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Este fanfic se sitúa al final de la sexta temporada, durante el capítulo en que más nos ha decepcionado Spike, Seeing red. Un capítulo que supondrá un nuevo giro radical para el personaje. Después de esto, Spike tiene que cambiar, como se verá en la séptima temporada.

Por supuesto, los personajes y el hilo argumental pertenecen a la serie. No sólo eso: la segunda parte es casi exclusivamente una transcripción del diálogo de este episodio, con unos pocos añadidos correspondientes al narrador. Sin embargo, los capítulos I y III son fruto de mi más o menos delirante imaginación. 

En capítulos anteriores, Buffy ha roto su relación clandestina con Spike, al tiempo que Xander Harris abandona ante el altar a su novia Anya. Los dos rechazados ahogan sus penas en alcohol y acaban haciendo el amor, pero son descubiertos por el resto de la pandilla.

  

Decisiones

(6X19)

  

         Bien, iba a ir a Willie´s y se iba a emborrachar hasta caer sin sentido. Sí, quedar sin sentido no estaría nada mal. Eso es lo que iba a hacer. Aunque para lograrlo tuviera que acabar con todas las existencias alcohólicas de Sunnydale.

         Claro, que... últimamente sus borracheras no estaban siendo una buena idea. Ahora se veía como se veía precisamente porque la noche anterior estaba borracho. Y porque Anya estaba muy buena. Eso también era cierto. ¡Sólo al idiota de Harris se le podía ocurrir dejarla tirada ante el altar, como una ropa vieja de la que ya te has cansado! Harris no era idiota. Era la encarnación de la estupidez humana sobre la faz de la Tierra. Y un gallina. En sus tiempos ya se habría encargado algún hombre del círculo de Anya de descerrajarle un tiro entre los ojos. Pero eran tiempos más civilizados que éstos. Y además, Anya no tenía nadie que la defendiera. No pertenecía al selecto club de los scoobies. Como tampoco él.

¡Le daban ganas de ir a machacarle la cara a Harris! Estaba el chip, pero... Nunca había probado a tomarse un cargamento de aspirinas antes. A lo mejor funcionaban y podía descargarle unos cuantos puñetazos antes de que le explotara la cabeza. Lo haría por Anya. La demonio se lo merecía. Y sobre todo Harris. Ah, Harris se lo merecía con creces. Lo estaba pidiendo a gritos. Si salías con un farol por Sunnydale buscando un idiota, te encontrarías al carpintero, eso seguro.

Aunque... le estaba dando demasiada importancia. Sabía muy bien que Xander era sólo un mecanismo de defensa. Enfurecerse con él centraba su atención en la parte de la noche pasada que podía digerir. Xander Harris y su increíblemente patética reacción, ofendido porque su ex le ponía los cuernos con alguien más guapo. (Que él era más guapo, no lo íbamos a discutir, ¿no?). Descargando su furia injustificada contra un vampiro indefenso. Recordando demasiado tarde que tenía sangre en las venas. Y él encajando los golpes en silencio. Mierda. Y todos mirando. Anya y, al parecer, vía satélite, Willow y Tara y –esa era la parte que ya se le atragantaba- Dawn, a la que imaginaba con sus ojazos brillantes de lágrimas y estupor. Y Buffy. Buffy allí, intentando separarlos, acrecentando la humillación. “¿Cómo has podido? ¿Con “esto”?” ¡Maldito Harris! Si se hubiera conformado con los golpes, pero ¡no! tenía que seguir escupiendo cuánto lo despreciaba, cuán inferior e indigno lo consideraba. Sólo por consolarse mutuamente y darle una alegría a la pobre demonio, que bastante frustrada tenía que estar con semejante cabestro. Si las cosas hubieran rodado distinto y si él no hubiera tenido tanto alcohol en el cuerpo y si no se hubiera sentido tan mal, tan abandonado, solo, humillado y despreciado, quizás las malditas palabras no habrían salido de su maldita boca.

“Pues a Buffy le gustaba”

¡Spike, rectifica: eres mil veces más idiota que Harris! Lo tuyo sí que es digno de un monumento eterno a la imbecilidad.

