Principal ] Arriba ] El desterrado ] Lilith ] Una historia de tortura ] Vampiro ] Historias de traición ] Extraña alianza ] profanacion.htm ] Patrulla nocturna ] [ Joyce ] El asedio ] Mrs Marple ] Duelo ] El diablo... ] Haciendo amigos ] Decisiones ] En la penumbra ] El fuego escondido ] En la habitación blanca ] Viaje de regreso ] Derecho de propiedad ] Unas pocas palabras ] Tres ] Not fade away II ]

 

JOYCE

 

(5 X15)

 

Los tacones de Joyce avanzaban con seguridad por la acera repicando con su rítmico latido en la tranquila noche californiana. Aún bastante lejos de casa, empezó a buscar las llaves en su bolso. Era una precaución a la que se había acostumbrado porque sabía de sobra que en la ciudad de los doce cementerios a veces tocaba correr. Sin embargo, esta vez lo hizo inconscientemente, olvidada de todo temor. Iba abstraída y su atención se condensaba en el aroma de los jardines, las calles recién regadas y la confortable calidez de la noche.

Con todo, años de convivencia con Buffy le habían enseñado a no pasar por alto ningún detalle imprevisto y bastó el confuso movimiento de una sombra para alertarla. Sin querer aún preocuparse, aceleró el paso. Entonces, ya cerca de su porche, la sombra se materializó ante ella saliendo de detrás de un árbol.

-    ¡Oh, Spike! Casi me has asustado.

-    Casi.- El vampiro, sonriente, movió la cabeza con cierta sorna- Nunca lo consigo del todo con usted.

Joyce echó de nuevo a andar, dejándose acompañar por Spike.

-    Vuelve pronto a casa -comentó él de forma nada inocente.

      Joyce sonrió. Sabía que Spike empezaría a tomarle el pelo en cuanto le diera oportunidad. Aquel tono entre cortés y burlón era sólo el preludio.  

- Mañana hay que trabajar.
     Spike asintió y, en el breve silencio que siguió, le hizo una rápida y exhaustiva radiografía del vestido nuevo, el perfume que había estrenado y los tacones un poco más altos de lo normal.

-    ¿Primera cita? –aventuró.

La sonrisa de Joyce se hizo más abierta, pero no respondió.

-    Humm – Pese al aparentemente comedido silencio, la expresión de él se teñía de una ironía que era todo un reto. Joyce, divertida, cedió:

-    ¿Qué?

-    ¿Así que es usted una chica de las de “no en la primera cita”?

-          ¿Te parece mal? –preguntó ella también con cierta picardía.

-    ¡Ni hablar! Póngaselo difícil a ese capullo.

-    ¿Capullo? Ni siquiera lo conoces.

-    No. Pero no tengo que conocerlo para saber que no está a su nivel. Tendría que ser un tipo excepcional para estarlo.

-    Gracias.

          Spike metió las manos en los bolsillos mientras seguía andando a su lado.

-    Me parece bien que no se lo deje fácil. El tipo tiene mucha suerte, así que… no estará de más que se esfuerce un poco. – En un tono aún más distendido, prometió:- Y si no lo hace, si no la trata suficientemente bien,… me encargaré personalmente de que lo lamente.

          Joyce rió, halagada por la atención de Spike, a pesar de su protesta:

-    ¿Qué eres, Spike? ¿Un caballero andante protegiendo doncellas? No creo que sea necesario.

-    ¿No? Lástima, sería un placer.

-    Te lo agradezco, pero creo que esta vez no tendrás que molestarte.

-    ¿Molestia? ¿Hacer sufrir a un humano, volver a ser malo, quizás derramar un poquito de sangre? Reitero: ¡sería un placer!

          Joyce renunció a regañarle. Spike le hacía reír y se sentía tan cómoda a su lado que era capaz de perdonarle cualquier cosa. Además, necesitaba un poco de bromas. Últimamente habían sido malos tiempos: su enfermedad, la angustia de la incertidumbre, la preocupación por Dawn, más perseguida aún que Buffy,… Cenar con un hombre y luego, pasear tranquilamente escoltada por Spike y reír con sus bromas le hacían olvidar los malos ratos pasados. Quizás había aún quedaba alguna posibilidad de ser feliz.

Como si él supiera en qué estaba pensando, o quizás por pura casualidad, comentó:

-    Está especialmente bonita esta noche, Joyce.

Bonita. Joyce se llevó instintivamente la mano al pelo. Había crecido ya desde la última intervención, pero aún a veces seguía sintiéndose tan insegura como cuando necesitaba cubrirse con el pañuelo… Spike no había dicho elegante o distinguida o ninguna de esos adjetivos neutros especializados para halagar a mujeres maduras o más bien a sus atuendos. Había dicho bonita. Y después de los años de vida doméstica cuidando de sus hijas, después de la enfermedad que le había impuesto crudamente la conciencia de la edad y de la fragilidad de su cuerpo, que Spike la llamara bonita le pareció el mayor piropo que podían dedicarle. En su corazón sintió un repentino agradecimiento hacia el vampiro.

