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La historia se sitúa en los capítulos finales de la séptima temporada, pongamos que entre los capítulos Get it done (7x15) y Storyteller (7x16).

Anteriormente, en Buffy cazavampiros... La difícil relación de Buffy y Spike durante la sexta temporada acabó traumáticamente cuando él intentó violarla. Horrorizado, Spike fue en busca de un alma que ofrecerle, pero a su regreso a Sunnydale las cosas habían cambiado. Aunque Buffy acoge a un Spike enloquecido y torturado por su pasado, el resto de la pandilla y, especialmente Dawn, desconfían de él. Por otra parte, los scoobies se enfrentaban al Mal Primero, que, como paso previio al apocalipsis definitivo intentó acabar con todas las cazadoras potenciales y al que Buffy, cada vez más sola e incomprendida, no sabe cómo combatir.  

  

Viaje de regreso

(7 x 15)

 La moto avanzaba en la noche. Llevaban muchos kilómetros y casi ninguna palabra. Ni en el viaje de ida, ni en el de vuelta.

En realidad, quizá había sido una equivocación por su parte ofrecerse para recoger la información que Wesley había podido conseguir sobre los Portadores. Wes conocía por la visita de Willow lo mal que se estaban poniendo las cosas en Sunnydale, así que les telefoneó en cuanto se hizo con un antiguo códice que los mencionaba. Ventajas de tener un padre jubilado del Consejo que guardaba cierta información reservada. Inmediatamente Dawn se empeñó en viajar a Los Angeles. Necesitaba salir de  la casa. Se sentía encerrada e inútil entre brujas, demonios, vampiros, cazadoras y potenciales. Demasiada gente especial para que alguien “extraordinario” no anhelara un poco de espacio propio. Primero había insistido en ser ella la mensajera y luego casi lo lamentó cuando, finalmente, Buffy, un poco a regañadientes, aceptó – en su situación era difícil prescindir de la gente “especial”-, y tuvo la brillante idea: que la acompañara Spike.

Aún ahora Dawn se preguntaba cómo había podido dejarse convencer. Claro que cuando a Buffy se le ocurría que alguien debía hacer algo, no se trataba de ser convencido, sino de obedecer sin remedio. Y quizás eso la enfadaba aún más.

-   Puedo ir con Xander.- había sugerido

-   No. Irás con Spike.

Buffy nunca daba opción a réplica. Subía por las escaleras dando por zanjada la cuestión, sin empezar siquiera a discutirla.

- No quiero ir con Spike –gritó Dawn sin importarle que él estuviera allí delante oyendo sin parpadear. Corrió escaleras arriba tras su hermana- ¡Ni aunque me ates y me envíes como un paquete! No vas a obligarme.

Ya en el dormitorio de Buffy, volvió a la carga.

-   Xander puede tomarse unos días libres. Dame una razón por la que no pueda llevarme él.

-   La razón es que vas a ir con Spike.

Dawn se cruzó de brazos, en aquel gesto de profundo desagrado que a veces caracterizaba a la pequeña Summers. Sólo que esta vez no era una pataleta adolescente, sino un terca y decidida oposición.

-   No iré con Spike –repitió y esta vez Buffy supo que era una resolución firme. No podía seguir ordenando como general en jefe. Era su hermana, no una potencial más de su pequeño ejército. Tendría que acometer una misión imposible: convencerla.

-   Mira, Dawn. Será peligroso.

-   En todas partes hay peligro-  argumentó Dawn

-   Sí, y por eso preferiría que te quedaras en casa. Si te tengo cerca , creo que podría protegerte. Pero en cuanto salgas por la puerta, yo no podré hacer nada, por eso...

-   Estaré bien con Xander...

-   Quizás sí, pero si hay problemas, quiero que tengas al lado alguien que pueda defenderte como lo haría yo. Spike es nuestro mejor guerrero, así que irás con él y no hay más que hablar.

No hubo más que hablar.