Y después de eso, Buffy le miró. Le clavó los ojos horrorizados, llenos de incredulidad por la bajeza que jamás habría esperado de él... Y eso sí que ya no lo podía digerir. Tenía aquella mirada grabada a fuego dentro de su ser y no la podría olvidar nunca.

Que la Tierra no se movía le dijeron a Galileo. “Y sin embargo, se mueve”.  Desde siempre es conocido que los vampiros no pueden amar, más allá, en algunos casos, de la pulsión del sexo. Sin embargo, él sabe muy bien lo que siente por esa rubia que lo tortura, lo rechaza, le hace más daño del que podría soportar y a la que odia con todo su ser a la vez que todo su ser la desea y sólo puede arañar con garras de cristal la superficie marmórea donde se estrella su frustración. Ciertamente debe de ser el desecho del submundo, aquejado por todas las taras de los humanos. Y como los humanos, muy capaz de hacer estupideces inmensas, de echarlo todo a rodar para perder sin remedio lo que necesita más que la propia vida y de lamentarlo después incapaz de rehacer lo que nunca volverá a ser.

Nunca.

Una curiosa palabra. Significa jamás. Que no habrá otra vez. Nunca. Nunca más volvería a sentir el cuerpo cálido de Buffy entre sus brazos.

Nunca volverá a acariciar su desnudez sintiendo cómo el recorrido de su mano, nieve contra fuego, pone un escalofrío en la piel morena y luminosa de la muchacha. Nunca más volverá a besar su nuca ni ese lugar exacto de su cuello donde sus labios pueden sentir el fluir rumoroso de la sangre y el roce con sus colmillos anhelantes aumenta la excitación. Nunca su lengua volverá a lamerla despacio, enloqueciendo de deseo en el territorio de su vientre apetecible, perdiéndose entre sus muslos, extraviándose en lugares secretos y deliciosos. No volverá a saborearla, ni a hundir sus dedos ente el vello dorado mientras oye el corazón de ella en un galope sin freno, y siente cómo su carne, ansiosa de recibirlo, se estremece. Por supuesto que entonces puede oír su corazón y sentir la respiración y la calidez que acompaña al rubor que tiñe sus mejillas y en cada uno de sus gemidos de placer el vampiro se siente, él también, vivo. Palpitante, poderoso, deseado.

Nunca más.

No volverás a recibir la bendición de su risa confiada, ni la languidez exquisita de los amaneceres exhaustos y desnudos.

El fuego convertido en cenizas de rencor. No queda nada.

Sólo esa mirada. Asombro, repugnancia, decepción, vergüenza. Odio. No puede soportarlo.

 

Se da cuenta de pronto de que en lugar de a Willie´s, sus pasos le han conducido frente al porche de las Summers.

¡Estúpido, estúpido, Spike! ¿Qué haces aquí? No hay nada ya para ti aquí. ¿Quieres más insultos, más golpes o te conformas con un poco más de desprecio? ¡Lárgate de una vez! Demuestra un mínimo de sensatez y márchate de Sunnydale. Y de California y de esta parte del Hemisferio Norte! Porque si al menos pudieras arrancarte el maldito chip, igual entonces podrías devolver algo del daño, cobrarte aunque sólo fueran los huesos rotos, porque la dignidad... esa no hay forma de que la recuperes. Eres patético y jamás podrás hacerte olvidar cómo te has arrastrado ante esa zorra, cómo has bailado al son que ella tocaba, patético cazador de dos cazadoras. Más patético aún que esa piltrafa de Angel y su complejo de tío Tom. No hace falta que lo pienses más, date la vuelta y márchate para siempre. Para no volver nunca. Nunca.

Pero en vez de hacerlo, enciende un cigarrillo y se queda mirando las luces encendidas a través de las ventanas. Pensando. Mientras el tabaco se consume entre sus dedos.

Pensando ¿en qué?. En nada. Jamás. Nunca.

Son términos absolutos. Nunca se ha sentido tan vacío como esta noche. Quizás porque nunca como antes se había sentido tan vivo. Tan engañosamente vivo. Buffy es como una droga. La necesita. Una vez probada, no pude dejarla tan fácilmente. No puede renunciar a ella aunque, lo sabe de sobra, nunca ha sido suya en realidad.

Pero al menos no acabar así.

