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Duelo

A veces Angel lamentaba que Willow no hubiera regresado con él. Otras veces prefería su soledad para poder rumiar tranquilo lo que difícilmente conseguía asumir: Buffy había muerto. Recordaba el momento una y otra vez.. Como una cámara que se hubiera quedado atascada en el Replay más triste imaginable: Ellos entraban alegres y bromeando, después de vencer los mil peligros de Pylea y entonces, en el vestíbulo del Hyperion, se encontraban a Willow. Cuando la pelirroja se levantaba despacio, como si le arrancaran la vida con cada gesto, en silencio porque le era imposible pronunciar ni una palabra, en ese mismo momento, en la mente de Angel, como un relámpago, se abría  paso la verdad más temida: Buffy había muerto.

Buffy había muerto y no había manera de que nada pudiera aliviar ese dolor: ni las explicaciones de Willow, ni la compañía callada de Wes, ni el abrazo cálido de Cordelia.

En cuanto había podido, al anochecer, había cogido el primer medio de transporte para Sunnydale. Sin ceder ningún espacio a la razón había corrido al escenario donde se había desarrollado la tragedia y ahora se encontraba allí, sólo, desorientado y sin saber muy bien qué hacer. Willow se había quedado en Los Ángeles, sus otros amigos también y ahora Angel se enfrentaba a la dura tarea de reubicar en su corazón los fragmentos de quimeras rotas que quedaban tras la muerte de Buffy, la primera mujer que había amado realmente, la que le había hecho soñar y con la que había conseguido conocer la felicidad.

Cuando llegó a la casa de las Summers, se encontró con muchas ausencias. Giles no estaba. Había vuelto a Europa y, por primera vez, Angel echó en falta la presencia del Vigilante. Realmente necesitaba alguien un poco más cercano en edad porque a los otros, no podía evitarlo, los sentía como críos. Lejanos y distintos. Como Dawn, que le recibió con un beso distante, casi de compromiso. Dawn, a quien ni siquiera conocía a pesar de que recordaba a la perfección que nunca le había caído del todo bien a la niña. “Recordar” no era la palabra. Willow se lo había explicado. Eran falsos recuerdos implantados en la mente de todos ellos puesto que meses atrás Dawn – la Llave- ni siquiera existía en su dimensión. ¡Increíble!

Bueno, al menos en su caso, explicaba un poco la sensación de frialdad y vacío. Como con la otra chica, Tara, tímida, tartamudeante, que parecía una gran persona, pero que le resultaba una perfecta desconocida. Xander desde luego no era un extraño. Se había comportado muy correctamente. Un apretón de manos, unas palabras corteses,… pero Xander la desconfianza hacia los vampiros en general y la reticencia hacia Angel en particular parecía exudarlas por cada poro de su piel. Como si llevara un cartel luminoso que proclamara sus pensamientos: “Hagas lo que hagas, no me fío de ti. Hagas lo que hagas, sé que eres la fuente de todo mal”

Sin embargo, precisamente con Xander se relacionaba lo único que había sido natural en el grupo: su novia, aquella rubia a la que casi no reconocía. ¿Se llamaba Anya? Cuando le besó efusivamente, aprovechó para sobarle sin ningún disimulo. “¡Vaya músculos! –dijo. –No me extraña que Buffy suspirara por ti”. A pesar de la inconveniencia, su espontaneidad desinhibida resultaba un soplo de aire fresco. Curioso lo de Xander con las chicas, no pudo evitar pensar: O intentaban matarle en la primera cita o se llevaba el premio gordo. Incluso durante una temporada salió con Cordelia. Tendría que preguntarle cómo lo hacía. Pero ¿qué tontería acababa de pensar? ¿Pedirle consejo amoroso a Xander? ¡Patético!

         ¡En fin! Si hubiera estado Willow, igual las cosas habrían sido un poco más cálidas, más acogedoras. También echaba en falta a Joyce, aunque ella nunca le había aceptado. La madre de Buffy formaba parte del amplio club de los que preferían verlo lejos pero, al menos, la señora Summers tenía la madurez y la experiencia para tratar las situaciones más difíciles con respeto y sensibilidad. Sí, echaba en falta a Joyce.

 

         Pero quien realmente faltaba era Buffy.

 

         Sin ella Sunnydale parecía sólo un desierto habitado por ausencias.

         Por eso los demás sólo eran molestos ruidos que le impedían escuchar el silencio.

         En cuanto pudo se deshizo de todos ellos y volvió a encaminarse al único lugar con sentido para él, la tumba de Buffy.

         Ya había estado antes, al poco de llegar. Fue el primer lugar al que había acudido la noche anterior, antes incluso de la visita a los amigos de Buffy. Entonces acababa de anochecer.

         Había comprado una rosa blanca y la depositó sobre la lápida. “Buffy Anne Summers. 1981 -2001. Salvó el mundo. Muchas veces”

         Luego se quedó allí, sin saber qué hacer. Había pensado que sentiría algo especial, que se derrumbaría o que se sentiría confortado. Algo. Quizás recordaría el pasado o notaría su presencia. Pero no ocurrió nada. No sintió nada. Sólo una indefinible tristeza que ni siquiera llegaba a dolor. Quizás sólo la desesperación de la insensibilidad, del vacío, del no poder siquiera llorarla porque la ausencia de Buffy era demasiado grande. Era sólo eso: ausencia, una ausencia que anidaba en su corazón desde tanto tiempo atrás que casi se había acostumbrado a ella.