 

******

El viaje había sido largo, muy largo. Interminables horas de silencio mirando la cinta de asfalto que se desenrollaba lentamente ante ellos cuando elevaba la vista por encima del hombro de Spike y sólo el cuero negro de su abrigo ante los ojos cuando se hundía en sus pensamientos. Apenas habían cruzado media docena de palabras rutinarias y ásperas cuando era indispensable.(“¿Estás?, “Sí, arranca”. “¿Cuánto queda?” “Voy a parar. Necesitamos gasolina”...). Un año atrás habría dicho que ir de paquete en la moto con Spike era la experiencia más guay y excitante del mundo; ahora, sin embargo, le parecía humillante. Lo peor era quizá mantener sus brazos en torno a la cintura masculina. El obligado y constante contacto físico le recordaba que no podía eludir la compañía impuesta del vampiro y eso la mortificaba. Se le hacía una penitencia cada vez mayor kilómetro a kilómetro.

Casi había sido una liberación el escaso tiempo que habían estado en Los Ángeles, sin tener que soportar el silencio espeso entre los dos. En realidad, sólo habían sido unos minutos con Wesley. Los de la Agencia Angel también tenían sus propios problemas y estaban todos muy ocupados, pero el rato con Wes le había sabido a poco. El exvigilante conservaba su exquisita educación británica y sabía realmente lo que se hacía. Además, era preferible que Spike no se cruzara con Angel, así, al menos, se ahorró una pelea de gallos entre los dos vampiros. El resto había sido un infierno. Como ella lo había predicho. En realidad, no tenía mucho mérito adivinarlo porque había puesto todo de su parte para que fuera así. Apenas habían cruzado unas pocas palabras y siempre Dawn había aportado su tono más áspero, sus mohines más hostiles y todo su repertorio de gestos “imperceptibles” que decían a voz en grito todo su desagrado.

Al menos ya estaban de vuelta. No tardarían demasiado en llegar. Dentro de poco podría darse una ducha, quitarse la ropa sucia y meterse en su cama (o en el saco de dormir que le dejara alguna potencial) y ya no tendría que volver a estar a solas con Spike. Buffy la abrazaría, Xander le haría alguna broma y Giles y Willow se encerrarían con sus libracos felicitándola por las buenísimas noticias que ella les había traído. Y a Spike podría seguir ignorándolo y mirándolo por encima del hombro, como llevaba meses haciendo.

Llegaron a un cruce y Spike optó por desviarse hacia la derecha tomando una carretera secundaria.

-¡Eh!- protestó Dawn- Es hacia la izquierda.

- No. –Desde luego, Spike se había contagiado del laconismo imperante.

- Lo miré en el mapa antes de salir y estoy segura de que es por la izquierda.- insistió ella.

- Esto es un atajo.

Evidentemente, no le hizo ni caso. Él conducía, él decidía. Dawn se sintió aún más ofendida (en realidad, no sabía desde cuándo ni por qué se sentía así) y, como no podía cruzarse de brazos, se limitó a fruncir el ceño y a encerrarse en su habitual mutismo.

 

Unos diez minutos más adelante, viajaban absolutamente solos por una carretera llena de baches que se perdía en el horizonte entre secarrales deshabitados. Spike aminoró un poco la velocidad. ¿Quizás se había perdido? Dawn se relamió con la posibilidad de podérselo recriminar.

- Estoy segura de que era por la izquierda.- remachó.

Dio un frenazo. Sólo por el placer de hacerla callar. Previendo que Dawn, tomada por sorpresa, no iba a poder sujetarse y la inercia la lanzaría contra su espalda. Acertó de pleno.

- Oye, yo tampoco quiero hacer este viaje contigo. La próxima vez convences a tu hermana, o si no, no la pagues conmigo.

¿Spike tampoco quería viajar con ella? Dawn se calló. Por primera vez, junto al fastidio y el resentimiento, sintió una vaga oleada de tristeza. Enfurruñada, Dawn se propuso no volver a dirigirle la palabra.

