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. Estamos ahora en la Séptima temporada, en el momento en que el chip de Spike está estropeado y amenaza acabar con él. Buffy busca la ayuda de Riley y cuando el vampiro y la cazadora se internan en las antiguas instalaciones de La Iniciativa, a Buffy le ofrecen la posibilidad de reparar el chip o inutilizarlo definitivamente.

 

En la habitación blanca

 

Les condujeron a una habitación blanca que tenía esa frialdad impersonal de los lugares esterilizados. Spike seguía teniendo aquellas crisis de dolor insoportable. Cada vez más frecuentes. Le taladraban las sienes, se concentraban en un dolor, penetrante y puro como un diamante tallado y de pronto se expandían en un estallido desde la frente hasta la nuca. Entonces caía exhausto, las fuerzas le abandonaban y durante unos segundos apenas podía sostenerse en pie. Luego, durante un tiempo, volvía la calma. En esos momentos de tregua cerraba los ojos e intentaba recomponer una cierta conciencia de su cuerpo y sobreponerse a las náuseas constantes. A su lado, Buffy le miraba con preocupación creciente. El vampiro intentó una sonrisa valiente que sólo consiguió encoger aún más el ánimo de su compañera.

-    Pronto lo solucionarán, Spike.

-    Claro.- asintió con más convencimiento del que se esperaría de sus fuerzas, cada vez más escasas.- ¡Quién me iba a decir que al final debería agradecerle algo a Riley!

Buffy no respondió a su ironía. A pesar de que Spike ponía su esfuerzo en desdramatizar, ella estaba mucho más pendiente de vigilar el menor de sus síntomas que de fingir una despreocupación que estaba muy lejos de sentir.

-    Buffy, quizás debas reconsiderar tu decisión de quitarme el chip. Quizás sería más apropiado repararlo. Si aún pueden hacerlo.

-    No hay nada que reconsiderar.

-    A los otros no les parecerá bien. – Añadió una razón aún más de peso, la que a él le preocupaba.- Puedo ser peligroso.

-    No me importa lo que piensen los otros. Yo soy quien está aquí y quien toma la decisión. Y estoy segura de que es lo correcto.

-    Pues yo no estoy tan seguro, Buffy. He estado a punto de matarte hace bien poco.

-    Ése no eras tú.

Spike se tomó su tiempo. Había pensado detenidamente sobre aquello. Desde luego, no era un comentario por quedar bien. Le importaba un rábano quedar bien, pero sí había otras cosas que le importaban mucho.

-    Buffy, no te engañes sobre lo que soy. Combato contra mi demonio, pero el demonio soy yo. Como … cuando intenté violarte, también era yo.

-    Vamos a dejar esta conversación – le cortó tajante.- Ya está decidido y no voy a volverme atrás.

Lo que estaba claro es que no cabía insistir si ella no quería escuchar. Spike sintió que Buffy le cerraba la puerta de su corazón, como cada vez que el tema de la violación planeaba entre los dos, por remota que fuera la alusión.

 

Le tendió un pañuelo de papel, casi incluso antes de que él notara la nueva hemorragia nasal.

-          Vaya, otra vez.- murmuró.

El chip estaba destrozándole el cerebro, cercenando los vasos sanguíneos con una rapidez angustiosa. Buffy, nerviosa, se asomó a la puerta. ¿Dónde estaba el maldito médico? Médico, técnico o lo que fuera.  Al fondo del largo pasillo vio que se acercaba un hombre con una bata blanca.

-          Creo que ya vienen.  

 

***

 

-¿Anestesia? -Spike lanzó una ojeada desconfiada al instrumental que el hombre estaba colocando cuidadosamente. Más que material quirúrgico, parecían aparatos de precisión mecánica, más propios de un laboratorio físico que de un quirófano.- ¿Va a abrirme el cráneo?

- No. La intervención básica es exterior, actuando sobre la frecuencia del chip.

- Entonces no habrá dolor. ¿Por qué la anestesia?

- No vamos a retirar el chip, sólo vamos a inutilizarlo. A desconectarlo, como si dijéramos; pero, en cualquier caso, es un trabajo de precisión, prefiero no correr más riesgos de los necesarios y asegurarme de que mi paciente estará totalmente inmóvil para no dañar una zona equivocada.

Buffy, admirativa, se volvió hacia Spike:

-          ¿Por qué sabes que no será doloroso?

