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Una pequeña escena de un mal capítulo.



Doublemeat palace (Doble de carne) tiene el triste honor de ser el capítulo que quizás más unánimemente acumula críticas negativas. Por amplia mayoría es considerado uno de los peores episodios de la sexta temporada (donde casi sin competencia se lleva este “premio”) e incluso de toda la serie.

Sin duda es un episodio flojo en cuanto a la trama, que sigue tan de cerca a una conocida leyenda urbana -la de la macabra procedencia de la materia prima en los establecimientos de comida rápida- que sólo con gran dificultad los guionistas consiguen dar un giro mínimamente original y bastante forzado al desenlace inventándose un monstruo inverosímil.

A pesar de ello, el capítulo no es ni mucho menos prescindible porque presenta la última etapa en el itinerario “hacia la miseria” de Buffy. En el constante descenso que sufre la protagonista en la sexta temporada, Doublemeat palace representa el escalón más bajo. Al vacío existencial, familiar y afectivo que ha ido ahondándose en los capítulos anteriores, éste añade el fracaso laboral y social. La frustración en la vida privada, ya ampliamente desarrollada, se ve ahora ratificada también en la faceta pública de Buffy, heroína ignorada, estudiante expulsada de la Universidad, ciudadana acosada por las deudas y las responsabilidades familiares, trabajadora condenada al subempleo y la falta de perspectivas. Sin duda, Buffy ha tocado fondo. Es el momento de mayor deterioro. La deprimente realidad del “Palacio de las hamburguesas” es, con mucho, el escenario más terrorífico por el que ha transitado la cazavampiros. Spike se lo advierte: tiene que salir de ahí.

En este episodio, aparentemente frustrado y de relleno, hay además una escena que a mí me resulta una de las más conmovedoras de toda la serie.
En su puesto en la hamburguesería, Buffy ve a través del cristal que Spike se acerca por la calle a buscarla. La siguiente imagen se sitúa en la oscuridad del callejón. Spike, de espaldas, vestido como siempre de negro, casi oculta con su cuerpo a una cansada Buffy mientras hacen el amor. Es una escena muy breve, rodada con una sobriedad absoluta, en un único plano medio, sin diálogo, sin más sonido que una discreta música de fondo, y una iluminación amarillenta lateral, como corresponde a la desolación existencial que sepulta a los personajes. Son sólo unos segundos, sin apenas relación con la trama, pero me parecen muy significativos. En la devastación en que se ha convertido la vida de Buffy, aparece Spike. La lectura seguramente apropiada y buscada por los guionistas de esa escena, es que Spike, asociado al deprimente trabajo de Buffy, representa la oscuridad, el envilecimiento, un amor no sólo maldito sino degradante. Sin embargo... a mí me conmovió. Buffy ha caído sola hasta el fondo de su abismo. No ha sido Spike quien la ha arrastrado, al menos no al “Palacio de las hamburguesas”, pero en la devastación y el aniquilamiento moral, allí, está Spike. Cuando no queda nadie a su lado, cuando todos se van a su confortable seguridad, Spike regresa en la noche para darle lo único que puede ofrecerle: un polvo apresurado, en silencio, en un sucio callejón, que sirva para compartir el breve descanso de un trabajo alienante. Para rescatarla unos minutos dándole no una reconfortante y luminosa felicidad imposible, sino algo de sexo rutinario, cansado, con sabor a derrota. La escena nos recuerda que no puede haber finales felices ni príncipes azules en el “Palacio de las hamburguesas”. (Al menos no hasta que unos capítulos después llegue Riley con su eficacia, su uniforme y su rutilante tecnología. Pero Riley se irá con su perfecta mujer del brazo y quien se quedará es Spike, esta vez, rechazado y solo.)

La escena me recuerda también a amores adolescentes a escondidas en los asientos de coches. A amores prohibidos que se saben sitiados por las convenciones y condenados a la ruptura, pero que, mientras, apuran los minutos de pecado. A amores de maduros matrimonios, vencidos por el cansancio y por la vida, que aún buscan el calor de un cuerpo conocido, quizás más que por amor, por costumbre.
Y me hace pensar que la chica superhéroe y el supermalo, la rubia y el vampiro, en realidad, esos chicos nuestros que vamos viendo episodio tras episodio encontrarse, rechazarse, hacerse daño, buscarse, volver a hacerse daño... no son sino unos más de nosotros, buscando con desesperación, como todos, unas migajas de felicidad, seguramente imposible.

Aceptemos, moralistas, que el amor entre Buffy y Spike es imposible, como se empeñan en recalcar una y otra vez en la serie. De acuerdo, pero en ese mundo desolador de la sexta temporada por donde transita desorientada, sin afectos ni objetivos ¿qué le queda a Buffy si no es el amor de Spike?

La respuesta es clara. Le queda salir de ahí, huir de la espiral de aniquilamiento. Es lo que le dice Spike. Pobre Spike. Cuando Buffy consiga escapar de ese abismo, tendrá que dejarte en él.