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VARIACIONES SOBRE UN TEMA: EROS Y THANATOS



El resumen de lo que viene a continuación es que en Btvs la lucha de la cazadora con los vampiros es también una lucha por el poder y una lucha de sexos. Y que en consecuencia, amor y muerte se entrelazan, según una relación que se remonta al cuento y al mito. Para los que tienen tiempo y ganas de aguantarme (que ya es mérito), empiezo.

    Y para empezar, confieso que soy una incorregible romántica. En mi descargo debo hacer una puntualización: la palabra romanticismo tiene dos acepciones: podríamos hablar de un romanticismo negro y otro rosa. El primero es “el auténtico” (el que a mí me va). Se relaciona con la libertad, la rebeldía, la individualidad, y también lo monstruoso, la noche, el terror... (Claro, se entiende así que Buffy cazavampiros me encante). El romanticismo rosa, ése de miraditas lánguidas, penas de amor y finales felices, sin embargo, me aburre bastante.
    Uno de los temas importantes del romanticismo es la muerte. Otro, el amor. Esto no es nada nuevo porque, en realidad, amor y muerte son los temas constantes y básicos de toda literatura, algo nada extraño ya que son los temas que nos interpelan como humanos: qué quiero, qué sentido tiene mi vida, qué puedo esperar de la existencia. El señor Freud, don Sigmund, habló también de estos dos impulsos como aparentemente contrarios pero ambos presentes en nuestro interior. Les dio el nombre de los dioses griegos del amor (Eros) y la muerte (Thanatos). Eros es el deseo de perduración a través de la progenie y, por tanto del sexo. (Eros es siempre muy “erótico”). Thanatos, el impulso de autodestrucción, el dolor y el sufrimiento, que nos conduce inevitablemente a la muerte. Ambos están íntimamente relacionados, como las dos caras de una moneda o tantas otras experiencias gemelas y contrapuestas: nacimiento y muerte, masculino y femenino, dolor y placer...

Me he puesto a pensar en todas estas cosas por una brillante frase de ZurastheEternal en un post reciente. Decía él que en Buffy “la estaca sustituye al falo”. Explicaba después el simbolismo fálico de la estaca de Buffy y yo no voy a contradecirle. Pero como con todo símbolo, las interpretaciones se disparan. Sus significados son plurales y no siempre unívocos. Así que me he permitido lanzarme a elucubrar.
La interpretación de Zuras es que, en Buffy, la muerte sustituye al amor. Como de costumbre con Zuras (Giño ), suelo discrepar. Y reconozco que esta vez sus argumentos parecen más sólidos que los míos, pero mis razones son... “sentimentales”. ¡No puede ser que el único destino de la Cazadora sea matar y que la atracción por sus sucesivas parejas, sea tan oscura como para equipararse a un mero interés depredador! Sería como convertir a Buffy en un serial killer. Ya sé que esto es una simplificación inaceptable de la teoría de Zuras que no recoge la complejidad de lo que él dice, pero es que me parece que hay otros aspectos que él no contempla. Que se inclina mucho por Thanatos y se olvida bastante de Eros, vamos. (Esto va a ser esa vena romántica mía que confesaba al principio)