-          Paradójicamente, el cerebro no tiene terminaciones nerviosas. Es insensible.

-          Correcto - ratificó el médico.

Buffy no salía de su asombro.

-          ¿Cómo sabes tanta medicina?

-          No es medicina. Es anatomía. – La matización no borró la mirada inquisitiva de Buffy. Sonrió. ¡No se iba a librar de dar una explicación! Un poco avergonzado, empezó:-  Si  consultas los libros de Giles, leerás que William the Bloody torturaba a sus víctimas taladrándoles la cabeza con un clavo de ferrocarril. No es exacto. Es una forma espectacular de matar, pero no una tortura. Apenas hay dolor, sólo el del golpe. Si se es certero, la muerte es inmediata.

-    Como una estaca en el corazón.- murmuró Buffy.

-    Supongo que es parecido- admitió Spike.

El hombre de la bata blanca revisaba sus instrumentos cuidadosamente alineados. Su parsimonia tenía algo que conseguía crispar los nervios ya poco templados de Buffy. Cuando no pudo aguantar más el silencio, le interpeló directamente

-    Pero … irá todo bien, ¿verdad, doctor?

-    Pues, francamente, ésta no es precisamente una operación habitual. No puedo garantizar…- Las evasivas del médico no contribuían a tranquilizarla. Spike quiso devolver la situación a sus justos términos.

-    La muerte la tengo segura si no interviene. El riesgo lo considero una posibilidad a mí favor que no tendría si me quedo esperando. Por mi parte, lo asumo encantado.

-    La muerte no es el único riesgo posible. Ni siquiera el más probable.

-    ¿A qué se refiere? –preguntó una Buffy cada vez más angustiada.

-    El riesgo de daño neuronal es alto. No le voy a engañar. Es muy probable que las funciones cerebrales se lesionen irreversiblemente. Pudiera perder su movilidad, otras facultades, o quizás quedar en estado vegetativo.

Buffy le miró aterrada. A su mente acudió el tumor cerebral de su madre, los episodios de locura transitoria, la dependencia, la paulatina debilitación, el avance traicionero de la enfermedad… y  aún podía ser peor. Imaginar al siempre inquieto, ágil y fuerte Spike inmovilizado, ausente…

Fue él, también impresionado pero más entero, quien asintió al comentario del médico.

-    Entiendo. – Se volvió hacia la muchacha.- Buffy, si las cosas no salen bien…

-    Saldrá todo bien.

-    Pero si no es así -insistió-, sabes lo que debes hacer. Prométeme que no dudarás.

Su mirada penetrante era una orden imperiosa, pero Buffy supo que no tenía fuerzas para responder con palabras. Bajó los ojos, vencida por la emoción, y Spike se contentó comprendiendo que equivalía al asentimiento explícito que no iba a lograr.

El médico les interrumpió con una pregunta para él rutinaria:

- ¿Va a quedarse aquí, señorita?

- ¿Puedo? Entonces, sí, por favor.- Buffy se acercó aún más a la camilla donde estaba Spike tendido y le cogió de la mano.

Él volvió a sonreírle al notar el contacto. Apretó un poco la mano de la muchacha intentando transmitirle el coraje que notaba desfallecer en ella.

 

El médico tomó el otro brazo de Spike para buscar una vena donde insertar una vía. Se giró a continuación hacia la caja de instrumental y preparó una jeringuilla para inyectársela. El mundo al revés, pensó Spike. Debía de ser el primer vampiro que permitía a un humano profanar sus venas. Después apartó la mirada, casi con indiferencia. Decían que en la proximidad de la muerte, los humanos rememoraban su existencia pasada. Claro que él no era humano, ni siquiera ésta era su primera muerte; pero quizá sí la definitiva. En cualquier caso tenía una larga existencia que rememorar, aunque la mayor parte no merecía la pena.[T1] [T2] 

 

****

-    El agente Finn desea verle, doctor.

-    ¿Precisamente ahora? Vaya por Dios. –Se dirigió más bien a Buffy, porque era la más nerviosa, frente a  Spike que, tendido sobre la camilla, parecía casi ausente.-Tendrán que esperar un poco, lo siento.

-    Pero...

-    Es cuestión de minutos, señorita. Continuaremos en cuanto regrese.

El hombre salió y de nuevo quedaron los dos solos en la habitación.