No tener ese sabor de ceniza fría en la boca. No sentir su silencio rebosante de reproches martilleando en su cerebro. No ver esa mirada asesina cada vez que cierra sus ojos. Tan llena de rencor y de desprecio, que ni siquiera se molesta en hacerle el favor de clavarle una estaca en el pecho. De una puta vez. Finis. Descanse en paz el vampiro más idiota del universo.

 

Toma una decisión

Arroja el cigarrillo al suelo y entra en la casa. 

  

II

 

No necesita las luces ni preguntar dónde está. Sigue su olor hasta el baño, donde Buffy revisa en su cuerpo los daños de la última escaramuza nocturna en el cementerio mientras deja correr el agua de la bañera.

-         ¿Estás herida?

-         Vete.

-         Tenemos que hablar – y el propio Spike no sabe que le parece más penoso si su tono suplicante o la frase manida que le recuerda sin remedio a los reality shows de la tele.

Pero verla allí, frágil, menuda, desmorona todas sus corazas. Por un momento, se siente él también desnudo, desarmado, con la necesidad de elevar su verdad y entregársela limpia a Buffy y el deseo acuciante de ser perdonado.

Se acerca. Buffy no le mira, continúa frente al espejo en el que Spike no puede reflejarse. Grandes cuadros blancos, grandes cuadros negros en el suelo, como el tablero de ajedrez donde la luz y la sombra afrontarán su combate.

        Lo siento. - Las palabras de Spike rezuman tanta sinceridad que consiguen conmover un poco a Buffy, a pesar de su rencor y su dolor.- Necesitaba que lo supieras.

-         ¿Por qué?

La pregunta es tan áspera que hace difícil la respuesta.

-         Porque me preocupo por ti.

-         Entonces no deberías acostarte con mis amigas.

-         No... no lo hice por Anya. Yo estaba en la Tienda de Magia buscando un hechizo.

El sarcasmo anterior de Buffy deja paso a la indignación.

-         ¿Ibas a utilizar un conjuro conmigo?

-         No era para ti. Buscaba algo... alguna cosa para mis sentimientos... Sólo quería que dejara de doler. – Spike la mira de frente- Deberías haber dejado que Xander me matara.

-         No podía. – El tono suave de Buffy es como un bálsamo sobre el ánimo en carne viva de Spike.

-         ¿Por qué?

-         Ya sabes por qué.

-         Porque me amas.

Buffy le sostiene la mirada. Suavemente, destilando honradez, niega:

-         No, no te amo.

Spike acusa el golpe, aunque pronto se rehace. Hay cosas que no puede aceptar, sobre todo cuando sabe que no son ciertas.

-         ¿Por qué sigues mintiéndote a ti misma?

-         No digo que no sienta algo por ti. Pero no es amor. Nunca podría confiar lo suficiente en ti para amarte

-         La confianza es para los viejos matrimonios, Buffy. El gran amor es salvaje y apasionado y peligroso. Quema hasta que te consume.

-         Hasta que no queda nada. Ese tipo de amor no lo quiero.

Spike no puede mantener su inmovilidad. Desesperado, torturado, se la acerca.

-         Sé que tú sientes lo mismo que yo. No tienes por qué negarlo. - Intenta besarla, pero ella le detiene.

-         Spike...

-         No lo rechaces. Déjate sentirlo. – La fuerza con que atenaza el brazo de la muchacha se hace mayor.

-         Suéltame.

-         Me amas.

-         No.

Spike no escucha. Forcejea por el beso que Buffy le niega hasta que ella cae hacia atrás. Al intentar sujetarse, Buffy arranca la cortina de la ducha que les viene encima. Spike se sitúa sobre la joven, que intenta resistirse en el suelo, junto a la bañera. Ignora su dolor y la inunda de besos desesperados, forzados.

-         No lo rechaces. Déjate... Ámame... Déjame amarte.

Buffy lucha, intenta incorporarse, suplica, gime por el dolor nuevo añadido al de sus golpes anteriores.

-         Para... por favor... para.

Pero él no escucha, no oye siquiera. Sigue sobre ella, desesperado, hambriento, destrozándole la espalda golpeada, aprisionando sus labios, tocándola,...

-         Sé lo que sientes. Cuando estoy dentro de ti.

-         No...

