a presumir de  un legítimo pasado roquero, el punk la superaba.

Con Dawn, sin embargo, las cosas se prometían bastante más complicadas. Adolescente caprichosa e inestable contra vampiro inestable y caprichoso, el cóctel se preveía explosivo. Además, Dawn estaba especialmente reticente. Quizá no le había gustado tener que huir de su casa, aunque sólo fuera por  dos días –eso había dicho Buffy-, o quizás sospechaba que le ocultaban cosas, pero el hecho es que no estaba de buen humor y no perdía ocasión de demostrarlo.

 

 

La segunda discusión tuvo lugar apenas una hora después cuando Joyce pidió a Dawn que recogiera la bandeja que hacía de improvisada mesa frente a la tele.

-    No tengo por qué limpiar los restos de su repugnante dieta.

-    Nadie te lo ha pedido, mocosa.

-    No me llames mocosa, chupasangre.

-    ¡Basta los dos! – A Joyce le faltó añadir “niños”. Dándose cuenta de lo inconveniente de su recriminación, se encaró con Dawn: - ¿No has traído tarea del insituto? Ve a hacerla inmediatamente. –Dawn se alejó en busca de su mochila, con evidente enfado, pero en silencio. Joyce se volvió hacia su anfitrión un poco avergonzada:- Lo siento, Spike.- Sin embargo, él no parecía ni mucho menos molesto, aunque quizás sí algo sorprendido. Joyce continuaba con sus excusas.- Es que cuando una es madre, tiende a tratar a todo el mundo como a un crío.

-    Es una experiencia…ya lejana para mí. No se preocupe. – Una idea maligna cruzó por su mente y sonrió sin disimulo.- Me encantaría ver a la cazadora enfurruñada porque le ha dicho que tiene que ordenar la habitación.

       A pesar de la broma, Joyce comprendía que acoger a dos extrañas para Spike tenía que ser una irrupción no deseada en su intimidad. Quizá para escapar a la sensación de incomodidad, prometió:

-   Intentaremos no molestar demasiado.

 

 

 

-  Mamá, ¿la guerra naval americana en la Segunda Guerra Mundial fue contra Japón, ¿verdad?- Dawn levantó la cabeza de su libro de texto donde no acababa de encontrar la respuesta que necesitaba.

- Pues, creo que… sí, ¿no? – Joyce buscó confirmación en Spike.

- Y contra Alemania –añadió el vampiro.

- ¡Anda ya! – Dawn podía buscar ayuda en su madre, pero no iba a concederle ninguna credibilidad a Spike.- Los europeos siempre creyéndoos el centro del mundo. ¿No has oído hablar de Pearl Harbour?

- ¿Y tú no has oído hablar de las incursiones de submarinos alemanes en las costas americanas o de los ataques masivos a convoyes aliados en el Atlántico Norte?

Dawn se sintió sobrepasada, pero no iba a ceder tan fácilmente:

-    Eso… no viene en mi libro. Seguro que te lo estás inventando.

-    ¡Ja! Te aseguro, nena, que tengo información de primera mano. ¿Cómo prefieres que te la cuente: como oficial nazi o desde dentro de un submarino estadounidense?

       Dawn le miró con un nuevo interés.

-    ¿Sí? ¿Y cómo fue?

Spike se encogió de hombros:

-    Húmedo. Calustrofóbico y húmedo.

-    ¿Mataste a mucha gente en la guerra, Spike?

-    He matado a mucha gente sin necesitar guerras para ello.

-    Dime… - La irresistible curiosidad adolescente por lo truculento fue cortada de inmediato por Joyce.

-    Seguro que las historias de Spike pueden esperar a que tú acabes la tarea.

 

 

 

Spike se levantó para bajar al sótano. Le apetecía un trago y después de la conversación anterior comprendía que determinadas cosas no eran apropiadas para los cándidos oídos de una niña. Al menos no si su madre estaba delante. Por otra parte, estaba seguro de que Dawn no era tan cándida y que no se ruborizaría por una velada de alcohol y viejas historias sangrientas; al contrario, seguro que le encantaba, pero tampoco era cosa de molestar a Joyce, así que se reservaría sus escasos placeres (el alcohol era el más inocente) para la intimidad.

Se sentó sobre una de las lápidas polvorientas y le dio un buen trago a su petaca. Frente a él el maniquí de larga peluca dorada le miraba desde sus ojos vacíos. Le dedicó un brindis silencioso:

- Siempre metiéndome en líos, rubia.

Algo peludo y cálido se frotó contra su pierna. Spike se agachó para coger un gatito blanco que ronroneaba mimoso. Lo subió a su regazo y empezó a acariciarlo mientras su pensamiento vagaba hacia sus planes más inmediatos. ¿Cómo se las iba a apañar para mantener la cordura y cierta intimidad conviviendo en pocos metros cuadrados con dos damiselas a las que, a saber por qué diablos, se sentía obligado a tratar con cierta delicadeza? Las cosas eran más sencillas cuando la política oficial para con los vampiros se limitaba al intercambio de puñetazos e insultos, pero esa maldita Buffy siempre conseguía ponerle las cosas aún más difíciles. ¿Y si colocaba un letrero luminoso en la entrada “Prohibida la entrada a menores de cien años”? Encendió un cigarrillo y le dio una pausada calada, aspirando el humo con delectación.

No necesitó volverse para saber que Dawn le espiaba desde la puerta.

- ¿Qué diablos haces aquí?

-    Mamá ha preparado la cena. Dice que si quieres venir.

-    ¿Y a ti no te han enseñado a llamar a la puerta?

-    No tienes puerta aquí abajo. - Dawn al acercarse reparó en el gatito que retozaba sobre las piernas de Spike- Oh… ¡qué monada! ¿Cómo se llama?

-    No tiene nombre.

-    Le llamaremos “Bolita de nieve”, ¿te parece?

       Spike se encogió de hombros.

-    Hay más por ahí. Una camada de cinco, pero yo que tú no les cogería demasiado cariño.

-    ¡Es una preciosidad! –Dawn quiso acariciarlo, pero el animal retrocedió espantado ante su presencia, bufó y saltó al suelo para escapar del contacto de la niña.

-    Vaya, quizás debas empezar con un geranio – comentó irónico Spike.

-    Seguro que ha sido por tu tabaco.- Dawn, molesta, se le encaró- ¿No sabes que no se debe fumar delante de menores de edad?

       - Sí, lo sé.- Acrecentando la insolencia Spike le echó lentamente el humo a la cara.- Y ahora, luv, intenta recordar que soy un monstruo despiadado.

-          Claro, tan despiadado que andas recogiendo gatitos abandonados.

-          Aquí la única mascota molesta que he cometido el error de recoger eres tú.

Dawn le miró con displicencia mientras subía por las escaleras.

-          O sea que tú eres un monstruo, ¿no? ¿Y a quién das miedo? Al menos yo asusto a los gatos.

 

 

 

Después de cenar Spike salió un rato. Le gustaba tomar el aire fresco de la noche y en las actuales circunstancias, aún más. “Su” cripta empezaba a estar demasiado concurrida, un lugar poco propicio para la soledad. Se internó entre las sombras, paseando hasta uno de sus lugares preferidos, junto a un sobrio mausoleo flanqueado por robustos cipreses. Apoyó la espalda contra el tronco y rebuscó en su bolsillo el paquete de tabaco. Era extraño, al parecer lo había perdido. Y también el encendedor. Estaba claro que no era su día. Ni su noche.

Las cosas iban a seguir empeorando. Una voz áspera a su espalda le convenció de que iba a ser imposible que le dejaran un minuto en paz.

- Hola, Spike.

O sea, que tampoco en “su” cementerio podría encontrar tranquilidad. Spike se volvió despacio, con una parsimonia no demasiado amistosa.