 

No había mucho que hacer. Las miradas de Buffy y Spike se cruzaron. Podrían decirse miles de cosas sólo con mirarse. Al menos Spike desearía decírselas. A Buffy la angustia la atenazaba y era evidente que su mente sólo podía centrarse en la urgencia de la situación. Él, sin embargo, estaba mucho más tranquilo. Se habían calmado sus dolores y la perspectiva de una muerte inminente no era algo que le aterrorizara. Había convivido con ella como para no considerarla ahora una vieja conocida a la que, después de mucho esquivar, finalmente había que rendir pleitesía. Tarde o temprano tenía que acudir a su cita con la Dama Negra y quizás había llegado el momento. Lo que le sorprendía es que fuera así: siempre había pensado que acabaría su existencia peleando, no tumbado en la cama de un hospital.  

Se sentía bien. No era sólo falta de miedo, sino algo diferente. Tranquilizador, casi placentero.

Era un vampiro a punto de morir y tenía a una cazadora cogiéndole la mano. Si lo pensabas bien, era gracioso.

Pero si lo pensabas mejor, era extraordinario.

- ¿Sabes una cosa, Buffy?.- Su voz pausada creó una nueva intimidad en el silencio que los envolvía.- He tenido mucha suerte. He tenido más suerte en mi muerte que en mi vida. El pobre William no iba a llegar a ningún lado, pero como Spike... te he conocido a ti. –Buffy se sintió por completo desarbolada.- He traspasado el tiempo y he llegado junto a ti. Y tú me has dado motivos para ser mejor.

¿Por qué sonaba aquello tanto a despedida? Buffy no quería que Spike siguiera por aquel camino, pero se sintió incapaz de articular ni media palabra para responderle. Se limitó a apretarle un poco más la mano, un gesto mínimo al que Spike correspondió con una sonrisa serena.

 

Y sin embargo... quedaba otra cosa, algo a lo que Spike sentía que debía hacer frente. Aquello le iba a costar más. El malestar le asaltó sólo de pensarlo.

 

Las baldosas blancas, el techo blanco, la ropa blanca… él era una criatura nocturna, se desenvolvía bien entre las sombras y la oscuridad y aquel blanco restallante le hería. Tanta asepsia e higiene le creaban desconfianza. Era demasiado frío, demasiado impersonal… Pero, aunque intentara obviarlo, no era ésa la razón principal para sentirse incómodo. Y, condenación, al menos, si estaba a punto de bajar el telón, debería tener el coraje de mirar a la verdad de frente. El verdadero motivo por el que notaba aquel vago desasosiego en la habitación blanca era que le recordaba aquel baño inundado de luz donde…

-          Buffy...  Nunca hemos vuelto a hablar de lo que te hice, pero... Tengo que decirte cuánto lo lamento. No ha habido un segundo desde entonces que no haya pensado en ello y...

-          Calla, Spike  –suplicó.- No quiero oírlo.

-          Por favor, Buffy… necesito tu perdón. – Buffy ya no pudo resistir. Incapaz de poner más diques a su emoción, notó que las lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas.- Buffy…

La mano de Spike, suavemente, acarició su cara humedecida. Ella inclinó levemente la cabeza, refugiándose en la caricia de la mano masculina que, sin embargo, no podía consolarla.

-    Ojalá pudiera hacer cualquier cosa por borrarlo, conseguir que nunca hubiera pasado.

-    Sin embargo ocurrió. – No había rencor en la voz de Buffy, pero sí un dolor y una tristeza muy profundos. Consiguió reprimir un sollozo y sólo sus lágrimas, mansas, acompañaron la desesperanza de sus palabras.- Ocurrió y yo no puedo olvidarlo, Spike. Lo siento, pero no puedo.

También Spike sintió un nudo en la garganta. Tuvo que apartar la mirada de sus ojos brillantes y sólo al cabo de unos segundos pudo decir en voz muy baja.

-    Lo comprendo. – Sí, finalmente lo comprendía. ¿Qué derecho tenía él a ser perdonado? ¿Cómo podía pedírselo siquiera? Le  había causado tanto daño que resultaba incluso obsceno pedir a su víctima que fingiera que aquello nunca había ocurrido. Su víctima, la mujer que amaba, la que estaba junto a él, tomaba su mano e intentaba salvarle. El demonio Spike parece que no había aprendido nada después de todo se dijo. Al menos, un poco de humildad le vendría bien.