Spike casi lo agradeció. Él tampoco estaba nada contento con cómo rodaban las cosas. Dawn se había empeñado en que el viaje fuera algo digno de recordar y vaya si lo estaba consiguiendo. Estaba harto del encarguito ¿No le bastaba haber hecho de niñera en el pasado y ahora tenía que cargar con la cría a lo largo de toda la puta California? ¿Y qué iba a ser lo próximo? ¿Hacer de carabina o buscarle un jovencito con acné para  que la desvirgara?  “Los vampiros dormís, ¿verdad, Spike?” Esas palabras las tenía grabadas a fuego. Arrancó de nuevo con tanta brusquedad que Dawn tuvo que agarrarse fuerte a su cintura para no caer.

 

El silencio kilómetro tras kilómetro era demasiado opresivo. Cuando vio a lo lejos las luces encendidas de un destartalado bar de carretera, Dawn sintió la necesidad de ver otras caras y oír voces distintas a la de él.

-   Para ahí.

-   Podemos llegar a Sunnydale en una hora y media.

-   Quiero beber algo.- No le era imprescindible, pero no estaba dispuesta a que Spike, como todo el mundo, hiciera siempre lo contrario de lo que ella decía.

-   No me gusta ese sitio.- insistió Spike. La verdad era que estaba demasiado solitario y en mitad de la nada. En su fuero interno Dawn tuvo que darle la razón, pero, por supuesto, no iba a reconocerlo en voz alta.

-   ¿Qué crees que va a ser?¿”Abierto hasta el amanecer”? Te recuerdo que el vampiro viaja en esta moto. No te preocupes; si tienes miedo, te defenderé.

Spike suspiró. ¿Todas las Summers tenían que ser tercas como mulas, controladoras y absolutamente insufribles? El recuerdo se le escapó hacia Joyce. Al menos la señora, era de otra pasta. Ella sabía escuchar.

Se dirigió a la entrada del bar y frenó. La moto se paró tras un suave ronroneo. Había un par de camiones aparcados y unos surtidores de gasolina que nadie atendía. Todo el mundo debía estar dentro del bar.

Siguió a Dawn, que estaba ya entrando por la puerta. Cuando la alcanzó, la chica se sentaba a una mesa.

-   ¿Qué quieres tomar?

-   Una cocacola.

Mientras Dawn colocaba sus cosas sobre la silla de al lado, Spike fue por el refresco a la barra. En tanto se lo servían, el tipo que tenía al lado no le quitaba los ojos de encima. Era un hombre muy corpulento, ligeramente obeso, con una no muy limpia camisa de cuadros bajo la cual crecía un abundante vello canoso.

-   Tienes una novia muy guapa.- le comentó.

-   Y muy jovencita.- añadió el que estaba con él, un tanto desgarbado, pero aún más alto y con un flequillo grasiento que le caía sobre los ojos.

Spike les miró a ambos con un detenimiento deliberadamente retador. Muy desagradables. Olían a problemas a distancia. Provocadores, pendencieros y sin nada que perder. Dejó la cocacola sobre la barra para tener las dos manos libres.

- No es asunto vuestro.- El tono de Spike sonó glacial, con el aplomo que sólo él era capaz de poner en su voz profunda. El tipo que había hablado primero, sin duda el que llevaba la iniciativa, se volvió hacia él y Spike le sostuvo la mirada en un silencio tenso. Era evidente que le estaba evaluando, decidiendo si iniciaba o no la pelea con el recién llegado. Cada uno de los dos camioneros le sacaban más de un buen palmo de altura, pero algo en la actitud de Spike les hizo desistir de buscar bronca. Lentamente, el hombre inició una sonrisa de caimán y reculó.

- Tranquilo, amigo, no te cabrees. Era sólo un cumplido.

 

 

 

Regresó a la mesa y dejó la cocacola delante de Dawn.

-   ¿Tú no tomas nada?- preguntó ella.

-   No creo que aquí tengan sangre de ninguna añada decente.

Dawn se limitó a sorber de su pajita evitando incluso mirarle. Tener ante ella a Spike durante largos minutos sin que dijera ni hiciera nada, salvo observarla, iba a acabar de ponerla nerviosa. Si al menos estuviera ocupado con una copa él también... Igual no había sido tan buena idea obligarle a detenerse.

-   ¿Por qué has dejado de fumar? – le interpeló de pronto.- ¿Eso también ha sido cosa del alma? ¿O es que como ya no eres oficialmente malo ha desaparecido del pack de vampiro peligroso?