Era un vampiro. Pelo revuelto y ropas no demasiado pulcras. La cara le resultaba conocida, aunque no podía recordar de qué. Seguramente, el tipo se lo diría pronto, porque parecía empeñado en trabar conversación.

-    ¿Dónde está esa rubia amiguita tuya? – Spike le miró extrañado.¿Desde cuándo los vampiros buscaban a la cazadora? ¿Sería un vampiro suicida? ¿Y desde cuándo él era la fuente de información?- Venga, no te hagas el despistado. Sé que es tu novia.

-    ¿Cómo dices?

-    Sí, hombre, no te va a servir de nada esconderla. Ella nos prometió mucha pasta si nos convertíamos en sus secuaces y es hora de que empecemos a ver algo de dinero.

-    ¡Ah, estás hablando de Harmony!

-    Sí, creo que dijo que se llamaba así. Si ella no paga, deberás hacerlo tú.

-    Tendrás que explicarme la lógica de eso.

-    Pues… está claro, eres el tipo que está con ella, ¿no? Debes dar la cara.

-    Sería muy discutible decir que estábamos juntos, pero en cualquier caso, Harmony se ha largado, de lo cual me alegro infinito. Hace varios días que no la veo, no sé dónde está y desde luego no voy a ir a buscarla. O sea, que en el muy hipotético caso de que Harm y yo hayamos sido alguna vez una pareja, soy un tipo moderno: me importa un rábano lo que haga ella y no voy a ejercer de caballeroso salvaguarda de la dama. Arreglad vuestros problemas con ella y a mí olvidadme.

Había conseguido ponerle de mal humor. Le dio la espalda y, a grandes zancadas, se dirigió de regreso a la cripta. Tras él, el vampiro lanzaba amenazas inconsistentes:

- Esto no va a quedar así. Vais a pagar, os guste o no.

 

 

 

Cuando minutos después llegaba a su refugio, una nerviosa Joyce salió a recibirle con gesto de preocupación.

- Dawn ha desaparecido.

- ¿Cómo…?

- No sé cómo ha sido. Yo estaba tranquilamente viendo la tele y de pronto, me ha parecido que había mucho silencio, la he llamado y… ya no estaba.

- Bueno, habrá ido fuera un momento. Seguro que querría un poco de independencia. No se preocupe, el cementerio no es muy grande y no creo que haya salido de él. La encontraré en seguida. Quédese en la cripta.

- Ni hablar. Es mi hija. Voy contigo

Joyce se puso su abrigo y se le unió.

Iniciaron la búsqueda con la preocupación flotando entre ambos a pesar de las palabras tranquilizadoras de Spike. Joyce sabía que eran presas apetecidas por Glory y Spike, que desconocía este detalle, era muy consciente de los muchos peligros que podían acechar a una adolescente de noche en el cementerio de Sunnydale. Para colmo, apenas unos metros más allá, la madre de Buffy pisó en falso y a punto estuvo de torcerse un tobillo. No se cayó porque Spike la sujetó oportunamente por el brazo.

- Es que no veo nada. Está demasiado oscuro- se excusó.

- Yo me las arreglo en la oscuridad, pero tiene razón. –Aunque había luna llena, unas nubes tormentosas la habían ocultado y era difícil distinguir nada en mitad de la noche si no se tenía la vista privilegiada de una criatura nocturna.- Espere aquí, creo que tengo una linterna en la cripta.

Spike volvió sobre sus pasos pero cuando intentó entrar, un muro invisible se lo impidió. Le bastaron unas décimas de segundo para comprender.

-¡Mierda! –Desfogó su ira con un puntapié contra la alfombra de hojas de la entrada.- Joyce, venga por favor.

- ¿Qué ocurre?

- Tiene que entrar e invitarme.

- Pero si es tu cripta…

Spike negó con la cabeza

-    Ya no. ¿Recuerda que se la ofrecí: “Esta es ahora su casa. Disfruten de ella”? ¡Estúpida cortesía!

 

 

 

Solventado el engorroso tema de la invitación y linterna en ristre, Joyce y Spike volvieron a lanzarse a la noche en busca de Dawn.

Como el vampiro había pronosticado, no les fue difícil dar con ella. Pero desgraciadamente, no eran los únicos que la iban a encontrar con facilidad.

La hallaron no demasiado lejos de la cripta cuando volvía ya hacia ellos, con Bolita de nieve, el gatito blanco, en brazos.

-          ¡Dawn! ¿Dónde te habías metido? ¡Qué susto me has dado!- exclamó su madre.

-          Lo siento, es que vi que los gatitos se escapaban y quise cogerlos.

-          Eres una inconsciente. ¿Cómo se te ocurre…?

-          Perdona, mamá. Pensé que los alcanzaría en seguida, pero echaron a correr y me alejé sin darme cuenta.

-          Bueno, dejaremos las recriminaciones para dentro de la cripta –propuso Spike.- Regresemos.

Sin embargo sus planes sufrieron un brusco cambio cuando entre el follaje vio moverse un par de siluetas

-          Rápido, síganme.

Eran vampiros, dos o tres de momento, y estaba claro que  les habían visto porque echaron a correr tras ellos. Spike sabía que si los vampiros las perseguían, las dos mujeres no conseguirían alcanzar la cripta. Por fortuna, cerca estaban las ruinas de una capilla medio derruida en la que se podían poner momentáneamente a salvo.

 

 

 

Entre zarzas y escombros, contra las paredes que aún se sostenían en pie, había amontonadas viejas lápidas, cruces herrumbrosas, tablones de desecho,… Spike empujó una madera carcomida, que algún tiempo atrás había sido una puerta, para tapar la entrada e indicó a las mujeres que llevaran cruces a los demás huecos por donde pudieran colarse visitas no deseadas.

-    Esto no servirá de mucho- murmuró Spike mirando las pobres defensas que habían levantado.

-    Pero… esto es o fue una iglesia.- Joyce quiso encontrar un resquicio de esperanza:- ¿A los vampiros no les están prohibidos los recintos sagrados?

-     ¿Acaso no ve ya aquí un vampiro? Los cementerios son tierra consagrada y son nuestro lugar natural. Me temo que esa teoría suya no funciona. De momento las cruces les detendrán, pero sólo hasta que reúnan el número suficiente o el valor para arriesgarse a unas cuantas quemaduras

 

 

           Las nubes que antes se amontonaban en el cielo se estaban dispersando y la amenaza de tormenta iba a pasar sin descargar. Ahora la noche parecía más apacible, pero la verdadera amenaza estaba tomando posiciones en el exterior de la capilla en ruinas donde se refugiaban dos mujeres y un vampiro. Con la nueva claridad de la luna llena en un cielo casi despejado, los sitiados podían observar con nitidez lo que ocurría en las inmediaciones. Incluso, a unos doscientos metros, podían divisar la cripta de Spike. Pero lo que atraía toda su atención estaba mucho más cerca. Primero fueron tres vampiros, uno de ellos el que había hablado anteriormente con Spike. Se quedaron entre los árboles próximos un tanto indecisos y hablaron entre ellos, deliberando quizás sobre qué hacer. No presentaban un aspecto muy aguerrido y Spike pensó que o no tenían mucha hambre o eran muy cobardes, porque a otros de su especie la visión apetitosa de Joyce y sobre todo de Dawn les habría impulsado ya a lanzarse al ataque. Uno se marchó y Spike pensó que era el momento ideal para intentar romper el cerco, pero justo cuando se disponía a abrir el simulacro de puerta reapareció en compañía de una pareja: una chica joven y fuerte y otro tipo desgarbado. 

  Podía haberse enfrentado a dos, pero cinco era algo inasequible, por poco heroicos que parecieran.

          Envalentonados por el número, se acercaron un poco más.