 

 

         De pronto, su oído captó algo. Se volvió y vio una silueta negra que se acercaba. Spike. ¡Qué oportuno! Willow le había contado que la tumba de Buffy estaba en el cementerio donde Spike tenía su cripta, así que no era demasiado extraño verle, pero… le molestaba su presencia. Era como una intromisión en el terreno que Angel quería mantener exclusivo para Buffy y él.

         Ahora estaba ya a su lado.

-          Has venido.

-          Sí.

Su antiguo compañero miró a la lejanía, luego sus ojos azules volvieron a afrontarle.

-          Supongo que querrás estar a solas con ella.

Sin más, se marchó tan silencioso como había venido. ¡Qué raro estaba Spike! Ni una pulla, ni una frase ingeniosa que tendría maldita la gracia en aquella situación. Spike no presentaba pelea y eso era algo a lo que Angel no estaba acostumbrado. Willow le había dicho que en el apocalipsis había luchado de su lado. No era la primera vez que Spike se aliaba a Buffy. Lo había hecho tres años antes precisamente contra él, bueno, no, contra Angelus. ¡No! Contra él. Debería asumir alguna vez que Angelus y él eran la misma persona.

El caso era que Spike había vuelto a colocarse en el lugar correcto mientras él faltaba donde era necesario. Spike la había visto morir mientras él sólo llegaba meses más tarde a estar de pie y callado frente a una escueta inscripción en una lápida. Spike, el asesino en serie, el monstruo caprichoso y desalmado, había estado a su lado mientras él, Angel, su gran amor, ni siquiera se había enterado.

 

Faltaban un par de horas para el amanecer cuando Angel, tras agotar los convencionalismos en casa de las Summers, en la casa ahora ya de Dawn Summers, regresó al cementerio. Buscaba la soledad y quería volver allí, pero tampoco sabía muy bien qué hacer en aquel lugar que le resultaba tan infinitamente desolador. ¿Dónde estaba Buffy? ¿Qué quedaba de su amor?¿Cómo soportar la idea de que había desaparecido para siempre el cuerpo que tembló entre sus brazos? ¿Podría encontrar en aquellos jardines donde reinaba la frialdad pálida de la muerte un rescoldo de su pasión?

Se acercaba entre las hileras perfectamente alineadas de lápidas, casi resignado a una ceremonia que empezaba a pensar carente de sentido pero a la que se sentía obligado.

Entonces volvió a verlo.

Estaba sentado en el suelo, junto a su tumba, cabizbajo, casi inmóvil, hasta el punto de que parecía formar parte del sepulcro, como las estatuas de hermosos ángeles de mármol que custodiaban algunos de ellos. Pero a diferencia de las esculturas, él se movía. Casi imperceptiblemente, acariciaba la lápida y quizás susurraba algo.

-          Spike, ¿qué haces aquí?

-          Nada.- Se puso en pie. Ante el silencio de Angel, casi se vio obligado a seguir.- Vengo todas las noches. A veces hay algún vampiro novato al que atraigo hacia aquí y lo destruyo ante ella.- Sonrió de un modo extraño.- Una forma de homenaje: polvo de vampiro sobre su tumba. Aunque luego los empleados de la limpieza lo retiran. Sólo dejan las flores.- Angel miró su rosa blanca que seguía sobre la lápida, le dio la sensación de que mejor colocada.- Un pobre homenaje en cualquier caso: sólo polvo de vampiro. No es mucho, ¿verdad?

Angel le miró con conmiseración.

-    Spike, tú eres un vampiro.

-    Sí. Esa es otra posibilidad que ha barajado. Tiene que ser hermoso ver amanecer aquí. Pero le prometí cuidar de la cría.

-    ¿Estás bien, Spike?

     Los ojos del vampiro rubio volvieron a animarse con el brillo frío del acero.

-    ¿Eres idiota, Angel?

Angel se sintió interpelado como sólo Spike conseguía a veces hacerlo, llegando hasta lo más profundo de su interior. De eso hacía mucho tiempo y la falta de costumbre le cogió por sorpresa. Apenas pudo improvisar una explicación que sonaba a excusa.

-          Sólo me estaba interesando… quería saber si te encontrabas bien.

Spike le clavó su mirada inmisericorde como un estilete.

-          Estoy mejor de lo que nunca estaré.

 

Como un fogonazo, en la mente de Angel revivió el momento a que Spike aludía.

         Había sido muy al principio, apenas unas semanas después de la conversión del joven poeta. Tras una, quizás la primera, de sus palizas.

         -¿Estás bien, William? – Como no respondía, Angelus le levantó la cabeza cogiéndole del pelo, obligándole a volver hacia él su rostro ensangrentado.- Dime que  estás bien, Willy porque puedes hacerte a la idea de que esto es lo mejor que vas a estar nunca, si no aprendes a ser un buen chico. Dilo, Willy, di que estás mejor que nunca.

 

-    Claro que estoy bien –aseguró Spike con una calma indefinible. Angel se preguntó si era ironía o indiferencia lo que había en su voz cuando añadió pausadamente.- Gracias por interesarte por mi salud. Eres muy considerado.

Con Spike nunca se sabía. Podía sorprenderte una vez tras otra. Y cuando creías conocerle bien, seguía sorprendiéndote. Como ahora. Angel no entendía su actitud, pero lo veía extraño, distante, casi ausente. Y de pronto, Spike hacía gala de un pragmatismo y  un sentido común inesperados, y advertía:

-          Va a salir el sol. Deberíamos marcharnos.