De pronto se encontró sorprendida de sí misma ¿Estaba sintiéndose halagada porque un demonio la encontraba atractiva? Bueno, se dijo, seguramente aquel demonio había tenido entre sus brazos las mujeres más hermosas de Europa, así que no era del todo injustificado su orgullo.

Entre tanto, Spike se había alejado unos pasos. Cuando regresó, traía una rosa que acababa de arrancar.

-   Cortesía del Ayuntamiento de Sunnydale – le ofreció, pero antes de que Joyce la cogiera, Spike la detuvo:

-    Espere- Cuidadosamente, le quitó un par de espinas antes de volver a entregársela- Mejor evitamos ver sangre –comentó con una sonrisa un tanto irónica.

          En un instante a Joyce se le desbocó el pensamiento imaginando cómo sería que Spike la lamiera despacio, sentir su lengua sobre la piel, los afilados colmillos penetrando en la carne y encontrarse a su merced entre los brazos del vampiro.

         Se obligó a volver a la realidad o Spike acabaría advirtiendo su rubor.

-    ¿Qué haces por aquí? – Nada más hacer la pregunta, se dio cuenta de lo absurda que era. ¡Cómo si a Spike se le fuera a pasar por alto su confusión y como si hiciera falta preguntarle por qué rondaba la casa Summers!

-    Estaba esperando a Buffy. Quiero decir que... he visto unos demonios... A veces le traigo información que le interesa.

Joyce le miró casi con pena. Recordaba cómo semanas atrás se había escandalizado con la noticia. Saber que tu hija suscita la pasión de un asesino depravado no es como para celebrarlo, pero hoy era una noche especial y ya no le parecía tan terrible. Quizás era su propia cita o experimentar en sí misma qué importante es la ilusión y la pasión para sentirse vivo, o quizá el afecto que siempre Spike le suscitaba. O quizás era que había bebido algo más de lo habitual. En cualquier caso, esta noche se sentía mucho más clemente hacia el vampiro rechazado. Habría sido un asesino, pero… era Spike. Lo conocía desde hacía años. Casi lo sentía parte de la familia. De pronto se le ocurrió que estaría bien compartir un café caliente, unos dulces y un rato de charla. Como en los viejos tiempos.

-    ¿Quieres...? –Se detuvo en seco al recordar que Willow había hecho el conjuro desinvitador y que ella misma se había opuesto a que Buffy diera más confianzas a Spike. Al mismo Spike que, él sí, las había acogido en su cripta cuando necesitaban refugio. Bajó la cabeza un poco avergonzada.- No, nada.

Habían llegado al dintel de la puerta y Spike comenzó la despedida.

-          Bueno, no quiero molestarla más. Querrá descansar.

-          ¿Vas a esperar a Buffy? Quizás tarde – advirtió ella.

-          Esperaré un rato. – Se encogió de hombros- No tengo otra cosa que hacer.

 

Joyce abrió la puerta. Iba a entrar pero se volvió, el ceño fruncido de una forma que a Spike le pareció encantadora. Era el mismo gesto de Buffy cuando se enfadaba, pero la cazadora siempre se enfadaba de verdad. Joyce, sin embargo, parecía más bien preocupada, reticente, como si le diera casi vergüenza afrontar algo que sin embargo sintiera su deber hacer.

- Spike … - El vampiro la miró tranquilo, esperando que ella tomara la iniciativa. Su ceja se enarcaba interrogante, en un gesto de muda atención y Joyce, de pronto sintió una gran ternura por él, la sensación de que le debía algo, no sabía qué, la necesidad de acoger al cachorro descarriado que siempre se queda al otro lado de la puerta.

-          Spike, tú... Buffy…

-          Sé lo que va a decir. No hace falta. Ya me lo digo yo.

La piedad se le entreveró con el cariño a Joyce, sintiendo que su corazón maternal deseaba acoger también al joven rubio. Alargó su mano y le acarició, como a veces lo había hecho con sus hijas. Como alguna otra vez lo había hecho con el propio Spike. Él recibió la caricia con una mirada confiada.

- No me gustaría que lo pasaras mal –musitó la mujer.

Spike volvió a sonreír.

-          Cualquier cosa se puede arreglar con unos caramelos.

Joyce acompañó su sonrisa esta vez con una ligera melancolía. Spike. ¡Quién le iba a decir que estarían hablando tranquilamente como dos viejos amigos en el porche, cuando lo conoció y estuvo a punto de abrirle la cabeza con un hacha!

-          Bueno, hasta mañana.

-          Hasta mañana.

 

 

Joyce entró en la casa cerrando la puerta tras ella. Dejó el bolso, se quitó la chaqueta y fue a la cocina para poner en agua la rosa de Spike. Luego volvió al salón y se sentó en el sofá. Decidió que esperaría ella también levantada a su hija mayor. Fue a poner la tele, pero de pronto se sintió mal. Quizás podría pedir ayuda a Spike. Seguro que si le llamaba, él la oiría con sus privilegiados sentidos. No podría entrar, pero… En realidad, no merecía la pena. Seguro que si descansaba un poco, volvería a encontrarse bien. Se recostó sobre el sofá. Sólo sería un momento.

 

 

FIN

 

 

 

¿Quieres dejar un comentario? Puedes hacerlo aquí