-          No tenéis nada que hacer. Salid de una vez – gritó el conocido de Harmony, aparentemente el cabecilla.

-          Salid de ahí o entraremos a sacaros – rubricó otro.

Lo harían. Era sólo cuestión de tiempo que se decidieran. De poco tiempo. Spike recorrió en unas pocas zancadas el breve espacio entre la puerta y otro de los huecos de la pared, aunque sin poder acercarse por la cruz que Joyce había colocado allí. Se sentía como un animal enjaulado y las miradas angustiadas que le dirigían Joyce y Dawn sólo conseguían que sus pensamientos fueran aún más sombríos. Ellas ponían toda su esperanza en él y en que las sacaría de aquella trampa. Y la verdad era que tenían que escapar antes de que los vampiros se lanzaran en masa contra ellos, pero la situación se estaba poniendo jodidamente difícil. Algo tenía que intentar. No quedaba más remedio.

-    Ahora tendrán que confiar en mí. Intentaré engañarlos y entretenerlos un poco pero para eso necesito acercarme más a ellos. Joyce, en cuanto empiece la diversión corra hacia la cripta. Allí no han sido invitados y no pueden entrar. -Se agachó junto a Dawn.- Para aproximarme, necesito tu ayuda. Fingiremos que te ofrezco como moneda de cambio. Cuando te suelte, echa a correr tú también hacia la cripta, ¿de acuerdo?

Dawn asintió con la cabeza sin decir ni media palabra. Estaba pálida, casi tanto como Spike. Joyce también sentía la boca reseca y las palmas de las manos sudorosas. Sólo la aparente calma de Spike le hacía sentir la evidentemente engañosa sensación de que todo estaba bajo control. Spike se volvió hacia ella para indicarle:

-          Que Dawn lleve alguna cruz de esas pequeñas escondida entre sus ropas. 

Spike por su parte buscó un trozo de madera que pudiera utilizar como estaca, mientras Joyce ayudaba a Dawn a ocultar un crucifijo metálico entre la cintura del pantalón y la chaqueta. Luego madre e hija se fundieron en un abrazo de despedida breve y silencioso.

Era el momento. Spike se dirigió hacia la niña.

-    Bueno, Dawn, tú y yo empezamos la aventura. –Le dedicó una sonrisa cómplice- Aprovecha, ahora puedes patalear, pegarme y arañarme todo lo que quieras.

-    Ahora estoy demasiado asustada- musitó ella. Sin pensarlo, se abrazó a su cuello, con la conducta instintiva de los cachorros que buscan protección. Spike en uno de sus reacciones impredecibles, la besó en la mejilla, como a la hermana pequeña que nunca había tenido. Luego le dedicó una sonrisa llena de ánimo.- Vamos, Dawn, tú eres una chica valiente.

-   No te creas que tanto- murmuró con un hilo de voz la niña.

       Él no discutió, pero le revolvió el pelo en una gesto travieso que tenía mucho de caricia. A continuación la cargó como un paquete bajo su brazo izquierdo. El vampiro reprimió un grito y un gesto de dolor- Si procuras que la cruz no toque mi carne, te lo agradeceré.

-    Lo siento.

Spike transformó su rostro.

-    ¿Preparada? ¡Vamos!

 

 

 

A los vampiros les tomó por sorpresa su salida. Tardaron en reaccionar y eso le permitió a Spike elegir un poco su posición: fue hacia el grupo de tres que estaban a su derecha, los más próximos a la cripta. Eso, con suerte, le permitiría interponerse y proteger la huida de Dawn.

- ¡Spike! ¿Eras tú? – El amigo de Harm, desconfiado, hacía gestos apremiantes para que los demás se le unieran. Spike vigilaba sus movimientos. No podía dejar que le rodearan, necesitaba libre la ruta de escape para Dawn, pero también tenía que alejarlos de Joyce y, sobre todo, estar lo suficientemente cerca de ellos para que sus puños pudieran mantenerlos un rato ocupados. El resto dependería de si las piernas de las mujeres eran lo bastante rápidas.

- Claro que soy yo.

Spike se acercó despacio, controlando la posición de cada uno de aquellos tipos y vigilando que no cerraran el paso hacia la cripta

-    ¿Desde cuándo te dedicas a proteger humanas?

-    ¿Protegerlas? ¿Qué os metéis ahora en la sangre para alucinar tanto? Sólo estaba preparándome la cena.

-    ¿Y para eso te escondes detrás de cruces?

No les iba a engañar, pero Spike siguió avanzando con su sonrisa de lobo en la boca.

-    Ha sido un malentendido. Podemos repartir la comida. ¡Venga, chicos! Hagamos un trato. Os traigo a la chica en señal de buena voluntad. Pensaba disfrutarla un poco, antes de hincarle el diente, pero si queréis la compartimos. Tiene que ser deliciosa…

Estaba ya a unos cinco metros del vampiro más cercano y supo que no habría otra oportunidad mejor. Fue muy rápido. Dejó a Dawn en el suelo y mientras le gritaba que corriera se abalanzó sobre el primer vampiro. Su propio impulso le hizo caer al suelo cuando el cuerpo estacado se disolvió en una explosión de polvo bajo él. Entonces los otros dos se lanzaron contra Spike. Él rodó sobre su cuerpo para esquivar el ataque del primero y con una patada contra la cara logró quitárselo de encima por el momento. Se puso en pie para enfrentarse al amigo de Harmony en cuyos ojos pudo ver las peores intenciones y, algo más preocupante, una maligna inteligencia. La parte buena era que Dawn estaba muy cerca de la cripta. La parte mala era que no había conseguido atraer la atención de los dos vampiros restantes que habían preferido perseguir a Dawn y que, aunque no la iban a alcanzar, tendrían ciertas posibilidades contra Joyce quien también corría desde otro ángulo hacia la cripta.

Los acontecimientos se desarrollaron a una velocidad de vértigo. De sus dos contrincantes, el que había recibido la patada, más temerario y estúpido, volvió a lanzarse contra Spike enzarzándose en un cuerpo a cuerpo en el que el rubio demostró clara superioridad, pero que dificultó su libertad de movimientos durante algo de tiempo. Fue el momento que aprovechó el conocido de Harmony para atacarle él también. Mientras, intentaba zafarse del primer vampiro, el segundo le golpeó con una piedra grande en la espalda. Spìke se revolvió intentando hacer frente a los dos simultáneamente. Esquivó los golpes del cabecilla pero se concentró en deshacerse cuanto antes del otro. Lo consiguió pronto. Era muy torpe y descuidaba demasiado su defensa por lo que unos segundo después, Spike conseguía clavarle la estaca en un movimiento preciso y letal. Sólo le quedaba uno, aparte de los dos que perseguían a las mujeres.

Vampiro contra vampiro. Spike habría tenido oportunidades si no fuera porque el golpe con la piedra seguro que le había roto más de un par de costillas y el dolor y el agotamiento le pasaban factura. Durante un instante se miraron, calibrando las fuerzas del oponente. Después, lanzando un alarido animal, su enemigo volvió a abalanzarse contra Spike. Rodaron los dos por el suelo en un abrazo mortal. Puños, patadas, colmillos, los dos golpeaban y recibían, sangraban, mordían, desgarraban. Eran como dos lobos en una lucha en que se disputaban algo más importante que la vida. Olvidados del dolor, sus dentelladas buscaban con ansia la carne del otro, mientras rodaban por el suelo en una confusión de miembros y golpes.

Spike apenas sintió el mordisco. Su dolor se confundió con otros dolores y en el fragor de la pelea casi le habría pasado desapercibido, pero la calidez húmeda que empapaba su pantalón por instantes, el avance escandaloso de la sangre saliendo a borbotones, le hizo comprender de inmediato que aquello era definitivo. Le había seccionado la femoral y apenas podría mantenerse en pie unos segundos más. Su atacante, al creerse ya vencedor, cometió el error de confiarse demasiado. Spike, no supo cómo, reunió todas sus últimas fuerzas y, en un giro inverosímil, se inclinó sobre él asestándole el golpe definitivo en el corazón que lo disolvió en polvo al momento.