Dio un par de pasos sin ocuparse de lo que hiciera Angel, pero de pronto se detuvo. Pareció sopesar un poco una decisión de la que quizás se arrepentiría, y después se volvió de nuevo hacia él:

-          Tengo un búrbon que no está mal. ¿Quieres venir a mi cripta?- Tras la invitación, casi se disculpó: - Me pongo melancólico por las noches, pero no me lo tomes en cuenta. Cuando beba un poco, volveré a meterme contigo.

 

 

 

Angel se dirigió al sofá desvencijado de Spike. Una digna labor de reciclaje lo había salvado del basurero municipal y ahora, con una manta por encima, incluso daba la sensación de un rincón acogedor y hogareño. Pero cuando el invitado se sentó, algo se le clavó en el muslo. Era una cajita alargada de color rosa, una especie de plumier, decorado con corazoncitos de purpurina alrededor de la pegatina de un guapo chico rubio, bastante insulso, que por el aspecto edulcorado y la sonrisa prefabricada debía de ser algún actor o cantante de moda. Miró interrogante a Spike. Jamás hubiera pensado de él aquellos gustos y mucho menos el nulo sentido estético de la caja. Spike ni se inmutó por la burla evidente que rondaba los ojos del vampiro moreno.

-    Es del microbio- explicó.

-    ¿El microbio?

-    Dawn, la hermana de Buffy. A veces se escapa y viene aquí. Dice que va a hacer la tarea del instituto a casa de una amiga pero parece que me considera una fuente de consulta más fiable que Janice. ¡Es peor que una enfermedad venérea! – Por primera vez, el rostro de Spike se animó en una sonrisa:- Una vez se me ocurrió decírselo y me sometió a un tercer grado. Me preguntó de todo: síntomas, formas de transmisión con todo tipo de detalles, si yo las había padecido…

-    Y supongo que tú saciarías su curiosidad.

-    Mi humilde contribución a la educación de los adolescentes americanos, Angel. – Elevó hacia él su vaso en un brindis imaginario y burlón.

-    Así que te llevas bien con Dawn. Quién lo iba a decir- murmuró Angel.

-    Ya ves. Pero no te preocupes. Ella es también rarita, un cúmulo de energía y eso. Normal que congenie con un monstruo. –Spike apuró de un trago el resto de su bebida antes de volver a servirse.- Tú también eres un monstruo y congeniabas con la cazadora. Eso tiene más mérito, sobre todo porque “congeniar” no es la palabra apropiada.

-    Te agradecería que dejaras nuestra vida privada al margen.

-    ¡Qué digno!- se burló Spike.- Si sólo es un halago, hombre. En tu lugar, yo estaría presumiendo.

-    Claro. Pero es que tú no estás en mi lugar.

-    Y bastante que lo lamento.- Sería efecto del alcohol, pero a Angel le pareció que la grosería de Spike estaba llena de un sincero pesar. Sí, debía de ser un espejismo porque lo que dijo a continuación tenía el auténtico e inimitable sello de su sarcasmo.- ¿Sabes que eres mi héroe? Yo he matado a dos cazadoras, pero tú te has acostado con una. Esa es una hazaña insuperable.

-    Déjalo, Spike –exigió Angel.- No sigas por ese camino.

-    ¿Por qué no? Te envidio –Podría dar la sensación de que hablaba en serio.-  Poseer a Buffy...

Angel le interrumpió acremente.

- Basta ya. Si continúas por ahí, tendremos que pelearnos.

Los labios de Spike se curvaron lentamente en una sonrisa de depredador.

- Eso tampoco estaría mal.

No, Spike no debía de desdeñar una buena pelea porque, pese a la advertencia de Angel, insistió sin ningún pudor:

- O sea, que el alma no te impidió conseguir que la cazadora se te abriera de piernas. Tiene que ser muy excitante, ¿no? ¿Por qué no me lo cuentas?

- No voy a hablar de eso; ni siquiera aunque consigas enfadarme.

- Buffy... – ¡Era inmune al desaliento! El tono de Angel se hizo inapelable.

- Está fuera de tu alcance, Spike. Entenderlo y mucho menos soñar con ello. Así que deja de mencionarla. Manchas su recuerdo sólo con pensar en ella.

Esta vez logró que le obedeciera. Quizás había sido demasiado duro, pero consiguió que Spike se callara. El silencio entre ambos se hizo espeso. Después, el rey de la incongruencia, hizo otra pregunta sin duda fuera de lugar.

-¿Por qué me quitabas a Dru?

- Era exactamente al revés, Spike: eras tú quien quería quitármela.

- Y eso es exactamente salirse por la tangente. Ya sé que tú eres su sire, el amo y el dueño de todo. Me lo hiciste aprender muy bien, pero no es ésa la cuestión. La cuestión es que tú lo tenías todo sin que nada te importara realmente, y yo, que no tenía nada, sólo quería a Dru, algo que deseaba más incluso que mi vida, algo que tú te divertías arrebatándome una y otra vez.

Las palabras de Spike tenían tanta verdad que Angel sintió que la situación había cambiado radicalmente. La curiosidad ofensiva y aparentemente superficial de Spike, sin saber cómo, había cedido paso a algo que destilaba dolor y reprobación. Era una verdadera carga de profundidad, ante la que no cabía escabullirse.

- Ya sabes cómo era ser vampiro – se excusó torpemente. – Se trata de hacer todo el daño posible y de la forma más cruel posible.

- No, Angelus, yo nunca he sido así. Y sigo siendo vampiro. Igual que tú, aunque parece que te gustaría olvidarlo.