Oyó a Buffy a su lado que, mucho más calmada, decía:

-    Que no pueda olvidarlo no quiere decir que no te haya perdonado, Spike. -Volvieron a encontrarse sus miradas.- Pero ahora falta que te perdones tú.

No respondió.[T3] 

 

 

Se abrió la puerta y entró el doctor

- Señorita, me dicen que tiene que firmar unos documentos antes de proceder a la intervención.

- ¿Pero va a venirme ahora con burocracias? Opérele de una vez, doctor. Por favor. - ¿Es que no se daba cuenta aquel hombre de que cada segundo la existencia de Spike se acercaba más a su fin?

- Compréndalo, necesitamos las autorizaciones y que firme otros documentos relativos a la confidencialidad del caso. El ejército los considera imprescindibles.

- Está bien. Cuanto antes acabemos... Ahora mismo vuelvo, te lo prometo, Spike.

- No te preocupes. Creo que no me voy a ir a ninguna parte. Te esperaré.

 

 

Al poco de quedarse solo Spike sin embargo, volvió a tener otra visita. Alguien totalmente inesperado que casi le hizo incorporarse de la camilla con la sorpresa. De pronto se encontró ante él a Riley Finn.

Pensó en otra jugarreta del Primero, pero no podía ser porque Riley estaba vivo. Buffy había hablado con él sólo unas horas antes. Reparó de pronto en que ya había mencionado su presencia anteriormente el médico y que ni él ni Buffy habían demostrado sorpresa.

Y ahora estaba allí, vestido de uniforme, fuerte, disciplinado y bien pertrechado, como cuando lo vio por última vez aquella noche, ya lejana, que pegó fuego al sótano de su cripta para destruirle el negocio clandestino de huevos de demonio y, de paso, dinamitar su relación con Buffy.

-          Últimamente tiendo a encontrarte en una cama. Y con Buffy rondándote cerca.

Spike se puso en guardia.

-          Ya ves. Al final la chica demostró tener buen gusto.

-    No gallees tanto, Spike. No estás en condiciones de hacerlo. Yo me fui sin causar demasiados problemas. Quizás deberías hacer tú lo mismo. ¿Lo has pensado?.

-    Yo no soy como tú, Riley. Ni como Angel. Vosotros abandonáis.- Con su leve sonrisa irónica de perdedor, añadió: - Yo espero a que me abandone ella.

-    ¿Y cuál es la diferencia?

Probablemente, ninguna reconoció para sí Spike, pero no tenía la menor intención de admitirlo ante un tipo a quien nunca había respetado demasiado.

-    Cuestión de carácter, Riley. Sólo cuestión de carácter. Yo soy más persistente.

-    Como quieras. Eso sólo hace que para ti sea siempre más doloroso.

Spike estuvo por decirle que no entendía cómo podían tratar de amor aquéllos a los que no les dolía, pero se temía que hablaban idiomas distintos. En aquel terreno, Riley y él tenían muy poco en común. En realidad había muy pocos puntos en que pudiera coincidir con el soldado, pero ése era probablemente en el que menos. Eran demasiado distintos. Riley, el hombre normal que Buffy siempre había deseado, honrado, íntegro y sensato, no tenía nada que ver con el monstruo apasionado y contradictorio que era él. Se limitó a encogerse de hombros. Sí, seguramente Riley tenía razón, pero el sufrimiento en el amor nunca le había detenido. Estaba demasiado acostumbrado.

Lo que dijo a continuación Riley, sin embargo, atacaba a su flanco más vulnerable:

-    ¿No le has hecho ya demasiado daño? ¿No crees que deberías dejarla en paz?

La reflexión del soldado, en apariencia imparcial y neutra, era la de la propia conciencia de Spike. Decía en alto lo que el vampiro gritaba en su interior y ante eso, no cabía la indiferencia o la ceguera. Respecto a Buffy, Spike no se permitía cerrar los ojos. Pese a lo que dijera ella, ahí no cabía perdonarse.

-    Sí, Riley, demasiado daño. Más del que tú podrías siquiera imaginar. Pero precisamente por eso no puedo dejarla. Seguiré a su lado hasta mi último segundo. Sin pedir nada, sin esperar nada. Salvo ayudarla, si puedo hacerlo. Por si puedo compensar una mínima parte de lo que le he hecho, mi existencia estará a su servicio. Hasta el final.