Buffy intenta empujarle, quitárselo de encima. Retrocede hacia la puerta como un animal acorralado, pero él atrapa su tobillo y vuelve a arrastrarla hacia sí.

-         Volverás a sentirlo de nuevo, Buffy.

Busca sus besos. Con desesperación. Los necesita. Necesita emborracharse con el sabor de su boca, con el contacto de su piel. Y esa necesidad se convierte en locura, en una fuerza ciega e imparable de la que él mismo es juguete y que arrasará toda resistencia.

-         Por favor, Spike...

La coge por el albornoz que se abre, mostrando su carne como un fruto apetecible.

-         Quiero hacerte sentir...

Sentir como él siente, demasiado intenso, como ese aire helado de invierno que acuchilla cuando se respira, como la bocanada ansiosa que devuelve el oxígeno a los pulmones después de una zambullida demasiado profunda en el mar. Notar el golpeteo alocado del corazón, el calor del cuerpo en que se vierte, acariciar el rubor aterciopelado de sus mejillas. Y ya sabe que él no respira, ni su corazón late, ni su temperatura corporal le permitirá jamás ruborizarse, pero ella se lo da y necesita sentirlo. Sentir la vida latiendo bajo la piel, la sangre agolpándose contra las ingles como un torrente aprisionado por un dique que pronto cederá.

Tiene que ceder. Ni él ni ella pueden resistirse a una fuerza que les es tan superior.

- Basta.

Finalmente Buffy consigue liberarse y haciendo acopio de los restos de su fuerza de cazadora lanza a Spike contra la pared de enfrente. Se pone en pie temblando de rabia, miedo y recobrado poder.

-         Vuelve ahora a preguntarme por qué nunca podré amarte.

Spike la mira, de una forma nueva, parece aterrorizado, como si acabara de despertar de una pesadilla. Balbucea.
         - Buffy... yo no he...

-         Porque te he detenido. Algo que debí hacer hace mucho tiempo.

 
III

Necesitaba sentirse vivo.

Necesitaba sentirse amado.

Y de pronto el vampiro se siente hombre.

Asaltado por el pánico de lo que ha estado a punto de hacer, retrocede y mira aterrado, sin respuestas, aplastado por el peso de su acción. Comprende lo cerca que ha estado de cruzar una línea sin regreso posible. Invadido por el miedo y el asco hacia sí mismo.

“ Vuelve ahora a preguntarme por qué nunca podré amarte”- resuena en su cerebro.

Además de la bofetada de desprecio de Buffy, ahora Spike ya no necesita preguntarlo. Lo comprende muy bien. Dolorosamente comprende la muralla inexpugnable que ha levantado entre los dos.

 

Cuando consigue que sus músculos le respondan y escapa de la casa, el vampiro se aleja en la noche hasta que, a solas, se derrumba junto a un árbol. No sabe nada. No sabe por qué ha ocurrido ni por qué no ha ocurrido. O quizás empieza a verlo claro. Esconde la cabeza entre sus manos y se siente temblar, presa de emociones nuevas y confusas.

Por supuesto lo lamenta. Daría cualquier cosa porque la anterior escena no hubiera tenido lugar. Nunca debió buscar a Buffy esa noche. Tenía que haberlo previsto. Tenía que haber sabido que ella le rechazaría y que él perdería el control. Demasiado acostumbrado a tomar cuanto se pone a su alcance sin seguir más norma que su capricho, siempre ha sido esclavo de sus impulsos y así se ha sentido el amo de sus existencia. Por amor a Buffy se había dejado encadenar, se había convertido en su mascota, placentero e inofensivo. Él sólo quería recuperar las migajas que recibía de ella, insuficientes pero irrenunciables: las noches, los cuerpos entregados, los combates extenuantes del amor, los desprecios levemente teñidos de afecto.

Es muy poco, pero no puede seguir existiendo sin eso. Lo necesita y necesitaba recuperarlo. Como la sangre que necesita seguir ingiriendo. Se la dan o la tiene que tomar. Es su naturaleza. No es ni bueno ni malo. Es así.