    Vuelvo a la imagen “la estaca sustituye al falo” para proponer otra interpretación. ¿Podría relacionarse la estaca con otros símbolos fálicos –espada, cetro- que representan el poder? Según esto, la estaca en Buffy significaría también una subversión de la concepción falocrática tradicional. Quien tiene el poder, habitualmente ha sido el hombre (quien también tiene el falo). Pero Buffy, mujer, tiene la estaca y es ella quien dicta las normas, quien reparte la vida y la muerte, la Elegida, la más fuerte, quien mantiene a raya a los seres del caos. No hace falta que recuerde que otra de las interpretaciones recurrentes de la serie es la que defiende una visión feminista. Esta defensa feminista está ya presente incluso en el arranque confesado por Joss Whedon como burla del estereotipo habitual de las películas de terror en el que la rubia indefensa era la primera víctima de los monstruos. Contradiciendo el tópico, Whedon convierte a Buffy en la heroína que acaba con ellos.
    En esta línea, la contraposición vampiros/cazadora sería paralela a la oposición masculino/femenino. El problema es que ambos términos son indisociables y mutuamente dependientes. Igual que la cazadora tiene su razón de ser en los vampiros, mujeres y hombres, en la mayoría de los casos, estamos condenados a buscarnos y necesitarnos. Me parece, por tanto, que estamos ante una plasmación evidente del tema de Eros y Thanatos. Buffy destruye a los vampiros, es su opuesta, su némesis, pero los busca. Y -a algunos- los ama. Y es amada por ellos. En fool for love, un episodio clave para este tema, es lo que Spike le dice a Buffy, que las cazadoras son atraídas por la muerte. Cuando ese deseo de muerte supera todas las ataduras a la vida, sólo entonces, un vampiro acabará con ellas. Y la defensora de la vida se unirá a la muerte.
    Mientras tanto, lo habitual, sin embargo, es lo contrario: la cazadora aniquila a los vampiros, los convierte en polvo. El falo, el principio masculino, el impulso erótico, puede así ser superado por la estaca, que da la muerte, en cuanto que ésta es paradójicamente también la fuerza de la vida y la representación del poder femenino. Por tanto, además de enfrentados, ambos están relacionados y destinados a encontrarse. Vida y muerte, atracción y repulsión, amor y odio son los polos en torno a los que gira la relación de la Cazadora y los vampiros. Especialmente con sus dos vampiros: Angel y Spike.
    Permitidme recordar el final del impresionante soneto de Quevedo Amor más poderoso que la muerte. Ése que empieza “Cerrar podrá mis ojos la postrera /sombra...” y acaba “polvo seré, mas polvo enamorado”. ¡No digáis que no parece estar escrito para ellos! De hecho, se aplica a la perfección a nuestros dos vampiros, a pesar de que, contrariando el final habitual de estos personajes en la serie, ellos no acaben convertidos en polvo; pero en el fondo es lo mismo: Angel “muere” por la mano de Buffy en la segunda temporada, y regresa de las dimensiones infernales manteniendo intacto su amor por ella. Spike, muerto desde un siglo atrás, siente que si “su corazón pudiera latir, rompería su pecho”(Once more with feeling). Sí, amor más poderoso que la muerte.
    En Fool for love, mi episodio quizás preferido, Spike te da la razón, Zuras (I´m sorry por partida doble: porque me desmienta y porque tú tengas que estar de acuerdo con él): “el arte de la cazadora es la muerte”. Ella la da, pero también la desea.... Sólo que la evolución posterior de la serie, creo que a quien desmiente es a Spike. O al menos, llena de otros matices su afirmación.
Precisamente él, el “fool for love”, el esclavo del amor, es el mejor ejemplo de cómo el ser que encarna la muerte (el vampiro) se convierte en emblema del impulso erótico. Algo, por otra parte, muy presente desde siempre en el personaje literario del vampiro –No hay más que recordar las escenas de esas viejas películas de Drácula con rubias voluptuosas en camisones transparentes-, pero que en Spike se lleva al extremo y se convierte en definitorio del personaje. (Paréntesis: Rafael Marín decía en su blog hace poco literalmente: “Spike es EL vampiro: ni Drácula, ni Lestat, ni Angelus ni pollas”)