Spike se tambaleó. Aquello era el condenado final, pero al menos, lo había conseguido. Había salvado a la familia de la cazadora: Dawn estaba ya en la cripta y a Joyce le quedaban unas docenas de metros. Los recorrería sin problemas, porque la pareja de vampiros que había ido tras las mujeres, abandonaban su presa y volvían sobre sus pasos para rematarle a él.

Apoyó su espalda contra un tronco y esperó. Quizá, si no se desvanecía antes, podría morir de pie.

 

 

 

Lo que ocurrió a continuación, Spike no lo habría esperado jamás.

 

Joyce notó que dejaban de perseguirla, vio que Spike estaba al borde de sus fuerzas y que los vampiros iban ahora a por él. Se paró. Dudó una décima de segundo. Comprobó que Dawn estaba a salvo y luego tomó una estúpida, irracional y generosa decisión. Quizá fuera que ella también tenía la sangre valiente de la cazadora. Enarboló otra de aquellas cruces de la capilla y se dirigió al lugar donde Spike acababa de hincar la rodilla en tierra.

-         Pero ¿qué hace…? Joyce, corra a la cripta.

 

Exhibiendo la cruz ante la pareja de vampiros atemorizados, consiguió llegar hasta Spike. Le tomó del brazo. Apoyándose en la mujer, el vampiro rubio logró ponerse otra vez en pie. Ahora les era imposible volver hacia la cripta, porque los vampiros les cerraban el paso en aquella dirección, y si bien el crucifijo les mantenía a cierta distancia, gruñían amenazadores, dispuestos a saltarles al cuello a la mínima oportunidad.

Joyce y Spike, juntos, parapetados tras el crucifijo que a duras penas mantenía a raya a los dos vampiros, retrocedieron lentamente hasta refugiarse de nuevo tras las paredes semiderruidas de la capilla.

Fue un paseo angustioso durante el cual Joyce pensó que cada paso podía ser el último y en el que Spike agotó sus últimas reservas de energía. Apenas entraron en el recinto, el vampiro se desplomó sin sentido.

 

 

 

Cuando recobró el conocimiento, lo primero que vio fue el rostro angustiado de Joyce inclinado sobre él. Estaba tumbado en el suelo, en mitad de un gran charco de su propia sangre. Sin embargo, la hemorragia se había detenido. Joyce le había quitado el cinturón y lo había utilizado para hacerle un torniquete en la parte alta del muslo. Se sentía increíblemente débil. Intentó incorporarse pero sólo consiguió mover un poco la cabeza. Lo justo para apreciar la magnitud de su herida, una enorme dentellada que había desgarrado la masa muscular y que había estado a punto de vaciar todas sus venas.

-          ¿Cómo te encuentras?

En lugar de responder a la solicitud de Joyce, Spike preguntó a su vez:

-          ¿Por qué no me ha obedecido?

Joyce dio una explicación aparentemente sencilla.

-          No podía llegar hasta la cripta contigo.

Spike entornó los ojos. No tenía fuerzas para discutir y lo que había hecho Joyce era una verdadera muestra de valor que le agradecía, pero se sentía demasiado agotado para esconder la verdad.

- Ha sido un error. Pudo ponerse a salvo. Yo estoy acabado, Joyce. –Miró a las estrellas a través de la techumbre inexistente.- En cuanto salga el sol, será el fin

-        Buffy llegará dentro de unas horas y nos rescatará.

Spike no dijo nada pero sabía que Buffy llegaría demasiado tarde. De día. Para entonces él ya sería un montón de ceniza y no habría podido impedir que aquellos hijos demala madre se cebaran con una presa tan fácil como Joyce, sola entre aquellas paredes ruinosas.

Probablemente Joyce también era consciente de eso, pero también guardaba en silencio sus miedos. Una mujer muy valiente la madre de la cazadora. Bueno, ahora tenía que recuperar fuerzas y luego intentaría pensar cómo salir del atolladero. Al menos Dawn ya no corría peligro. De momento.

 

  Se dejó vencer por un sueño al que no podía oponerse sumergiéndose en una duermevela inquieta, asaltada por sensaciones confusas y amenazadoras. Era un sopor reptante, viscoso como la sangre que se resecaba sobre sus ropas, casi táctil. No supo cuánto tiempo tardó en despertar, quizá sólo unos minutos. Cuando volvió a recuperar su lucidez notó que el rato de descanso había sido muy reparador. Estaba tan débil como antes, pero al menos se sentía capaz de pensar con claridad. Joyce seguía a su lado, velándole. Intentó incorporarse.

-          ¿Quieres que te ayude? –le ofreció.

-    Sí, por favor. – Con la ayuda femenina, consiguió quedar sentado y apoyar la espalda contra la pared.

  Bolita de Nieve, el gatito que Dawn había traído en sus brazos, se acercó ronroneando y se frotó mimoso contra las piernas de Spike. Después empezó a morder juguetón una de sus botas.

       De fuera les llegaban los gritos intimidatorios de la pareja de vampiros.

-    ¿Crees que intentarán entrar? –preguntó Joyce.

-    No creo. Si no lo han hecho ya, es porque son demasiado cobardes para arriesgarse. Por lo menos no creo que ataquen mientras no estén seguros de que yo haya muerto. –La cara de Joyce se ensombreció aún más. Spike le dedicó una sonrisa- No se preocupe, de momento no tengo intención de hacerlo. Desangrarnos no es uno de los métodos admitidos de aniquilación vampírica. Me recuperaré, al menos de la herida.

-    Pero estás muy débil…

-    Sí. –Él lo sabía mejor que nadie- Tengo que alimentarme. Necesito sangre.

El brazo de Spike se alargó hasta Bolita y lo cogió. Lo trajo hasta depositarlo sobre su pecho donde el cachorrillo empezó a mordisquear uno de los botones de su camisa. Joyce miraba fascinada, sin poder apartar la vista de la tierna imagen del gatito juguetón al comprender el destino que le esperaba. Spike elevó sus ojos hacia ella.

   -     Quizá sea mejor que no vea esto.

Joyce asintió sin poder articular palabra. Se volvió de espaldas y se alejó unos metros, lo que no le evitó oír tras ella el sonido con que el rostro de Spike se transformaba en vampiro.

 

 

 

 

Cuando volvió a mirarle de frente, se había propuesto no mencionar el incidente. No mirar siquiera a la cara de su compañero, pero los ojos se le fueron al cuerpecillo inerte que, como un peluche roto, yacía junto al de Spike. Estaban cercados y corrían peligro de muerte. Ante eso era absurdo preocuparse por el destino de un animal, pero no pudo evitarlo. Sintió que la emoción le atenazaba la garganta y fingió recolocar las cruces de la entrada para que Spike no advirtiera su turbación.

Fue él sin embargo quien habló:

-          Desagradable, ¿verdad?

-          Natural, supongo.

-          Una naturaleza desagradable.

“No más que la de otros animales carniceros, como el hombre”- pensó Joyce que debería decir, pero no lo hizo. Sentía que no era lo mismo y no deseaba mentir a Spike con palabras corteses para quedar bien. Supo que él no lo habría admitido.

Spike humilló la mirada. Seguramente no estaba avergonzado. -No tenía de qué avergonzarse, era su esencia-, pero sí quizás por primera vez, se sentía incómodo, no orgulloso. Sabía que Joyce lo aceptaba como era y eso hacía que ser así le causara un gran dolor. Frente a Buffy podía alardear de su poder de depredador, pero no ante Joyce, comprensiva y maternal. Como un niño que gallea de sus cicatrices ante los amigos, pero que no puede ocultar el dolor y las lágrimas y la rabia ante su madre.