Tardó en responder. Cuando lo hizo la voz de Angel voz era un susurro.

-    Es que siempre has sido mejor que yo.

-    Pues te advierto que en sarcasmo sí soy mejor que tú, así que no pretendas utilizarlo.

-    No era sarcasmo. Lo digo en serio.

-    Últimamente, los que se ríen… –Spike se paró al llegar a su cerebro, un poco tarde, el significado de las inesperadas palabras de Angel - ¿Lo dices en serio?

-    Deberías saber que las bromas y yo no somos muy compatibles.

-    Para tu información, eso que acabas de decir es una broma, así que… no voy a creerte.

Spike bebió otro trago. Angel le miró despacio. Notaba que algo había cambiado en su antiguo compañero de masacres. Seguía siendo el mismo, descarado, sarcástico e hiriente, pero… había algo diferente. Ahora no podía matar, pero no era eso. El chip del ejército lo hacía inofensivo, pero si se lo quitaran seguramente volvería a ser el mismo depredador despiadado. No, no era eso. Había algo más. Algo tenue, indefinible, una especie de tristeza nueva que sus burlas no lograban enmascarar. ¿Por qué todo lo que hacía o decía transmitía, a pesar de las ironías, esa sensación de dolor?

-    ¿Vas todas las noches a la tumba de Buffy? –le preguntó.

-    Me pilla de camino a mi cripta.- Sonó tanto a falsa excusa que Angel comprendió que había tocado una fibra muy sensible.

-    Si sólo pasas por allí, no es muy lógico que te quedes rato junto a ella.

-    ¿Y? – Spike le clavó sus ojos azules retador.- ¿Vas a volver a decirme que no tengo derecho? ¿Que mancho su recuerdo sólo por am…?

          Se interrumpió. Ni él mismo se atrevía a pronunciar la palabra “amor”.

          Así que ¿de eso se trataba? Angel tardaba en digerirlo. Pensar en Spike deseando a Buffy le parecía… antinatural. Y sí, una ofensa para ella. Los conocía a los dos y difícilmente podría imaginar dos seres más opuestos: Spike, el asesino sin alma, lujurioso y sensual y Buffy, heroica, luminosa y salvadora del mundo.

          Spike debió de captar los pensamientos de Angel porque su mirada se ensombreció aún más. El desprecio era algo que nunca había soportado el expoeta. Le dolía demasiado. Un relámpago de ira cruzó por sus ojos, pero guardó silencio. Ahora era él quien quería reservar su intimidad. Angel no se lo concedió.

- O sea que te enamoraste de Buffy.

- ¿Te parece mal? – El tono era tan desafiante que podría considerarse incluso agresivo.

- Te recuerdo que intentaste matarla.

- Y te recuerdo que tú también. Y no me vengas con eso de que era Angelus y no tú. La esquizofrenia es un recurso de abogado barato que no cuela en ningún tribunal. O sea, que no eres el más indicado para dar lecciones a nadie. Y tú además de intentar matarla, hiciste algo peor: la abandonaste.

Angel se sintió herido por aquella acusación simplificadora. No sabía por qué tenía que justificarse ante Spike, pero lo hizo:

- Eso no fue así.

- ¿Ah, no?

- Alejarme de Buffy era lo único decente que podía hacer entonces. Era necesario.

- El amor que yo conozco no entiende de decencias ni de lógicas. Es una fuerza a la que nada puede resistirse. Tú tendrás alma y serás un paladín del bien, pero no tienes ni puta idea de lo que es amor. ¡Ni puta idea!

- Y tú sí, claro.

- Yo sólo sé una cosa: si amo a alguien, nada ni nadie me arrancará de su lado.

- Vamos, Spike, vuelve a la realidad. ¿Te dio Buffy alguna vez una esperanza, por remota que fuera? Seguro que no. Ahora está muerta, pero si no lo estuviera, tendrías las mismas posibilidades: ninguna.

- Ella...- murmuró casi más para él que para su interlocutor:- me trataba como un hombre, no como un monstruo. Para mí es suficiente. Por eso voy todos los días a su tumba, porque me trataba como un hombre y eso es algo que nunca ha hecho nadie. Tampoco tú.

¿Spike se arrogaba la autoridad moral de criticarle? Inaudito. Y lo peor era que Angel sabía que su pasado era suficientemente vergonzoso como para tener que reconocerle parte de razón. Quizá por eso, se calló. ¡Pero el terrible pasado de Angelus no tenía nada que ver con aquel encaprichamiento suyo por Buffy que era decididamente un dislate inaceptable y ofensivo! Le repugnaba tanto la idea que prefería zanjar allí la conversación. Además, Angel sentía la boca pastosa y el ánimo crispado, presto a la cólera. Si seguían hablando, acabarían a golpes y eso era algo que quería evitar. Sería una claudicación ante Spike, demostrar que podía caer a su nivel. Se puso en pie.

-          He bebido mucho y se hace tarde. Será mejor que me marche.

Spike, imperturbable desde su sillón, negó.

-          Ya no puedes. Ha salido el sol. Tendrás que quedarte a dormir aquí.

 

 

 

¿Cómo podía haber cometido ese estúpido error? La contrariedad de Angel era evidente. Tanto que Spike sonrió, antes de ofrecerle una especie de consuelo.

- Estás prisionero en mi misma cárcel. Lo siento, Angel, tendrás que soportar mi hospitalidad. Abajo, en el sótano, hay varios nichos. Puedes elegir tumba. En honor de la tradición.

Angel hizo un último intento por encontrar otra solución.