    Y ahora os voy a soltar otro rollo. (Quien avisa no es traidor). Por si no se ha notado, otro de los temas que me apasionan es el de los cuentos. Como el romanticismo que equivocadamente se asocia a lo rosa, los cuentos de hadas, son mucho más oscuros de lo que solemos pensar; además de muy poco infantiles en su origen porque, según el estudioso ruso Vladimir Propp, recogen creencias y concepciones de las sociedades primitivas, agrarias o cazadoras, donde surgieron.
    Uno de los ciclos con más pervivencia es el de “la Bella y la Bestia”. Evitaré contar la historia que todos conocemos y que básicamente trata de una hermosa joven de la que se enamora un monstruo. Cuando la muchacha supere su reticencia a entregarse a ese ser repulsivo, es decir, cuando el amor supere todos los obstáculos, descubrirá que tras la falsa apariencia del monstruo se ocultaba en realidad, un ser superior, un dios o un príncipe encantado. Este tipo de cuentos, según Propp, tienen su antecedente en las concepciones primitivas de la muerte. En determinados pueblos se pensaba que la muerte sobrevenía porque un ser del mundo de los muertos (un antepasado, un espíritu, un animal totémico) arrastraba a un vivo a su reino para desposarse con él. A su vez, esto se explicaba porque se pensaba que los muertos conservaban dos poderosos instintos: el hambre de alimento (monstruos devoradores) y el impulso sexual. Ambos muy definitorios del vampiro, por cierto.
    En representaciones religiosas posteriores, el monstruo, la muerte raptora, se identifica con el dios que se enamora de una mortal y se la lleva a su reino. (Es el mito de Hades, dios de los infiernos, y Perséfone, por ejemplo). El motivo se repite en los cuentos (dragones que exigen un tributo de doncellas, la Bestia reclamando al padre de la Bella que le entregue a su hija,...), pero en ellos, la joven raptada por el ser que representa la muerte, no muere nunca. En realidad, hay dos posibilidades:
    - en la primera, es salvada por el héroe que se la arrebata al monstruo. Aparece así el tema del esposo que busca a su amada para recuperarla de las garras de la muerte (Orfeo descendiendo al Hades en busca de Eurídice) o el del héroe forastero salvador de doncellas en peligro (Perseo que salva a Andrómeda encadenada de ser engullida por un monstruo marino, o bien San Jorge y tantos caballeros que luchan contra el dragón para liberar a la princesa).
    - La segunda variante, la que ahora me interesa, muestra cómo el aparente monstruo acaba convertido en un bello príncipe. Estos cuentos -Eros, que oculta su verdadera naturaleza para desposar en secreto a Psique o la Bestia que rapta a la Bella y la retiene en su siniestro palacio-, son los trasuntos con final feliz del tema de la muerte enamorada. A menudo presentan un trasfondo espiritual: la imperfección de uno de los miembros de la pareja hace que se vea obligado/a a superar todo tipo de pruebas para hacerse digno de su amor y equipararse a él.

    ¿Y qué tiene todo esto que ver con Buffy? Pues que también en la serie estamos de nuevo en el eterno entrecruzarse de amor y muerte, Eros y Thanatos tejiendo su baile inacabable. Buffy y Spike que se odian, se aman, se necesitan, se rechazan..., pero no pueden separarse. El ser de la muerte, Spike –más claramente monstruoso que Angel-, enamorado de la vida, intentando arrastrar a Buffy a su territorio de oscuridad, pero viéndose obligado a renunciar a su naturaleza y a emprender un viaje iniciático que lo acerque a Buffy hasta permitirle arrancar su máscara de ser inferior y malvado y dejar traslucir el valor superior que hay en él. Y Buffy, la heroína, luchadora infatigable contra los monstruos engendrados por las sombras, pero atraída por ellos, buscando en ellos las respuestas para sus preguntas, participando de su esencia, irremisiblemente volcada hacia la oscuridad que gana cada vez más terreno en su interior.

    La lección es que, como el amor y la muerte, la oscuridad y la luz son indisolubles e irrenunciables. Que tras un monstruo letal puede esconderse un príncipe encantado y que en la bella y luminosa defensora de la vida, se agazapa también la oscuridad. Que amor y muerte son dos misterios y sólo en su unión cobra sentido parte del enigma.