Joyce se había quitado un pañuelo de seda que llevaba al cuello y lo había empapado en el agua de lluvia recogida en la concavidad de una losa. Se acercó a él en silencio. Un silencio humilde, sin reproches ni preguntas, servicial, mientras sus manos casi acariciaban el muslo de Spike cuando limpiaba la herida y él, dócil, la dejaba hacer. No pudo evitar pensar que ahora Joyce conocía la verdadera dimensión de su naturaleza y comprendía por qué Buffy acababa con seres como él.

Y, a pesar de eso, ella le estaba curando.

 

 

 

Pasaron un par de horas de tensa ociosidad. La pareja de vampiros seguía fuera, rondando la capilla como un par de fieras que acecharan para caer sobre la presa. Aunque la previsión de Spike parecía correcta: Se limitaban a esperar su oportunidad sin arriesgarse a un enfrentamiento directo. Spike se sentía mejor. Sus tejidos se iban regenerando a una velocidad casi milagrosa. La falta de sangre seguía siéndole motivo de preocupante debilidad, pero el dolor se hacía más soportable y su pierna mejoraba a ojos vistas, hasta el punto de que poco después consiguió ponerse en pie y algo más tarde, se sintió incluso capaz de andar apoyándose en el hombro de Joyce.

- ¿Qué vamos a hacer, Spike?

- Esperaremos nosotros también al amanecer.- Joyce le miró confundida. A primera vista no parecía un gran plan, pero se guardó muy mucho de expresar ningunaoposición. Confiaba en Spike. Tampoco tenía otra. El vampiro, contra su costumbre, se dignó explicar las razones de su decisión.- Ahora no podemos hacer nada y cuanto más tiempo pase, más fuerzas recuperaré. Además, si se acerca el alba, ellos también son más vulnerables. Quizás decidan abandonar antes y si no... será el momento de intentar algo.

- Entiendo.- El asentimieto de Joyce suponía una total aceptación de las decisiones que tomara Spike; sin embargo estaba preñado de angustia. Joyce, como él, era plenamente consciente de lo dificil que estaba poniéndose la situación. Spike intentó desdramatizar.

  Hoy nos vamos a perder Pasiones, ¿eh?

Joyce sonrió.

-    Me conformo con verlo mañana.

-    De acuerdo, lo tomo como un reto personal. Pero sigue en pie la apuesta sobre si Shirley se acuesta o no con el vecino. Estoy seguro de que ésa la gano.

-    Me encantará pagártela, te lo aseguro. –Joyce titubeó un poco antes de acometer un asunto al que llevaba tiempo dando vueltas.- No sé si vamos a morir, Spike, pero... quiero que me hagas un favor.

Spike la miró sorprendido. Subrayó su mirada inquisitiva y ligeramente expectante enarcando su ceja izquierda.

-          ¿Yo? ¿A usted?

Joyce cayó de pronto en lo equívoca que resultaba su frase. Se ruborizó como una colegiala.

-          No... no quiero decir que... – tartamudeó.- Lo que te iba a pedir no tiene nada que ver con...Oh, Dios mío, ¡no es lo que estás pensando!

-          Yo no estoy pensando... – mintió Spike. Luego, divertido, la miró desafiante- ¿Tengo que pensar algo?

-          ¡No, por supuesto!

El vampiro rió a carcajadas y su risa disolvió el azoramiento de Joyce que, finalmente, se encontró dibujando ella también una sonrisa.

-          Eres malvado, Spike.

-          Eso lo sabe todo el mundo, Joyce –ratificó él, dedicándole un guiño cómplice.- Pero que conste que si mi maldad no persiste por ese camino no es porque no la considere muy atractiva.

El halago provocó una nueva sonrisa agradecida de Joyce. La verdad, no entendía por qué Buffy siempre estaba rezongando contra Spike, a ella le parecía un chico encantador y cuanto más lo trataba, más se reafirmaba en esa opinión. En cualquier caso, el tiempo apremiaba y no quería perderse en requiebros.

-    Necesito contarte algo.

-    ¿Cree que soy el más adecuado para las confidencias? Generalmente se me considera un tipo del que nadie se puede fiar. Quizás Giles…

-    No. – Negó tan categóricamente, que se sintió obligada a dar una explicación difusa- Con Giles me resultaría embarazoso hablar.

Spike la miró y algo semejante a la sorpresa cruzó su mirada. Pero no dijo nada. Se limitó a asentir.

-    Ah.

       Fue Joyce ahora la que se quedó con la boca abierta porque era evidente que Spike había comprendido la causa de su apuro en intimar de nuevo con Giles. ¿Cómo lo haría? O era increíblemente perceptivo e inteligente o tenía algún tipo de magia vampírica que ella desconocía. El hecho era que aunque ahora quizás debería sentirse incómoda porque alguien más sabía que se había acostado con el Vigilante. Pero en realidad, no le ocurría. Seguramente porque Spike era lo suficientemente depravado como para que al lado de los suyos, su “pecadillo” pareciera insignificante. Sí, definitivamente los monstruos tenían ciertas ventajas como confidentes. Aunque probablemente no era por eso, sino por la actitud de Spike: no juzgaba, no hacía comentarios, sólo escuchaba. Joyce le agradeció infinito que a ella la dejara al margen de sus acerados sarcasmos. Era como si tuviera una bula especial con el vampiro, un privilegio del que nadie más disfrutaba y que la hacía sentir relajada en su compañía.

- Además, tú eres más fuerte que Giles. Me parece que no bastará con libros.  Si es necesaria la violencia, tú podrás defenderlas mejor.

- ¿Defenderlas?

- A Buffy y a Dawn, a mis dos hijas; pero sobre todo a Buffy. Su vida suele ser más peligrosa.

La voz de Spike se volvió muy seria, cuando un momento después decidió responder:

- Suponiendo que yo pudiera hacer algo, no creo que Buffy me aceptara como su protector.

- Pero tú lo intentarás. Lo sé. Sé que tú no la abandonarás, ¿verdad? – Spike guardó silencio y Joyce se sintió obligada a sincerarse aún más.- Sabes que me han hecho unas pruebas. Los médicos dicen que está todo bien, o eso es lo que me cuentan a mí. –Sonrió.- Seguramente son sólo nervios y mi mente calenturienta, pero… me siento intranquila.- Joyce se decidió a afrontar la angustia que le atenazaba desde semanas atrás, hundiendo su mirada en los serenos ojos azules de Spike- ¿Crees que puede ser una premonición? Yo nunca he creído mucho en esas cosas, pero, claro, tampoco creía en vampiros y monstruos… Dime, Spike, cuando vas a morir ¿lo sabes?

- Mi muerte fue un tanto… precipitada. Y además, en el fondo, creo que yo la busqué. En parte, deseaba morir. – Eso era otra sorpresa. ¿Qué podía haberle hecho tanto daño como para anhelar la muerte. Él quitó hierro a la confesión con una sonrisa.- ¡Una tontería de juventud!

 

 

 

- A mí me da miedo morir –reconoció Joyce.- Tengo miedo de abandonar esta vida y dejar a mis hijas. Son tan jóvenes... Buffy es muy fuerte, pero sólo tiene fuerza física. No es más que una estudiante con demasiadas responsabilidades y demasiados peligros que afrontar. Cuidará de Dawn, por supuesto, pero a veces me pregunto si podrá siquiera cuidar de sí misma. Me preocupa. Sí, me preocupa mucho Buffy.