-    Entonces sólo puedo decirte que se acerca ese momento.

-    Lo sé.

-    Está más cercano quizás de lo que crees.

-    ¿Inminente?

-    He venido a despedirme de ti. Porque... ¿no creerás que el ejército te va a dejar vivito y coleando, como testimonio comprometedor de un programa clandestino e ilegal, verdad?. Si has venido hasta aquí para entregarte dócilmente, ¿crees que lo que queda de La Iniciativa desaprovechará la oportunidad de acabar con las pruebas de sus actividades? Por otra parte, con esa enfadosa costumbre vuestra de pulverizaros, es imposible conseguir cadáveres de vampiros para la experimentación. Así que, la solución perfecta es mantenerte vivo. Conseguir que tu cuerpo conserve justo las funciones vitales mínimas. Además, eres el único superviviente de los hostiles subterrestres controlados por La Iniciativa, la única posibilidad de hacer un seguimiento de un programa frustrado pero muy audaz; Tienes el honor de ser una pieza realmente cotizada en los laboratorios de experimentación. Sobre todo tu cerebro. Supongo que el médico no te lo ha dicho a las claras, pero estás en sus manos y se encargará de dejarte en las condiciones idóneas. Idóneas para el ejército, por supuesto.

-    Es un médico.- alegó Spike sin mucho convencimiento- En mis tiempos el juramento hipocrático significaba algo.

-    Cumple órdenes militares y hará lo que le digan sin rechistar. Y si es un buen chico, quizás le dejen meter su bisturí en lo que dejen de ti.

-    No tengo nada en contra de donar mi cuerpo a la ciencia. Salvo que vuestra ciencia no me gusta nada, Riley. Es la que me ha traído hasta aquí. Así que no va a ocurrir. Buffy no lo permitirá

-    Buffy no podrá hacer nada.

-    Claro que puede. Puede liberarme. Y lo hará. [T4] 

 

 

No le importaba morir, pero no estaba dispuesto a convertirse en un cobaya para el maldito ejército. Intentó ponerse en pie, pero sus músculos no le respondieron. Quiso arrancarse los tubos a los que estaba conectado y ni siquiera consiguió mover la mano.

- ¿No ves que no puedes impedirlo? ¿Que hace mucho tiempo, el narcótico corre por tus venas? – Riley empleaba un tono ligeramente conmiserativo que a Spike le pateó las tripas.- Ya no eres dueño de la realidad. El doctor hace su trabajo. Está a punto de acabar. Y entonces, Spike, sólo serás un cuerpo muerto muchos tiempo atrás, un raro objeto oportunamente conservado para la experimentación biológica y militar.

De las manos de Riley había desaparecido el fusil de asalto que antes empuñaba y ahora sostenía en ellas, un poco desmañadamente, a la señorita Edith, la muñeca preferida de Drusilla. Spike supuso que quizás la señorita Edith también tenía algo que decir, pero no fue así. Se limitaba a mirarle con sus ojos inmóviles en su cara de porcelana, tan triste como cuando Dru la castigaba.

-    Murciélagos y vampiros se aletargan y desaparecen en las oscuras entrañas de la tierra. Un destino no muy diferente al tuyo. Es lo natural. Es hora de despedirse, Spike.

 

Todo estaba muy confuso. No sabía qué era real y qué no. Los contornos se difuminaban y las cosas se diluía en la luz hiriente que lo invadía todo. Era una blancura gaseosa, como el aire que lo envolvía, sin tocarle, sin penetrar hasta sus pulmones inútiles desde hacía tantos años.

La luz acuchillaba sus ojos y el tiempo hacía juegos malabares. Se estiraba o se contraía sin que él pudiera seguir sus caprichos. Igual que el espacio que se ondulaba absurdamente confundiendo sus sentidos. Sentía que la realidad se le escurría entre los dedos.

No sabía cuándo había regresado Buffy, pero ahora volvía a estar junto a él. Podía oler su miedo, la tristeza que le llegaba en oleadas amargas, desde el otro lado de la distancia que se abismaba entre los dos. Sujetando su mano que él ya no sentía.