Intentaba molestarle deliberadamente con cada una de sus palabras y gestos, aunque no sabía muy bien por qué. Era algo superior a sus fuerzas. No podía estar con Spike y no intentar hacerle daño, sobre todo porque, al parecer, a él no le afectaba tanto y era ella la que sentía una constante opresión en el pecho. ¡Si al menos él entrara en el juego y le dedicara alguno de sus acreditados sarcasmos! ¡O si consiguiera enfadarlo tanto que le diera el par de tortas que llevaba ganándose desde que salieron de Sunnydale! Pero no conseguía ninguna de esas reacciones. Spike sólo la miraba. En su mirada había algo –tenue, noble, limpio- que a Dawn le hacía aún más daño que la indiferencia o el desprecio.

Y de pronto, Spike le hizo la pregunta que ella nunca hubiera esperado.

- Ahora sí lo piensas, ¿verdad?

-   ¿Qué? – Se sentía temblar como una hoja y ni siquiera sabía de qué estaba hablando él.

-   Que soy malvado..

Dawn levantó la barbilla, los ojos brillantes de lágrimas no derramadas, y no respondió. Quiso fingir desdén, pero incluso para ella era evidente que no lo consiguió. Se concentró en su cocacola y procuró que él no notara demasiado su turbación, aunque sabía de sobra que era imposible ocultar ese tipo de cosas a Spike.

 

La puerta se abrió y entraron otros tres tipos malencarados que fueron a acompañar a los dos de la barra. Debían de ser amigos porque empezaron a reírse y a cuchichear entre ellos mientras lanzaban miradas descaradas a la mesa donde estaba la pareja. Spike se puso en pie.

-         Vámonos.

-          Todavía no he acabado.- Dawn seguía encaprichada de llevarle la contraria

-         Bueno, pero date prisa. Voy a pagar.

Spike sacó unos pocos billetes ajados del bolsillo de su vaquero y se dirigió a la barra. Dawn se preguntó de dónde sacaría el dinero. Lo robaría. O quizás, aún peor, se lo habría dado Buffy. No había muchas formas legales y honestas de ganarse la vida un vampiro reconvertido y en paro, salvo, al parecer, la de contentar a una cazadora, fuera lo que fuera que eso significara.

Spike se volvió hacia ella sintiendo la observación de que era objeto. La miró interrogante con aquella mirada que Dawn odiaba porque le hacía sentir como derretida por dentro. Había visto esa misma mirada en un cachorrito que tenía Janice, directa, limpia,  “Los vampiros son animales. – había dicho Buffy a las potenciales.- Se mueven por instinto” Spike lo era. Captaba las cosas intuitivamente y no dejaba mucho margen a la razón; prefería seguir los impulsos de su naturaleza. Curiosamente solía acertar y entendía a los humanos, con los que compartía tan pocas cosas, mucho mejor que ellos mismos con toda su batería de lógica y argumentos racionales. Dawn lo odiaba también por eso.

Cuando regresó, sólo quedaba un resto aguado en el fondo del vaso de Dawn. Ya no existían excusas que les retuvieran en el bar. Quería marcharse cuanto antes. Cogió de la silla la mochila de Dawn y se la ofreció.

- Nos vamos.

- Espera. Tengo que ir al baño.

Esta vez sí que Spike la habría matado. ¿De verdad la niña no se daba cuenta de la expectación que estaba generando? ¿O lo hacía sólo por provocarle? No, estaba seguro de que era pura inconsciencia, pero eso no evitaba que la situación empezara a estar demasiado caliente. Lo único que quería era salir de allí cuanto antes, preferentemente los dos enteros.

Dawn cogió su mochila y, muy dignamente, se dirigió escaleras abajo, a la zona de los aseos. Un cruce de miradas después, los cinco tipos de la barra, sincronizados como en un ballet, se pusieron en movimiento. Spike les salió al paso y se interpuso en su camino.

 

 

 

Dawn se lavó las manos. Después recolocó el pelo y se aplicó un poco de brillo labial mirándose en el sucio espejo del lavabo. La puerta se abrió empujada suavemente por un robusto brazo velludo.