-    A mí también.- Joyce le miró interrogante. ¿Era aquélla la forma que tenía Spike de confortar a una madre angustiada? Pero entonces el vampiro se frotaba el mentón.- Pega tan duro… -Joyce tuvo que sonreír ante la broma. Spike continuaba:- Le voy a contar un secreto, Joyce: para mi desgracia no hay monstruo que pueda con su hija. Creo que acabará con todos nosotros antes de que podamos hacerle ni un poquito de daño.

-    Spike, eres un chico estupendo.

-    Me temo que tiene un concepto un poco equivocado de mí. 

-    Sí, eso diría Buffy, pero entre tú y yo, los dos sabemos que a veces Buffy es una cabezota incapaz de reconocer sus errores.- Joyce continauba:- Spike, si salimos de ésta… quiero que me prometas que vas a cuidar de ellas. Tú eres muy fuerte y valiente Ya sé que Buffy y tú estáis enfrentados, que sois enemigos naturales y que siempre os estáis insultando y  dándoos palizas, pero… no creo que la odies tanto… Los que siempre se están peleando, en el fondo, acaban apreciándose. Como Hank, mi marido, y yo, no podíamos vivir juntos y a veces me parecía el hombre más irresponsable e insufrible del mundo, pero tantos años de convivencia, crean lazos. Así que he pensado que igual tú, quizás también te sientas un poco unido a Buffy; Lo justo para echarle una mano si tiene problemas –La mirada de Spike se perdió en el vacío y guardó un extraño silencio, hasta el punto de que Joyce pensó que quizás lo había ofendido. Tal vez había ido demasiado lejos, Tal vez estaba forzando al vampiro a comprometerse en algo que repugnaba su naturaleza, pero… necesitaba encontrar una pequeña seguridad en un momento angustioso de su existencia. Insistió:- Es que he pensado que en el fondo igual sí la quieres un poquito, ¿no Spike?

Joyce, casi con miedo, esperó una respuesta que su interlocutor tardó en conceder. Finalmente, evitando mirarla, la voz de Spike, intensamente seria, pareció volver de un abismo y rodó entre el silencio solemne de las ruinas en la noche.

-          Un poquito, sí.

 

 

 

 

 

Callaron los dos. Spike, por primera vez sombrío además de reservado, se hundió en sus pensamientos.

¿Qué si quería a la cazadora? Sólo la cantidad justa de amor para destrozar por completo su existencia. Mataría y moriría por ella. Literalmente. Ella llenaba de sed, incendios y sombra sus sueños. Noches pobladas de oscuros destellos, de la agonía de pétalos deshojados, y cimas de glaciares inalcanzables. Buffy Summers. Debía de ser como un virus que atacaba a algunos vampiros. En Angel la enfermedad había hecho estragos y en él, Spike, llevaba un camino semejante, si no peor.  Se suponía  que ellos tenían que odiar a la cazadora, pero,  a saber por qué burla del destino por lo que se veía, a veces había cambio de planes. En cualquier caso, el Destino o  quien lo hubiera planeado así, o debía de ser un gran bromista o no le caían muy bien los no-muertos. Ahí estaba Angel con su maldición. Y ahí estaba él, sólo con mala suerte, o con una buena dosis de estupidez por su parte, pero los dos enamorados hasta las cachas. Y los dos bien jodidos. Por Angel no lo sentía, claro, pero  por su parte… Resultaba patético y si no se diera asco, se daría pena. Sí, quería a Buffy Summers y ese detalle convertía su existencia en una penosa equivocación. O mejor dicho en una grandísima putada.

“En cualquier caso, no se preocupe, señora Summers, -dictaminó para sus adentros- la historia no se va a repetir: no hay ningún peligro de que su hija acabe en mi cama. Puede estar tranquila”.

 

       Joyce interrumpió su silencio porque necesitaba asegurarse antes de zanjar la cuestión:

-          Entonces, Spike, ¿cuidarás de Buffy? ¿de mis hijas?

-          Se lo prometo.

-          Eres una buena persona.

Spike esbozó una sonrisa desengañada:

-          Hágame un favor: Guárdeme el secreto. - Sin embargo, también él tenía sus dudas- Pero…¿cree que es una buena idea? ¿Cree que puede fiarse de en mí? Si no fuera por el chip…

-          Pero tienes el chip y quieres a Buffy y eres fuerte. Sin duda, eres mi mejor opción.

-          No sabe lo que está diciendo, Joyce- replicó con cierta amargura.

-          Claro que lo sé. –La convicción de Joyce sorprendió a Spike. Le sorprendió aún más cómo miró al fondo de sus pupilas y pronunció unas palabras rebosantes de sinceridad, que él jamás había esperado.- Confío plenamente en ti.

 

Ante aquello, Spike se sintió por completo desarmado.Oír aquello era algo que jamás había esperado. Ni de Joyce ni de nadie. Por un momento recuperó aquella lejanísima sensación de cuando el mundo era acogedor y cálido y un niño sensible y tímido recibía amor y caricias de una madre que le sonreía y aseguraba que él era el tesoro más preciado sobre la faz de la tierra. Y el niño lo creía porque la palabra de su madre era la fuerza más poderosa en su universo infantil. Cierta como la luz del sol. ESe sol que ya nunca acariciaba la piel de Spike. al devolverle aquello, Joyce le hacía un regalo de incalculable valor.

-          Gracias. Yo... haré todo lo posible por no defraudarla- prometió

 

 

 

 

Se acercaba el amanecer. La negrura aterciopelada de la noche estaba dejando paso a un gris sin matices que cada vez se tornaba más claro. Al este el cielo adquiría una blancura lechosa, preludio del sol que aún tardaría aún varios minutos en salir, pero que ya se anunciaba próximo.

 

       - Bueno, se acerca el momento. Pronto tendremos que actuar. Si jugamos bien nuestras cartas, podrá ponerse a salvo Yo saldré primero y procuraré mantenerlos ocupados un rato. En cuanto vea el camino libre, reúnase con Dawn. Y esta vez, Joyce, por favor, obedézcame: corra hacia la cripta y no mire atrás.

    -    Pero ¿y tú?

-    Usted encárguese sólo de ponerse a salvo y no se preocupe por mí- Intentó tranquilizarla- Además, seguro que no hay motivo para inquietarse: Ésos son los esbirros de Harmony. Por fuerza tienen que ser lo más inútil del submundo. Yo valgo bastante más que ellos y lo consideraré una ofensa, si no lo piensa así.

-    ¿Por qué haces esto, Spike?

-    ¿Esto? ¿A qué se refiere?

-    A arriesgar tu vida por salvarnos.

-    Pues… creo que está muy claro, señora Summers, porque si les pasa algo, su hija la mayor hará en mí demostración de su habilidad con la estaca.

     A Joyce aquello no le sonó del todo convincente. Quizá era que ella se negaba a ver lo evidente o que no estaba tan acostumbrada a tratar con vampiros depravados como su hija, pero había algo en Spike que le resultaba muy conocido y que finalmente, había conseguido identificar: era la negativa adolescente a mostrarse vulnerable, la necesidad de aparentar ser dueño de la situación y enmascarar los sentimientos con sarcasmos.

  Spike se acercó a la puerta. Oteó el exterior y calculó, por última vez, la distancia y el tiempo que tardaría en llegar hasta los vampiros apostados fuera. Joyce comprendió que en segundos se libraría la batalla decisiva.

- Ahora daría cualquier cosa por unas caladas a un cigarrillo –murmuró Spike para sí.

-    A mí no me molesta que fumes.

“Pero al parecer a otras personas sí.”– Pensó Spike.

-    Me ha desaparecido el tabaco, así que me tendré que aguantar –se limitó a decir. Sin más, retiró la madera que hacía de puerta y avanzó, cojeando, hacia sus oponentes.