 

El vacío extendiéndose, la nada invadiéndolo y el leve cosquilleo tras sus ojos que no veían. ¿Era eso lo que había que sentir? ¿O mejor dicho, no sentir? Difuminarse, perderse, hundirse en la oscuridad, como había dicho Riley. Sólo que a la oscuridad la sustituía aquella omnipresente luz blanca y si no encontraba las fronteras de su cuerpo, al menos sentía su consciencia poderosa, expandida, en una lucidez casi dolorosa. Debería de doler una mente tan lúcida atrapada en un cuerpo inservible. Inmovilizado. Eso no podría resistirlo. Pero estaba seguro de que Buffy no lo permitiría. Encontraría la forma de hacerle descansar. En realidad no era muy difícil. Llevaba años haciéndoselo a vampiros como él. Un golpe certero y rápido. Como una caricia demasiado precisa, letal.

Notó el contacto de algo sobre su pecho, allí encima de donde hacía tanto tiempo que no latía su corazón marchito y sobre la piel el roce de algo que no era su piel fría y blanca. Lo percibía. A través de la tela de la camiseta, la carne anhelando ser amorosamente penetrada por la madera, en un territorio que ya le pertenecía. Y Buffy al otro extremo, Buffy que le mira con su cara tan seria y que de pronto, lentamente se inclina sobre él, demora un beso callado en sus labios que no pueden responderle.

         “Y ahora es cuando la rana se convierte en p… polvo”

Polvo que se siente príncipe.

Porque si todo va a desaparecer para él, en el mundo al menos queda un beso de Buffy sobre sus labios yertos.

 

Una lágrima, callada, se deslizó por la mejilla de Spike.  

 

 

***

 

-    Está volviendo en sí, doctor.

Sobre su pecho, la mano de Buffy. Sólo su mano. Vacía. Y su calor.

-    Buffy,… ¿sigo aquí?

-    Claro, Spike.

-    ¿Dónde estás? No te veo bien.

-    A tu lado. Siempre he estado a tu lado.

-    ¿Y Riley? ¿Se ha marchado?

-    ¿Riley? Riley nunca ha estado aquí, Spike. Tenía una misión en algún lugar secreto. A Riley no le vemos desde hace más de un año, ¿no lo recuerdas?

-    Dadas las circunstancias, pueden ser normales las alucinaciones y delirios.- explicó el doctor.- En un momento así, afloran los deseos ocultos, los temores, las cuentas sin saldar... No se preocupe. Se recuperará pronto. Necesitará unos minutos para orientarse y recobrar totalmente la noción de la realidad, pero las constantes están estabilizadas. No creo que haya problemas; en cualquier caso, si fuera necesario estaré cerca. Ahora los dejo solos. Puede ir recogiendo sus cosas, señora.

 

Temores, deseos, cuentas sin saldar... había dicho el médico. O sea, que nada había sido real. Los temores no se habían cumplido, pero tampoco los deseos y las cuentas seguían pendientes. Quizás la muerte no habría sido un precio desmedido por lograr el equilibrio.

Intentó levantarse de la camilla y Buffy le ayudó a incorporarse. Le asaltó una ligera sensación de mareo, pero unos pocos segundos bastaron para que se encontrara bien. Al parecer, después de tanto desconfiar, habían hecho un excelente trabajo con él. Buffy se acercaba con su abrigo y, mientras le ayudaba a ponérselo, un poco tímida, preguntó:

-    ¿Cuáles fueron tus alucinaciones?

-    Fue como una pesadilla. Parecía tan real... Creí que... tenías que matarme.

-    ¡Vaya! Pues eso... deberías haber sabido que era una pesadilla, tonto. Yo no podría matarte tan fácilmente. – Su voz aún emocionada, adquirió cierta juvenil alegría. Con la osadía recién adquirida al ver disolverse sus temores, su dedo índice recorrió la mejilla de Spike.- Así que, mira, una lágrima desperdiciada.

- No era porque me mataras. – Spike pensó que quizás debería callar, pero ahora no quería ninguna sombra de ocultación entre ellos.- Sino porque en mi sueño me besabas.

Buffy le miró a los ojos.

- No sé qué habrás soñado, Spike , pero...  mi beso no formaba parte de tus alucinaciones. Estaba en la realidad.

A Spike de pronto le recordó la fragilidad transparente y honrada de Tara; más frágil aún por su cuerpo menudo. Pocas veces se había sentido tan cercano a ella, tan sin defensas ambos. Buffy, con una seriedad respetuosa, volvió a tenderle la mano y Spike, en silencio, la enlazó.

 

Y salieron de la habitación blanca cogidos de la mano. 

 

FIN

 

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