-    Quizá, si me doy prisa, aún pueda llegar a un hotel.

Spike ni se molestó en negar, a pesar de que era del todo imposible que Angel pudiera alcanzar las puertas del cementerio sin quedar carbonizado a los pocos metros. Un poco tarde Angel comprendió que su prisa por marcharse de la cripta había sonado como una ofensa y quiso rectificar.

-    Bueno, pensándolo bien…  Es ya demasiado de día, ¿verdad?

-    Comprendo que lo de la tumba no sea muy apetecible. A mí tampoco me emociona la iconografía clásica, pero sólo tengo una cama. De todas formas, es grande. Si quieres, podemos compartirla. Aunque te advierto que dormir será lo único que hagas en ella. Y por cierto, será mejor que demos por acabada la velada. Estamos borrachos.

“Lo suficiente como para hacer tonterías y no lo bastante como para no poder hacerlas”- pensó Angel sin poderlo evitar.

Spike estaba ya desnudándose. Angel le miraba sin acabar de decidirse. No se movía ni decía nada. Cuando su anfitrión se metió entre las sábanas, le miró interrogante, con ese aire descarado que le caracterizaba. Angel se sentía ridículo, pero sin duda lo más ridículo era seguir inmóvil, como un estúpido que no sabía qué hacer. Finalmente, empezó:

-    Creo que.. la propuesta de la tumba tampoco está mal.

-    ¿Qué pasa? – Spike le dedicó su tono más retador, aún más chulesco que de costumbre.- ¿Es el alma? ¿Ahora eres tan puro e inmaculado que mi roce te contamina?

-    No, ahora es cuando me doy cuenta de lo impuro que soy.

-    Vaya, el Señor Perfecto. A ver si al final tu nombre va a acabar siendo adecuado. Déjate de tonterías y ven a la cama. Esta vez no vas a violarme, te lo aseguro.

 

Empezó él también a desnudarse. Era absurdo tener vergüenza a aquellas alturas, pero se sentiría menos incómodo si Spike dejara de mirarle. Aunque tenía claro que eso no iba a ocurrir porque el rubio sabía a la perfección cuánto le molestaba su observación, así que no iba a perderse el espectáculo. Angel optó por dejarse puesta la ropa interior. Con camiseta y calzoncillos, se dispuso también a acotarse junto a Spike. Éste le miró entre incrédulo y divertido:

-    ¡Con unos calcetines estarías ya arrebatador!

-    No todos podemos exhibir un cuerpo atlético y espigado como el tuyo – replicó molesto Angel.

Por primera vez en meses, Spike se encontró riendo abiertamente.

- No te quepan dudas, irlandés.

 

 

Angel tuvo un sueño agitado, asaltado por pesadillas en las que se confundían el pasado y el presente junto a otras escenas absurdas imposibles de ubicar en el terreno de lo racional. Se le entremezclaba la madre de Lorne que llegaba al Hyperion preguntando furiosa dónde estaba la cabeza de su hijo y la cueva de Fred que de pronto se convertía en la cripta de Spike. En su sueño también estaban Cordelia y Wes, pero sobre todo estaba Buffy. Buffy en el Bronze, bailando y él mirándola entre las sombras. Buffy se giraba y, al verle, le sonreía. Luego estaban en una cama cubierta de rosas blancas y hacían el amor. Buffy se clavaba una  espina y él lamía su sangre que manaba sin cesar mientras la piel de la muchacha se volvía cada vez más blanca, tan blanca como las flores y las sábanas que la envolvían. Buffy le decía que tenía que haber deshojado las rosas, porque a ella le gustaban las cosas muertas y después le abrazaba para seguir haciendo el amor entre un montón de polvo.

Angel se despertó sobresaltado, aún con la sensación de abrazar el cuerpo de Buffy contra el suyo. En lugar de eso, era el brazo de Spike el que tenía encima. El vampiro rubio dormía profundamente, ocupando un espacio en la cama notoriamente mayor que el que le dejaba a él.

- Spike.

-    ¿Qué?

-    Me estás molestando

-    Vaya, qué delicado te has vuelto. – Después de rezongar, aún adormilado, Spike se dio la vuelta, llevándose las sábanas en su movimiento. Angel tiró de ellas de malos modos para volver a taparse. Spike, ya despierto y enfadado, se irguió enérgicamente. Apoyado sobre el codo, le miró irritado.

Angel supo lo que estaba calibrando antes de que lo hiciera. Un segundo sólo, porque no le dio más tiempo. Sin decir ni media palabra, Spike transformó su rostro y, sin darle opción, acercó sus colmillos de vampiro hacia él. Apenas rozó su epidermis, lo suficiente para abrir su piel y que una línea roja surgiera al instante. Tras lamerla, buscó la boca de Angel, al tiempo que su mano izquierda apresaba la muñeca del irlandés en una fingida y dulce inmovilización y su pecho desnudo se colocaba encima del de Angel. Vampiros entregados de nuevo a la llamada de la sangre y del sexo.

-          No.

Los labios de Spike no llegaron a tocar los suyos. Angel se lo quitó de encima con brusquedad y se levantó de la cama en un gesto tan rápido que tenía mucho de fuga. Corta fuga que acabó apenas dos metros más allá cuando su espalda chocó contra la pared. Se quedó allí de pie mirando a Spike que, con su rostro humano otra vez, le devolvía la mirada. Desde la cama revuelta, con una expresión entre airada y enérgica, le preguntó:

-    ¿Por qué no?

-    Porque no quiero.-A él mismo le sonó infantil y falto de convicción.