Pero de pronto, en aquel baño inundado de luz, ha comprendido que no puede hacer algunas cosas por mucho que las necesite. No puede forzar a Buffy. Se horroriza de recordar el atropello que ha estado a punto de consumar. No sólo porque haya destrozado para siempre alguna remota posibilidad de volver a acostarse con ella, sino sobre todo porque la ama y no soportaría su sufrimiento, aunque a él ese amor le duela y le desgarre. Pero aún hay más. Ahora, por primera vez, también ha comprendido que no está bien. Que no debía hacerlo. Igual que alimentarse de sangre humana.

 La palabra comprender no es exacta. El poeta que habita en el monstruo sabe que no es la correcta. No es algo que haya discernido su inteligencia, (el bien y el mal siempre le han sido conceptos comprensibles, aunque no asumidos), sino una verdad que ha alcanzado su sensibilidad, su ser más profundo. Como la lluvia fina que empapa la tierra. Y después de que ese convencimiento le ha penetrado, nada puede volver a ser igual. Sobre todo, porque asumir eso es colocarse al borde del abismo. Es entender que él es el mal.

En otras ocasiones ha sabido que cometía hechos reprobables, pero en el pasado ha mentido, traicionado, engañado y asesinado sin dudar. La consciencia de su maldad era algo que estaba ahí, presente, pero sin molestar demasiado. Ahora no. Ahora ha obedecido a su conciencia. ¿Y eso significa que él tiene conciencia? Demasiado inaudito. Spike, nervioso, retuerce entre sus dedos un cigarrillo apagado. ¿Será algo así el alma de Angel? ¿Algo como esta estúpida, peligrosa y dolorosa negativa a imponer su deseo, esta nueva locura de someter su voluntad a un criterio moral del que siempre se ha reído?.  

Algo que le obliga a cuestionarse sus actos, sus deseos, su propia esencia. Y sus sentimientos. ¿Su amor por Buffy es malo? No. Se niega a admitir eso. Y de pronto sonríe asombrado ante su propio escándalo. Antes no le importaba si era bueno o malo. Le daba por completo igual. La amaba y punto. Pero después de lo de esta noche... Buffy no le acepta, nunca podrá aceptar a un demonio asesino y depravado que, por si fuera poco, ha estado a punto de violarla. Tampoco podía aceptarle antes. – Spike tiene muchos defectos, pero nunca se miente a sí mismo.- Si se acostaba con él era sólo una equivocación pasajera, el mismo desahogo de un hombre virtuoso que acude a una prostituta en un momento de crisis espiritual. Él había sido su puta, insuficiente, vergonzante, indigno... y momentáneamente necesario. Sólo que ahora es él quien sigue necesitándola. La puta se ha enamorado. Ridículo, pero real. Debería carcajearse de sí mismo. Lo haría si tuviera un poco más de coraje. Pero esta noche a Spike le queda muy poco de muy pocas cosas. Confusión, amargura, desesperación y un vergonzoso y oscuro deseo de echarse a llorar como un niño. De eso tiene en cantidades bastante aceptables, pero valor...

         Levanta la cabeza y mira desafiante a las sombras.

Valor. Pues va a sacarlo de alguna parte porque todavía no se ha dado por vencido. ¿Buffy no le quiere? ¡Tendrá que quererle! Le dará lo que se merece. Bueno o malo, ¿qué más da? Hará cualquier cosa por recuperarla. Cualquier cosa. No le queda más remedio porque, sencillamente, sabe que no puede seguir existiendo sin ella. Si eso significa cambiar, lo hará.

De hecho las cosas ya han cambiado. Sabe que ahora todo es radicalmente distinto y que nada volverá a ser como antes. Presiente que algo se ha despertado en su interior y que es insaciable. Le devorará. Como una chispa de fuego que acabará calcinándolo, surgiendo de su interior, envolviendo todo su ser hasta destruirlo por completo. “El amor quema hasta consumirlo todo” le había dicho a Buffy poco antes. Y esto es nuevo, pero es igualmente poderoso y aniquilador. Quizás esté bien, como el amor por Buffy. O quizás no. Spike no lo confesará, pero siente que tiene miedo. Y que, sin embargo, no puede quedarse sin hacer nada.

Si éste es el camino que conduce hasta ella, lo seguirá dócilmente.

Y si no lo es, irá al mismísimo infierno para encontrar una respuesta.

Definitivamente, ahora tiene que buscar su destino, aunque le lleve muy lejos. Lejos de ella.

 

 FIN

 

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