 

 

 

       

Nada más verlo, los dos vampiros se pusieron en guardia. Si tuvieron un momento de vacilación, la notoria cojera de Spike y su  aspecto demacrado y doliente, los envalentonó lo suficiente como para hacerle frente.

       El vampiro rubio avanzaba despacio, tomándose su tiempo, calculando por dónde le iba a llegar el primer ataque.

       Como había supuesto, fue simultáneo. La pareja de vampiros cruzaron una mirada de inteligencia y se lanzaron contra Spike cada uno por un flanco distinto. Perfecto. Era la oportunidad ideal para Joyce. Además, el sol estaba saliendo y -Spike lo sabía de sobra- sus primeros rayos creaban una ancha franja de luz que cruzaba ante la entrada de su cripta. Era el camino ideal para Joyce, tan protegido como si la mismísima guardia a caballo de Su Graciosa Majestad estuviera allí para escoltarla. 

       Se concentró en su parte, que era sencilla. Encajó un par de golpes, cayó al suelo, recibió una patada en las costillas y aguantó otros dos puñetazos que le hicieron dudar si no sería que el tiempo retrocedía y el cielo se cubría otra vez de estrellas.

       Entonces la chica se inclinó sobre él para pegarle en el rostro. Aunque débil, Spike estaba demasiado curtido en peleas como para perder aquella oportunidad. Aprovechó el momento de más precario equilibrio de la mujer y con su pierna izquierda trabó las de ella que cayó a su lado. Lanzó un puñado de tierra a los ojos del varón y en el desconcierto que había conseguido crear, logró ponerse en pie. Descargó contra la vampiro una patada sin mucha fuerza (Su pierna no estaba para alardes) y se encaró con el otro dispuesto a no desperdiciar la breve igualdad de fuerzas que había conseguido imponer. Avanzó contra él con una serie de puñetazos seguidos que lo hicieron retroceder hasta el límite del sol y la sombra. Su enemigo cayó al suelo y reculó unos metros hasta que su brazo quedó fuera de la zona de oscuridad. Un alarido inhumano salió de su garganta al tiempo que unas columnillas de humo se elevaban de su cuerpo. El chasquido de la piel chamuscándose que acompañó al olor inconfundible de la carne quemada aumentó su terror. Cuando quiso escapar de la luz, volvió a encontrarse con los puños de Spike que de nuevo lo enviaron a seguir tostándose bajo la luz rosácea del amanecer. Incapaz de pensar en otra cosa que no fuera escapar de aquella tortura, el vampiro se puso en pie y se le vino encima buscando protegerse entre las sombras. Si hubiera tenido una estaca, habría sido muy fácil acabar con él, pero sólo con las manos desnudas, Spike prefirió dejar que huyera y reservar sus últimas fuerzas para la vampiro que había derribado anteriormente. No fue necesario. Al contemplar lo que le había ocurrido a su compañero y comprendiendo que habían perdido definitivamente la presa, ella también desistió. Volvió la espalda y echó a correr en busca de un lugar donde refugiarse hasta la noche en lo más profundo del cementerio.

 

       Spike estaba molido. Despacio, se volvió a mirar la entrada de su cripta. Separado de ellas por la frontera infranqueable que imponía aquella restallante luminosidad, vio las caras serias de Dawn y Joyce que habían asistido al desenlace de la pelea con el corazón encogido. Spike les sonrió. Podía sentirse orgulloso. A pesar de las dificultades, había conseguido salvarlas. La cazadora no podría quejarse de él.

 

 

 

 

        Joyce llegó hasta él cargada con su gabardina y una manta.

  - ¿Le he dicho ya, señora Summers, que me encanta cuando me desobedece?

-    He supuesto que lo de no preocuparme por ti no rige cuando los vampiros ya han desaparecido.

  Spike se cubrió con la manta y se dispuso a emprender su última renqueante carrera del día.

 

       Cuando, con partes ya algo humeantes, se lanzó de cabeza a la acogedora oscuridad de su cripta, se encontró con que Dawn, después de abrazarse a su madre, se le echó también encima con la emotiva espontaneidad que sólo una niña podía poner en su comportamiento. Spike, tan inhabituado a aquella efusividad, se quedó sin saber como reaccionar. Luego, se le puso una sonrisa tonta y, le acarició un poco torpemente la cabeza, dejándose achuchar hasta que fingidamente protestó:

-    Bueno, bueno…que me vas a asfixiar. A ver si después de deshacerme de esos inútiles, una pequeñaja como tú me va a dejar sin respiración.     

-    Buffy dice que tú no tienes respiración.

-    Buffy no sabe ni la mitad de lo que debería sobre mí. Y tú no tienes por qué ir tan de listilla como tu hermana.

  Se les acercó Joyce, por primera vez también relajada y contenta al verse los tres finalmente a salvo.

-    Spike tiene razón, Dawn. Deberíamos dejarle un poco tranquilo para que se recupere.

-    Por lo menos -ratificó el vampiro-, voy a cambiarme de pantalones. Éstos los tengo empapados en sangre. Pero lo primero es alimentarme. Necesito meterme en el cuerpo toda la sangre que he perdido.

       Cogió del frigorífico un par de bolsas de oscuro líquido que se llevó bajo el brazo hacia el sótano, la parte más privada de su morada. Joyce tenia dudas de que pudiera arreglárselas con tan parcos medios.

   -    Tu herida era muy seria. ¿No tienes un botiquín?

-    ¿Un botiquín? – Spike la miró con cierta sorna. Si no fuera por el dolor que aún le atenazaba y por el respeto que le merecía Joyce, le habría preguntado si a continuación le iba a pedir también un molde para puding o una vaporetta. En lugar de eso, se limitó a negar.- No se preocupe, Joyce. Si no nos desintegramos, los vampiros nos recuperamos pronto. De todas formas, puede hacer vendas rompiendo una sábana. Están ahí. Y yo me encargo de administrarme el mejor desinfectante: búrbon, aplicado por dentro y por fuera.

 

 

 

 

 

Unos minutos después Joyce, cargada con una buena cantidad de vendas, un recipiente de agua tibia y la petaca de whisky, pedía permiso para entrar al sótano. Spike estaba sentado sobre una lápida donde acababa de apurar la última bolsa de sangre.

Mientras limpiaba su herida y le vendaba, Spike pidió:

-    Joyce,.... no le diga a Buffy que no he sabido defenderlas.

-    ¡Pero si nos has salvado la vida!

-    Una noche sitiados por una panda de vampiros, varias peleas y figurar como plato principal de la cena de esos bastardos no creo que la cazadora lo considere la velada ideal para su madre y su hermana. Seguro que ella no estaría muy contenta con cómo han rodado las cosas esta noche. La conozco y sé perfectamente las cosas que me diría. Quiero decir que… ya tiene suficientes problemas y no serviría de nada aumentar sus preocupaciones. No deberíamos angustiarla con algo que ya ha acabado y no ha tenido trascendencia. - ¿A quién quería engañar? Spike bajó la guardia y optó por la sinceridad.- No soportaría darle otro motivo para que me desprecie más.

       Joyce lo miró intentando descifrar el enigma que Spike empezaba a ser para ella. Asintió.

-    De acuerdo. Y me encargaré de que tampoco Dawn diga nada.

-    ¿Cómo lo va a conseguir?

-    ¿Ocultarle algo a su hermana? ¡Lo hará encantada! – Casi había acabado. Joyce Recogió los trapos enrojecidos mientras él se levantaba para ponerse los pantalones. - Spike… ¿no has pensado en dar un nuevo rumbo a tu vida?

-    ¿A mi no-vida, quiere decir? ¿Algo así como ir a “Vampiros Anónimos” o a la “Asociación-De-Demonios-Que-Quieren-Deja rlo”? No creo que funcionara.

-    No te burles. Ya sé que los consejos de los mayores siempre os parecen ridículos a los jóvenes, pero…

-    No diga eso, Joyce, técnicamente, usted es mucho más joven que yo.