-    ¡Tonterías! Lo deseas tanto como yo. Más aún. Y te aseguro que yo tengo muchas ganas de probar de nuevo sexo de verdad y sangre de verdad. Llevo mucho tiempo de abstinencia. ¡No quiero ni pensar el que llevarás tú! Así que dame una razón mejor que ese “no quiero” ¿O...–Spike aventuró:-es porque soy yo?

Angel negó con la cabeza. Aunque... en realidad en parte Spike tenía algo de razón. No quería volver a enredarse con un vampiro. Sangre, sexo, fuerza, poder, placer... una combinación demasiado irresistible. Si volvía a probarlo difícilmente conseguiría ponerle freno.

-    No es por ti. Es que no debo.

-    ¿Que no debes? – Spike fluctuaba entre la indignación y la incredulidad- Pues tendrás que explicármelo, santo hermano Angel. Mi mente pervertida no alcanza tan elevadas razones.

Esperó su respuesta pero, como Angel persistía en el silencio, Spike retornó al ataque:

-    Tú y yo somos iguales: criaturas del mal, seres que necesitamos la pureza de la muerte para seguir vivos. Primarios, fuertes, letales. Éramos leones y nos han convertido en gatitos. Nos han castrado a los dos y ahora somos patéticas mascotas sumisas. – Spike se levantó también de la cama y se le acercó. Su voz, igual de intensa, se hizo un poco más baja y turbia. Tentadora.- Recuperemos a la fiera. Volvamos a rugir otra vez. Al menos, entre nosotros no necesitamos fingir.

Angel permanecía inmóvil y silencioso. Spike continuaba, tiñendo ahora su voz persuasiva de una ligera ironía:

-    Incluso debería ser aceptable para ti. No vamos a hacer daño a nadie. Ni siquiera a nosotros mismos: el maldito chip no hará estallar mi cabeza si mis colmillos rasgan tu piel ni tampoco esa maravillosa y frágil alma tuya correrá peligro de extraviarse. Si paladeamos sangre, será la nuestra. Si las cosas se vuelven un poco violentas, ¡qué más da! Es nuestra esencia. A nosotros nos gusta así, ¿verdad?

Angel cerró los ojos. No podía resistir la fascinación de Spike mientras acercaba lentamente su rostro al suyo. Notó el roce de unos labios sobre los suyos. Un contacto suave pero firme. La mano de Spike sobre su cuello se convertía también en una caricia que empezaba a descender y despertaba el cuerpo de Angel, ansioso por responder al deseo acuciante. Por un momento anheló derrumbar todas sus murallas y entregarse sin reservas al placer experto que Spike le prometía. Si dejaba que la lengua de Spike entrara en su boca...

-    ¡Te he dicho que no! – De un empujón lo lanzó hacia atrás y Spike cayó sentado sobre la cama.- ¡Y vístete de una vez! Me estás poniendo nervioso.

El vampiro rubio se echó a reír.

- Es lo que pretendo, corazón, ¿recuerdas?

- Déjate de juegos, Spike. Ya somos mayorcitos.

- Exactamente, Angel, ya somos mayorcitos. Y nos conocemos demasiado bien para intentar engañarnos.- Volvía a encarársele.- Explícame las cosas de forma que mi torpe cerebro pueda entenderlas.

- Buffy ha muerto.

- Hace ciento veintisiete días –añadió Spike.- Pero no veo qué tiene ella que ver con esto.

- Yo acabo de enterarme.

- ¿Y? La muerte y el sexo siempre han estado unidos. Más aún en nuestro caso.

- No seas irreverente.

- No lo soy. Sólo digo la verdad. Y la verdad es lo que quiero, Angel. Dime de una vez por qué me rechazas.

- No es... – Angel empezó una mentira sin convicción, pero la mirada de Spike era tan apremiante que no se sintió con fuerzas para continuarla. Simplemente calló y fue en busca de sus pantalones. Sólo que Spike no tenía ninguna intención de darle tregua. Fue tras él y, cogiéndole del brazo, le obligó a mirarle de frente.

- Dime por qué me rechazas- repitió.

Angel se soltó y, en silencio, siguió con la tarea de vestirse.

Spike no cejó. Casi con desesperación, se plantó ante él y lo empujó contra la pared. Colocó sus brazos a ambos lados de la cara de Angel aprisionándolo en el estrecho espacio entre el muro y su cuerpo desnudo.

-    Dime por qué siempre me rechazas.- Su tono era exigente. Acerado y frío como la hoja de una navaja, pero allá, muy en el fondo, temblaba algo indefenso y noble. Angel podía captarlo, como una reminiscencia del joven ingenuo que había habitado aquel cuerpo en un muy remoto pasado. Aún pervivía, perceptible a pesar de las bravatas, los sarcasmos, la furia y las amenazas del vampiro - Dímelo o tendré que sacártelo a golpes.

Angel supo que no tenía más remedio que ceder a la sinceridad.

-    Te rechazo porque eres un vampiro.- Quizás Spike se sintió un poco decepcionado por la obviedad, pero Angel continuaba.- Y también porque eres muy atractivo. – Con suavidad inusual, Angel apartó un poco a Spike para recuperar algo de espacio.- Cuando digo que eres atractivo no quiero decir que seas guapo, sino...endiabladamente irresistible. Fascinante. Siempre lo has sido. William me seducía con su sola presencia, pero entonces era fácil. Podía tomar cualquier cosa que me atrajera, sin dejarme enredar. Bastaba con alargar la mano y tomarlo. O someterlo o destruirlo. Todo estaba a mi disposición y nada tenía consecuencias. Como Angelus podía controlarlo. A base de palizas, humillaciones y despotismo yo siempre mantenía las riendas en mi poder. Así pude manejarte. Pero si cedo ahora... William era un crío. Spike es poderoso y es un vampiro: perverso, atrayente, desalmado... todo lo que intento evitar. Si cedo ahora, no estoy seguro de que pueda resistir a tu seducción.