-Eh, éste es el servicio de chicas.

Cuando tras el brazo apareció el resto del cuerpo de uno de los hombres de la barra y tras él, el del otro con una asquerosa sonrisa de oreja a oreja, comprendió que no era ninguna equivocación.

-   Largo de aquí.- ordenó con la máxima autoridad que pudo poner en su voz llena de miedo.

-   ¡Qué arisca eres, niña! –se burló el que había entrado en primer lugar.

Dawn le atizó con su mochila e intentó llegar a la puerta, pero el segundo tipo la agarró por la cintura antes de que pudiera siquiera acercarse a la salida.

-   ¡Spike!- gritó.

-   No te preocupes por tu amigo. Los chicos le están entreteniendo. 

-   Pero luego se unirán también a esta fiesta- rió el primer camionero, frotándose el mentón donde le había golpeado la mochila de Dawn.

-   Sí, eres una chica muy guapa y todos queremos estar contigo- ratificó su amigo.

Dawn no se iba a quedar parada, aunque sabía que no tenía ninguna posibilidad ante aquellas dos moles. Nunca había lamentado tanto no ser una potencial como en aquel momento, pero al menos lo intentó. Lanzó una patada a uno de los dos tipos y fue evidente que le había hecho daño. El segundo la agarró de un brazo y cuando intentó zafarse de él la camiseta de Dawn se rasgó por completo. La visión de la carne adolescente les excitó aún más, como a una fiera que oliera la sangre de su víctima. La cogieron entre los dos y la derribaron sobre el suelo. Aunque Dawn intentaba revolverse, aferraban sus muñecas y sus tobillos con tal fuerza que le era imposible soltarse.

Fue entonces cuando apareció Spike. Sangraba de la ceja y de la nariz y sus ropas estaban revueltas, pero parecía claro que no era él quien se había llevado la peor parte en la pelea del piso superior. Levantó como si fuera un peluche al que sujetaba los tobillos de Dawn y lo lanzó contra la puerta entreabierta del aseo. Impactó con la cabeza directamente contra el inodoro y quedó al momento fuera de combate. El otro tipo se puso en pie para hacer frente a Spike, comprendiendo que era un enemigo al que habían subvalorado.

- A la moto, Dawn –ordenó Spike.

En vez de luchar con los puños, el tipo sacó una pistola y la amartilló. Spike no podía arriesgarse a que hirieran a Dawn.

-         Corre, Dawn, corre.

Spike intentó quitarle la pistola, pero al hombre le dio tiempo de dispararla. Afortunadamente el cuerpo de Spike se interponía en la trayectoria de las balas. Sintió la mordedura del fuego en su antebrazo justo antes de derribar a su atacante con un puñetazo inapelable. No esperó a comprobar el resultado. Echó a correr tras Dawn y cruzó el espacio del bar cuando los tres tipos de los que se había deshecho antes de bajar a los aseos empezaban a recuperar su consciencia.

Cuando llegó a la moto, Dawn acababa de montarse y le esperaba temblando de pies a cabeza. Arrancó y se alejaron a toda velocidad en la noche.

 

 

Varios minutos después, cuando calculó que había puesto suficiente distancia por medio y que los camioneros no podrían perseguirles hasta allí, Spike detuvo la moto. Dawn bajó y se alejó unos metros en la noche.

-   ¿Estás bien, pedacitos?

No, no estaba bien. Su mirada clavada fijamente en el vacío, su silencio extraño, incluso hasta su forma de respirar lo decían. Tiritaba, quizás de frío, aunque la noche era cálida. Con la camiseta rota y el sujetador manchado con la sangre de Spike, era la imagen del desamparo. La blancura de su ropa interior destacaba contra la carne morena en la noche acentuando aún más la sensación de fragilidad. Spike se quitó el abrigo para taparla mientras susurraba:

-   Ya pasó, Dawnie; ahora estás a salvo.