-    Spike ¿nunca hablas en serio?

-    Al contrario, siempre digo la verdad.

 

En aquel momento, entró Dawn.

-    Mamá, ahora que ya no hay vampiros, ¿puedo salir a por Bolita? De pronto he recordado que lo dejé en la capilla y estará asustado.

-    ¡No!- Joyce cruzó una mirada rápida con Spike. Luego, intentó una explicación para su negativa demasiado impetuosa.- No te preocupes por él, Dawn, seguro que vuelve solo cuando le apetezca.

-    Pero si es muy pequeñ... – De pronto Dawn comprendió. Miró a Spike, que le sostuvo la mirada en silencio. Él no iba a mentir.- ¿No va a volver, verdad?

-    No.

Joyce sentía que tenía que explicarle a su hija que sacrificar a Bolita había sido inevitable, que Spike no tenía la culpa, que a veces la vida exigía dolorosas decisiones… pero también intuía que aquello era algo entre Dawn y Spike, una niña encariñada con una mascota a la que acababan de matar y un vampiro que para sobrevivir tenía que defraudar a una niña. Triste. Joyce, como Spike, temía una penosa reacción de dolor, furia, protestas o llanto.

Sin embargo, Dawn no hizo nada de eso. Bajó la cabeza, intentando que los otros no repararan en el brillo de sus ojos y se dio unos segundos para conseguir que su voz, un poco enronquecida, consiguiera articular una frase en tono muy bajo:

-   De todas formas, era un gato estúpido. Me arañaba.- Se dirigió despacio hacia las escaleras de salida, sin que Spike ni Joyce supieran hacer otra cosa que mirarla en un  silencio lleno de respeto.

       Pero cuando iba a salir, Dawn se detuvo. Lentamente, regresó junto a Spike para dejar a su lado el encendedor y el paquete de tabaco, que había sacado de uno de sus bolsillos.

-          Me... lo he encontrado.

-          Gracias.

Dawn, en voz casi inaudible, añadió:

-    Gracias a ti. Por salvarnos.

 

 

 

 

Eran ya las primeras horas de una mañana radiante. Buffy no tardaría en llegar a recoger a su familia. Dawn había subido para esperarla y en el sótano volvían a estar Spike y Joyce solos. Una ojeada alrededor desvelaba un panorama desolador. Estaba todo revuelto, los pantalones sucios de Spike hechos un ovillo en un rincón, vendas manchadas de sangre, la petaca vacía y las bolsas de plástico, restos de su alimentación, esparcidos sobre un par de tumbas. El vampiro se puso cansadamente en pie.

-Tengo que limpiar todo esto. Si Buffy lo ve, sabrá que ha habido problemas…

- No te preocupes. Yo lo haré.

-  La verdad, le agradezco la ayuda. Si la cazadora lo encuentra así, no me perdonará que hayan estado en peligro.

-Me parece que exageras. Entenderá que las cosas a veces se complican. Conozco a mi hija y Buffy es una chica… considerada.

A Spike le entró la risa.

- Quizás sea considerada con el resto del mundo. Puede que usted conozca a su hija, pero le aseguro que yo conozco a la cazadora.

Entre los dos tardaron poco en adecentar el sótano. Seguía siendo oscuro y húmedo, pero parecía más o menos ordenado y, sobre todo, no quedaban pruebas comprometedoras. Justo a tiempo.

-          Llega Buffy- les avisó la voz de Dawn desde arriba.

Comprobaron con una mirada nerviosa alrededor que todo estuviera bien. Aparentemente así era: en orden, más o menos limpio, las vendas metidas en una tumba bajo una pesada lápida y sin restos apreciables de violencia. Casi parecía la casa de una apacible familia. De pronto, Joyce, advirtió:

-          Spike, tu camiseta. Está llena de sangre.

Spike justo tuvo tiempo de arrancársela y lanzarla debajo de un pesado mueble antes de que la puerta de la cripta se abriera dejando paso a Buffy, de cuyo brazo se colgaba Dawn mimosa. Antes siquiera de saludar, los ojos de la cazadora se abrieron de estupor ante la visión de su madre, que la recibía con una sonrisa algo nerviosa y un envarado Spike de torso desnudo que además acababa de reparar en que tenía mal abotonada la bragueta.

-          ¿Qué… qué… ?- balbuceó

Spike improvisó.

-          Eee..Estábamos jugando al streap-poker. ¿Sabes que tu madre juega muy bien?

Joyce le miró horrorizada, pero inmediatamente reaccionó y fingió abotonarse ella también los puños de su blusa.

-          ¡Mamá!

- ¿Qué quieres, Buffy? No tienes ni idea de lo aburrido que es pasar dos días encerrada en una cripta sin nada que hacer. Y Pasiones sólo dura una hora.

-          ¿Te unes a la partida, cazadora? –Spike había recuperado su sonrisa más odiosa, Buffy le fulminó con la mirada. Un brillo maligno bailaba en los ojos de Spike y aquella sonrisa burlona, de satisfacción que Buffy conocía bien porque era la que Spike lucía cuando había conseguido algo placentero o malvado o largamente deseado. O simplemente cuando sabía que estaba consiguiendo molestar a la cazadora. El gesto de satisfacción, los labios de Spike, su madre… ¡NO!

         Sin responderle Buffy se acercó a Joyce, quizás olvidando que por muy bajo que cuchicheara, el aguzado oído de Spike oiría perfectamente su conversación

-          Mamá, tú y  Spike ¿no….? ¿verdad?

-          Ay, Buffy, por favor, qué cosas me preguntas

-          Pero… ¿no?

 

 

        Recogieron sus pocas cosas y poco después las tres mujeres se preparaban para abandonar el cementerio y regresar a su casa. Spike recuperaba la exclusividad de su cripta, pero se dijo que, siendo sincero y a pesar de los problemas, la experiencia no había estado tan mal. Sin duda era mejor la convivencia con Joyce y Dawn que con Harmony. Incluso era menos caótica que con Dru. No es que las fuera a echar en falta, pero… no le habría importado prolongarlo un poco más.

Al marcharse, Spike le revolvió el pelo a Dawn, ella fingió enfadarse y le llamó “demonio incordiante”, Spike le dijo que “las mocosas no podían ofender a los demonios” y acabaron medio peleándose, pero los dos sonreían abiertamente, lo que hizo pensar a Buffy que las cosas eran muy raras últimamente en esta dimensión. Más raro le pareció aún que, cuando Joyce se acercó al vampiro para despedirse, éste se inclinó para besarle galantemente la mano.

-    Ha sido un placer, Joyce.

Joyce le dedicó una sonrisa traviesa y le guiñó un ojo a escondidas de Buffy, antes de responder, con mucha dignidad, la frase ambigua que iba directamente dedicada a su hija

-    El placer ha sido mío, Spike.

 

     Mientras se alejaban del cementerio, Buffy no podía dejar de pensar en la duda que la corroía. Desde luego era imposible, de todo punto, simplemente im-po-si-ble. No es que ella pensara ni por un momento… pero ¿por qué estaba Spike medio desnudo con su madre cuando los encontró? Era desde luego una tontería sobre la que más valía ni siquiera volver, porque seguro que había una buena explicación que.. ¿streap póker?

-    Oye, mamá, lo de Giles ya fue bastante terrible. Dime que con Spike no ha pasado nada.

Pero Joyce se había propuesto no sacarla de dudas.

-    Hija, es que… te relacionas con unos hombres tan mayores y tan atractivos… Reconoce que son más apropiados para mí que para ti.

-    ¡Mamá!- Lo tenía decidido. Mataría a Spike. Definitivamente, tenía que matarlo. Un día de estos.

 

 

                                                     FIN