Spike le escuchaba sin parpadear. Angel seguía:

- Como tú has dicho, somos iguales. Me recuerdas lo que soy. Me haces temer que vuelva a serlo. Eres malvado, Spike. Tu esencia es el mal y la muerte. Igual que la mía. Anhelas sangre. Igual que yo. Quieres pasión, placer, dominio, las mismas cosas por las que yo mataría. Si te dejo, no podré evitar que me arrastres. – Más suavemente aún añadió: -¿Lo has entendido ahora?

La voz de Spike era extrañamente opaca.

- Sí, creo que ahora lo he entendido.

Angel se acercó a la salida. Apenas la entreabrió una rendija, la luminosidad que se coló le hizo recordar que aún era pleno día. Seguía atrapado.

 

 

-    Faltan varias horas para que anochezca- comentó Spike. Angel no quería seguir en la cripta. Seguro que Spike también prefería estar solo. Sabía que le había hecho daño, mucho, a pesar de que no lo dejaba traslucir. Con una admirable lección de autocontrol, inesperada en su explosivo carácter, recuperó su tono más trivial para proponer: - Las opciones son ver la tele o seguir bebiendo.

-    No más alcohol, por favor- pidió Angel.

-    Y... estar sentado conmigo en el sofá ante la tele ¿podrás soportarlo? Suena a matrimonio de jubilados.

-    Matrimonio no sé, pero jubilados... me parece que eso es lo que somos.

-    Tienes razón.- Spike le lanzó el mando a distancia mientras iba a vestirse. Después se dirigió al frigorífico.- La sangre ¿sola o con especias?

-    Sola.

-    Definitivamente, eres un aburrido.

 

Angel hacía zapping, cuando Spike se sentó a su lado y le alargó el vaso de sangre fresca. Los dos dieron un sorbo a sus respectivas bebidas. Spike le quitó el mando y recorrió todas las cadenas buscando algo superficial en lo que poder enfrascarse. No lo encontró. Abandonó el intento y se volvió hacia el otro vampiro que seguía en silencio junto a él.

- Angel, ¿tan malo crees que soy? – Su mirada desarmaba. Su tono humilde y sencillo podría destrozar al más insensible-  ¿Qué hay en mí que no podéis aceptar? Buffy también me rechazaba. Sea lo que sea, te juro que si hubiera podido arrancármelo, por ella, lo habría hecho. – Ante el silencio de Angel insistió:- Dímelo, por favor.

- No sé qué puedo responderte. Está en nuestra naturaleza. Tú y yo somos iguales. Igual de maléficos.

- Con una pequeña diferencia: a ti te amaba. Tú te acostaste con ella. Dime cómo fue.

- Ya te he dicho que no voy a hablar de eso.

- Por favor, Angel. –Spike suplicaba- Necesito saberlo. Ya sé que piensas que soy un pervertido y un obseso. Seguramente tienes razón, pero no puedo quitármelo de la cabeza Necesito saber cómo es hacerle el amor a Buffy. Cada noche tengo el mismo sueño. Buffy se acerca a mí, me sonríe, me acaricia. Yo la tomo en brazos, la levanto en vilo... y entonces la pierdo. Está en lo alto de la torre y yo me despierto en mitad de la pesadilla, con la angustia de que si consiguiera retenerla entre mis brazos, ella no saltaría. - La voz enronquecida era lo único que rompía el silencio de la cripta - Dime cómo es amarla, a qué sabe su cuerpo. - Si Angel había pensado antes que Spike sobrepasaba el límite del pudor al preguntar por algo tan íntimo, ahora, viéndolo suplicante, comprendía que era más que mera curiosidad malsana.- Necesito saber cómo es amar a una mujer, sentir su cuerpo palpitante de vida entre los brazos y saber que no acabarás destruyendo esa vida. Estar en un cuerpo que no te teme o que sólo te busca para que satisfagas su placer, sino que… te ama. No puedo imaginar cómo es eso y necesito saberlo.

Comprendió que Spike pedía humildemente algo que era trascendental para él. Con sencillez, Angel se dispuso a concedérselo.

-    El amor con Buffy es dulce y suave. Limpio, sin violencia, sin lucha, muy distinto a lo que los vampiros estamos acostumbrados. Sólo amor y entrega absoluta. Ella es una niña... bueno, lo era cuando estaba conmigo. Inexperta, rebosante de ternura. Cuando la rodeaba con mis brazos, casi desaparecía en ellos. La veía tan pequeña que me daba miedo hasta abrazarla. Era la primera vez y tenía miedo de hacerle daño. Quizá por eso fue tan suave, tan… hermoso. Buffy despertaba en mí algo más allá del deseo. Creo que era el ansia de protegerla. Por desgracia no fui precisamente su protector. Pero ella me hizo tan feliz… tanto que, cuando recuperé mi alma, seguía teniendo la conciencia de que se me había concedido un regalo maravilloso. No sé qué más puedo decirte.

-    Gracias.

Angel también necesitaba algo de Spike.

-    Spike, dime cómo murió Buffy.