Pero Dawn parecía en un lugar donde las palabras no la alcanzaban. A punto de romperse o ya rota, pero enigmática y distante. Spike se asustó. Acercó su mano al rostro casi infantil y la acarició despacio. A su contacto fue como si cayera una barrera invisible y las lágrimas empezaron a deslizarse silenciosas por las mejillas de la muchacha. Era bueno que llorara. Spike la atrajo contra su pecho y entonces Dawn se aferró a él con desesperación. Se abandonó al abrazo y cedió a los sollozos casi histéricos que ya no podía controlar.

Se le agolpaba la angustia. Tantas batallas, tantas pérdidas, tantas derrotas. De pronto le parecía como si el ataque de la gasolinera fuera sólo el último episodio de una larga historia de amarguras. Lo estaba perdiendo todo. Algo hacía mucho tiempo que se había roto en su existencia. ¿Había valido alguna vez para algo más que para ser instrumento de fuerzas poderosas? Era sólo una molestia para su hermana, un estorbo con arrebatos infantiles. Ni ella misma se soportaba, pero de pronto veía con absoluta claridad que toda su existencia estaba de sobra. Era sólo accidental y prescindible. De pronto, su vida le parecía absurda y superflua, un peso difícil de sobrellevar. Se sentía como una cáscara vacía, a la que hubiera despojado de todo lo importante. Se había quedado sin afectos y así, ¿para qué servía seguir respirando? Su madre ya no estaba y sólo Dios sabía cómo la echaba de menos. Para Buffy, sólo era una carga de la que preocuparse. Su hermana nunca lo diría, pero ella lo sabía. No tenía verdaderos amigos. Janice, el instituto... sólo la hastiaban. Eran críos de los que se sentía cada vez más lejana. El resto de su círculo – Giles, Xander, Willow- en realidad eran los amigos de Buffy, no los suyos. Sólo había habido uno. Una persona en la que había confiado ciegamente, alguien que la había hecho reír y sentirse importante, que la había tratado de igual a igual y con la que se había sentido por completo a salvo.

Alguien que la había defraudado de la forma más cruel.

Había pasado un buen rato. Dawn aún lloraba apretándose contra su pecho y Spike acariciaba en silencio su pelo.

-   Tranquila, –volvió a susurrarle. - Ahora todo está bien.

Ella había conseguido calmarse. Miró a Spike a los ojos. En la mirada femenina había una tristeza infinita.

- No, no está bien, Spike- Sus grandes ojos castaños parecían aún más insondables con el brillo de las lágrimas. Ahora el miedo y el nerviosismo del ataque había dejado paso a un angustia y un dolor mucho más antiguos y más profundos.

-   ¿Por qué tuviste que hacerlo?

Spike tardó un momento en reaccionar. Desde luego, no iba a fingir que no sabía a qué se refería, pero necesitaba un respiro para acomodar sus sentimientos. Cuando finalmente empezó a hablar, su voz tenía una humildad inusual.

-   No puedo responderte a eso. No hay nada que pueda explicarlo.

-   Está en tu naturaleza, ¿no? Al final tenías que demostrar que sí eras malo. ¿Sabes qué, Spike? Igual Buffy te ha perdonado. Creo que lo ha hecho. Pero yo nunca lo haré. No te perdonaré nunca. No puedo. – Su voz volvió a quebrarse, pero consiguió rehacerse y tragarse el sollozo que se ahogó en su garganta. El resto de sus pensamientos no consiguió articularlos. Le parecía vergonzoso incluso confesárselo a sí misma. “No puedo perdonarte. Y... no por lo que le hiciste a ella, sino por lo que me hiciste a mí. Me decepcionaste. Me abandonaste

La voz de Spike se hizo tan suave como una caricia.

-   No tienes por qué perdonarme, Dawn. Yo tampoco lo hago.

-   Es que.. no quiero quererte.- musitó suavemente Dawn, como avergonzándose de reconocer todo  el dolor y el miedo que habitaban en su corazón.

Tampoco Spike estaba preparado para oír aquello. Era demasiado duro. Sobre todo por lo que significaba. Miraba a la mujer en que se estaba convirtiendo Dawn y comprendía que jamás podría recuperar con ella la antigua camaradería. Pero aún entre sus brazos temblaba algo de la niña asustada que también era Dawn y le destrozaba verla así. No sólo por lo despreciable de su acto, sino sobre todo por Dawnie, él también odiaba al tipo mezquino que no sólo había intentado violar a Buffy, sino que –ahora casi le parecía más terrible- había roto el corazón de aquella niña. Para eso no había redención posible. No existía en el mundo forma de arreglarlo. Tardó bastante en poder decir algo.