Spike se tomó una pausa, como si necesitara reunir valor para afrontar el recuerdo. Luego, muy despacio y en voz baja, empezó:

-    Buffy estaba en la plataforma. Había llegado hasta allí para salvar a su hermana. Tuvo que hacerlo porque yo la había fallado. A Dawn tenía que haberla rescatado yo, pero fui derribado. Aquel tipo, Doc, parecía viejo y sin fuerza, pero me tiró de la torre. No sé qué error cometí, pero me venció. Fracasé. Y entonces Buffy tuvo que escalar para liberar a Dawn, pero cuando llegó arriba, era demasiado tarde. Unas gotas de sangre de Dawn se habían vertido y el apocalipsis había empezado. No entiendo mucho de esas cosas místicas, pero aquello era mil veces peor que un terremoto y un huracán juntos en mitad de una guerra. Y no iba a parar hasta que se desangrara por completo. Giles lo había dicho. Buffy lo sabía. Entonces, allá en lo alto, vimos que hablaba con su hermana, no pude entender qué le decía y no me he sentido con fuerzas para preguntárselo a Dawn. Creo que ella tampoco se siente capaz de hablar de lo que ocurrió. Entonces, Buffy saltó. Simplemente. Se lanzó a aquella especie de nebulosa azul y volvió la calma. Nos salvó y salvó al mundo. Cuando nos acercamos sobrecogidos a su cuerpo, ya sabíamos que había muerto. Fue su decisión. Murió libremente, valiente, sola.- Hizo una pequeña pausa- No pude hacer nada, Angel. No supe qué hacer, ni siquiera supuse lo que ella iba a hacer. Si hubieras estado aquí, quizás tú la habrías salvado. Yo no pude. Te lo juro, Angel, si hubiera podido dar mi vida por la suya, no habría dudado.

-    Te creo.

-    Hay veces, no sé si a ti te pasa, que me duele tanto que noto algo dentro de mí a punto de romperse. No sé si es este corazón que no sirve, pero me parece que va a saltar en pedazos. Y no estoy hablando en metáforas. Me duele físicamente. No sé si es el amor o si es el deseo. La deseo tanto... Nunca la he tenido ni nunca la tendré, pero a veces pienso que es imposible guardar tanto deseo, amor, llámalo como quieras. Como un dique que no puede resistir la presión de tanta agua y acabará cediendo. No podré soportarlo. Se lo digo por las noches cuando voy a su tumba: “Eh, cazadora, podías tener un detalle. Levantarte de ahí y darme una pequeña sorpresa. Aunque sólo sea por estar haciendo tu trabajo” A veces quiero pensar que igual hay premio cuando consiga un número de vampiro-puntos, como en el supermercado. Por eso sigo aquí, matando, ayudando a sus torpes amigos, entreteniendo a Dawn con viejas historias que ahora resultan absurdas, esperando... Y ¿sabes?, aunque sé que es imposible, a veces sueño con que lo hace, que regresa de la muerte. Nosotros lo hicimos, ¿no? Ella es mil veces mejor, ¿por qué no iba a poder? – Calló la voz de Spike, tan dolorida, que estaba apunto de quebrarse.

Angel no se sintió capaz de rebatirle. Spike era un asesino que momentáneamente no podía matar, un ser seguramente despreciable y peligroso. Estaba hecho de una esencia maligna, porque él, Angelus, que era igual o más despreciable se había encargado de hacerlo así y sí, carecía de conciencia, pero no, desde luego, de sentimientos. En las palabras de Spike latía todo el sufrimiento que el sensible William podía transmitir y que en el pasado tanto le había asombrado. No sabía si era posible que lo que Spike sentía fuera amor, pero sí que sufría tanto o más que él. Y ante eso, Angel, sólo se sentía capaz de guarda un respetuoso silencio.

Al final, en un gesto pausado, alargó la mano y, suavemente, acarició el  rostro de Spike. Él elevó hacia Angel sus ojos, en una mirada límpida, de tristeza insondable, que tenía la noble inocencia de un animal y el dolor sin consuelo de un niño maltratado. Ángel pensó que no podía haber nada más limpio y conmovedor que la mirada de aquel asesino... Transido de compasión, se inclinó despacio sobre él y besó su frente. Spike enlazó su cintura y se apretó contra su pecho, en silencio, como un niño que buscara refugio en los brazos de su padre.

En la penumbra, los dos vampiros, abrazados y en silencio, esperaron el anochecer.

  

*****

   Dos días más tarde, antes de volver a su ciudad, Angel regresó solo al cementerio. Acarició la lápida de Buffy como se lo había visto hacer a Spike y por primera vez desde su llegada a Sunnydale se sintió reconciliado consigo mismo. Al menos ahora podía irse a Los Angeles sabiendo que tampoco en su muerte Buffy se quedaba sola. Spike la acompañaría siempre. De alguna manera intuía que así se cumplía una sagrada tarea que les atañía a los dos. Sería absurdo, pero sentía que ahora podía marcharse en paz.

Antes de irse reparó en que los empleados de la limpieza debían de haberse retrasado aquel día, porque sobre la tumba de Buffy aún quedaban los inconfundibles restos de la noche anterior: Polvo de vampiro y una rosa marchita. Ceniza y una flor mustia, los símbolos de sus vidas muertas, lo único que Spike y él podían ofrecerle a Buffy. Sólo restos de existencias ya agostadas. Y su amor. Amor de vampiro, triste, estéril, marchito, quizás depravado y sensual, pero absoluto. Ciertamente poca cosa. Todo lo que tenían.