-   Lo entiendo. No merezco tu cariño. Sólo... – enredó sus dedos entre los largos bucles castaños. Spike se calló. Iba a decir “sólo deja que yo te quiera”. Pero por mucho que las cosas hubieran cambiado con aquello del alma, había palabras que se resistía a pronunciar. Además, no se sentía digno de decirlas. Al fin y al cabo, él era el monstruo, ¿no? Seguía siéndolo.

Quizás deberían ponerse en marcha de nuevo, romper la intimidad del momento, subir a la moto e intentar llegar de una vez a Sunnydale, pero ninguno de los dos se sentía capaz de hacerlo. “No quiero quererte”- la frase seguía flotando entre los dos.  Se miraban en silencio, sin saber qué hacer a continuación. Spike continuaba acariciándole el pelo y Dawn seguía buscando en sus pupilas respuestas inexistentes.

Fue Dawn al final la que pareció volver a la realidad.

- ¿Qué tal tu brazo?

La pregunta relajó un poco la intensidad del instante. Spike esbozó una sonrisa.

- Piel de vampiro. A prueba de balas.

-   Se te ha vuelto a abrir la ceja- observó Dawn.

-   Ocurre a menudo. Cicatrizará sola.

-   Spike...

-   ¿Qué?

-   Me alegro de que estés bien. – Lo había dicho con solemnidad. En la oscuridad acogedora de la noche, dejando que el significado de sus palabras la penetrara, comprendiendo por primera vez algo de lo que hasta entonces no había sido consciente, añadió:- Me alegro porque me importas mucho. Más de lo que me gustaría. – Desgranaba sus palabras como una revelación, porque de pronto Dawn comprendió que así era. Oírselas decir a sí misma en voz alta era como un sortilegio que conjuraba todos sus miedos. Su rostro infantil se iluminó en una sonrisa al descubrir algo maravilloso.- No es cierto, Spike. Me gusta que me importes.

De pronto se sintió feliz. En un arrebato, se puso de puntillas y besó su ceja partida. Spike miró con sus ojos de azul infinito los labios carnosos de Dawn, enrojecidos ahora con su sangre. Sonrió él también.

- Parece que tienes ketchup.- El dedo de Spike limpió los labios manchados de Dawn, con un gesto un poco tímido.

 ¡Quién hubiera pensado que Spike se mostraría tímido alguna vez! La sonrisa de ella se hizo aún más amplia y una expresión traviesa revoloteó en su cara.

-   ¡Adelante! Sé que te apetece. Conmigo no tienes que disimular. Es lo natural en un vampiro.

Spike le devolvió el gesto pícaro. No era cierto que le apeteciera. La sangre propia no era lo mismo que la ajena, aunque ser tomada de los labios cálidos de Dawn la hacía morbosamente apetecible, pero el reto estaba lanzado y él nunca dejaba un reto sin recoger. La habría defraudado. Mirándola de frente, con una sombra de burla y desafío, lamió lentamente el rastro de sangre sobre su índice.

Dawn pensó que era lo más sensual que había visto nunca y notó que se ruborizaba. Evidentemente Spike lo captó –No había quién pudiera ocultarle esas cosas a Spike- y su sonrisa se hizo más franca y divertida. Hacía mucho tiempo que en el rostro de Spike no jugueteaba aquella expresión ligeramente perversa de estar disfrutando con un placer malvado.

Afortunadamente fue él mismo quien distendió la situación.

-   Vamos, bocadito. Ya hemos tenido suficientes aventuras por hoy. ¿Volvemos a casa?

Le  tendió la mano que Dawn aceptó sin dudar.

-   Sí, volvamos a casa.

Mientras se encaminaban hacia la moto, Spike notó cómo Dawn le apretaba con fuerza la mano entre la suya.

 

FIN

 

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